Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones. Rolf Lüders

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Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones - Rolf Lüders


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principalmente el producto de los llamados “Chicago Boys”. El núcleo de este grupo trabajó para ofrecer una plataforma de reformas económicas a la campaña presidencial de Jorge Alessandri en 1970. Ellos se mantuvieron en contacto durante los años de Allende, reuniéndose cada semana, revisando y actualizando sus sugerencias de campaña de tal modo de mantener una agenda viable de políticas para sacar a Chile del caos económico que prevalecía entonces. Fruto de esas reuniones fue “El Ladrillo”, un manuscrito que se preparó para el gobierno que viniera después del Allende y que fue entregado al almirante José Toribio Merino, el responsable de los asuntos económicos en la Junta de Gobierno que asumió el poder en septiembre de 1973.

      Por lo tanto, cuando se produjo el golpe militar, los “Chicago Boys” (la mayoría de Chicago, otros procedentes de otras universidades) fueron aprovechados para ayudar a diseñar e implementar, ahora en la práctica, una serie de programas de ajuste y reformas. Lo hicieron por alrededor de un año y medio, trabajando en puestos como subsecretarios en los principales ministerios y en la vicepresidencia del Banco Central, mientras que los militares ocuparon los cargos altos. Importantes reformas se realizaron en este período.

      Rápidamente, el número de mercancías bajo el régimen de control de precios se redujo desde alrededor de 3.000 a menos de diez, mientras que el sistema de tipo de cambio múltiple fue sustituido por una sola tasa flotante. Con el tiempo, hubo importantes reformas a los sistemas impositivo y arancelario, además de la eliminación de otras restricciones a la importación. Además se realizaron importantes esfuerzos para modificar los trastornos que habían ocurrido en la tenencia de tierras en el sector agrícola.

      Pero parecía extraño a muchos observadores que, a pesar del cambio de gobierno y de las numerosas reformas políticas, la tasa de inflación se mantenía en un rango solo algo menor al 400% por año (casi 20% mensual). La causa subyacente de esto –el enorme déficit fiscal y las pérdidas de negocios nacionalizados e intervenidos, todo ello financiado por la rápida expansión de dinero y créditos bancarios– había quedado sin resolver por el gobierno militar.

      Esto me lleva a la visita de Milton Friedman a Chile en marzo de 1975. Fue organizada por una fundación patrocinada por el Banco Hipotecario de Chile, un banco privado de uno de los dos grandes conglomerados que surgieron en los años siguientes al golpe de Estado. Carlos Langoni –un brasileño doctorado en Chicago, quien más tarde se convirtió en presidente del Banco Central de ese país– y yo también fuimos invitados y realizamos numerosas presentaciones. También acompañábamos a Friedman en muchas de sus reuniones. Cada uno de nosotros había estudiado la información económica reciente de Chile, e individualmente y por separado llegamos a la conclusión de que sería imposible domar la inflación del momento sin controlar el enorme déficit fiscal.

      Hay que subrayar que esta conclusión también había sido alcanzada anteriormente por los “Chicago Boys” en el gobierno, así como por académicos y no académicos observadores, tanto en Chile como en el extranjero. Por lo tanto, el asesoramiento que Friedman entregó representaba una visión que concitaba un amplio consenso entre economistas. Esto nos deja con un cierto rompecabezas, para el cual la historia puede que nunca dé una respuesta definitiva. ¿Fue la visita de Friedman el factor crítico para motivar el remezón del gabinete y la reforma fiscal que comenzó unos dos meses después de su visita? Mi opinión es que estos cambios probablemente habrían sucedido de todos modos, pero la visita de Friedman puede haber provocado que emergieran más rápido. Además, creo que terminó por fortalecer la posición de los “Chicago Boys” en la lucha interna que ocurrió dentro del Gobierno de Chile. Sus propuestas eran a menudo contrarias a las de una u otra facción militar, y sin duda la visita de Friedman dio más peso a sus opiniones.

      Estos hechos, sin embargo, solo aportan antecedentes a las experiencias posteriores de Friedman. Su visita a Chile de 1975 duró menos de una semana, e incluyó muchas reuniones con sectores universitarios y otras audiencias del sector privado. Sin embargo, la reunión más crítica fue con Augusto Pinochet, Jefe de la Junta Militar Chilena. Langoni y yo acompañamos a Friedman a esta reunión, a pesar de que fue Milton el que principalmente tuvo la palabra. La reunión, así como la carta posterior de Friedman resumiendo su recomendación, se concentró en las medidas necesarias para frenar la inflación galopante de Chile. Se focalizó en dos puntos: en primer lugar, una reforma fiscal para cerrar el déficit fiscal y reducir el endeudamiento del gobierno chileno con el sistema bancario y, en segundo lugar, una política de restricción monetaria para reducir drásticamente la tasa de crecimiento de la oferta de dinero. Otros consejos se refirieron a la conveniencia de expandir la aplicación de las políticas promercado a otros ámbitos, y a la importancia de un esfuerzo especial para ofrecer un alivio “a las dificultades y la angustia grave entre las clases más pobres”.

      El desenlace de la visita de Friedman a Chile en 1975 fue una gran sorpresa para nosotros y nuestros colegas. Hubo manifestaciones en contra de los dos en Chicago y cartas al New York Times y otros periódicos. Por otra parte, este tipo de protestas, en lugar de desvanecerse, continuaron durante los años siguientes. Me enfrenté a encuentros con grupos de izquierda en media docena o más de universidades de los Estados Unidos, que se extendían incluso hasta 1980. Pero mis experiencias son menores en número, intensidad y tiempo, comparadas con las de Friedman. Los juicios a Friedman llegaron a su cenit en el momento de su recepción del Premio Nobel. Había mucho ruido en los círculos de izquierda, tanto en Europa como en Estados Unidos, lo que culminó en disturbios durante la ceremonia donde recibió el Premio Nobel. Tal vez la mejor manera para mí de transmitir el sabor de ese episodio es a través de una carta que escribí en su momento a Stig Ramel, presidente de la Fundación Nobel y que anexo a este escrito.

      Ninguno de nosotros ha encontrado una buena explicación para la intensidad y extensión de las protestas en contra de Friedman (y hacia mi persona, aunque en menor grado), tras la visita realizada a Chile ese marzo de 1975. Lo curioso es que ninguno de nosotros ha experimentado una reacción de este tipo durante visitas similares a otros países con regímenes autoritarios. Milton estuvo varias veces en China y en una ocasión (septiembre de 1988) tuvo una reunión (que duró dos veces más que la que sostuvo con Pinochet) con Zhao Ziyang, el secretario general del partido comunista y jefe efectivo del gobierno de China de la época. Algunos años más tarde tuvo dos reuniones breves con el sucesor de Zhao, Jiang Zemin. Yo había realizado visitas regulares bajo los auspicios de USAID a Uruguay (1974-1981), mientras ese país se encontraba bajo un gobierno militar, y más tarde a Indonesia (nuevamente por USAID), durante el período de Suharto. El hecho de que ninguna de estas experiencias desencadenara ni el más mínimo atisbo de protesta es una de las fuentes del rompecabezas.

      Una segunda fuente nos proporciona los casos de los muchos otros profesores que trabajaron con los gobiernos militares de Egipto, Indonesia, Malasia, Pakistán, Corea del Sur, entre otros países. Por lo que sabemos, ninguno de ellos corrió la misma suerte, a pesar de su directa y duradera participación en esos gobiernos, durante largos períodos, a diferencia de la reunión única de Milton con Pinochet, en el curso de su visita de seis días.

      Uno solo puede maravillarse ante el hecho de que en la actualidad (2014), ocho años después de la muerte de Milton, puede encontrar todos los días menciones del nombre de Friedman en la prensa, en debates políticos, en la radio y la televisión, y por supuesto también en las aulas. Ningún otro economista, ni siquiera Adam Smith o John Maynard Keynes, se acercan a estas dimensiones, y uno solo puede especular sobre la razón. Un amigo cercano de Friedman, George Stigler, menospreciaba la eficacia de “El Economista como Predicador”, pero creo que sus argumentos son desmentidos por la herencia dejada por Milton. Su amplio impacto llegó a través de sus columnas en la revista Newsweek (1966-1983), sus publicaciones “misioneras” como Capitalismo y Libertad y Libertad de elegir, su serie de televisión bajo el título de este último y sus otras apariciones en los medios públicos. Fue de esta manera que su nombre se hizo conocido por millones de lectores y oyentes, y que sus mensajes se convirtieron en parte de la cultura popular para los amigos y detractores por igual.

      A través de los años he visto cómo uno tras otro de mis colegas mayores han desaparecido de la escena, afligiéndome la rapidez con que su memoria se ha desdibujado. Ni siquiera los grandes contribuyentes, ganadores del premio Nobel, miembros


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