Renuncia por amor. Rebecca Winters

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Renuncia por amor - Rebecca Winters


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instante Alik sintió que una misma corriente los atravesaba a los dos.

      –Perdona que no te creyera –susurró él bajando la mano–. ¿Cuándo has notado que comenzabas a estar constipada?

      –Esta mañana.

      –Debes sentirte fatal, deberías irte a la cama. ¿Cómo has podido venir en estas condiciones?

      –En autobús.

      Alik, escandalizado ante su propia falta de sensibilidad, contestó:

      –Ha sido culpa mía. Yo ya he terminado las clases por hoy, así que te llevaré a tu casa.

      –¡Oh, no! –sacudió ella la cabeza–. Es usted muy amable, pero no será necesario. Ya que estoy aquí, preferiría que me dejara hacer usted hacer el examen, luego me iré.

      Blaire se mostró muy reservada a la hora de quedarse a solas con él, pero Alik había notado que una llama ardiente se había encendido en su interior. Lo sabía porque también se había encendido en lo más profundo de su ser. Era una energía invisible que los unía a los dos.

      La respiración de Alik se había vuelto profunda, una vena palpitaba sin control en el cuello de Blaire. Alik sintió un deseo imperioso por posar sus labios sobre los de ella.

      –Olvídate del examen, te llevaré a casa.

      –Pero mis padres viven a veinte kilómetros del campus, está demasiado lejos. No puedo permitirlo.

      Cuanto más se oponía ella, más decidido se mostraba él.

      –Está bien, si no me permites arreglar esto personalmente, llamaré a un taxi.

      –No, por favor, no tengo dinero para pagarlo.

      –Yo lo pagaré, naturalmente.

      –¡Profesor Jarman…! –suspiró Blaire frustrada entonces, satisfaciendo enormemente a Alik.

      –Mi nombre es Alik, y si vas a negarte a que te ayude deja al menos que llame a tus padres para que vengan a buscarte.

      –Mi padre es el único que tiene coche, y ahora mismo está dando clase. Es profesor en un colegio, y jamás soñaría con interrumpirlo.

      –Entonces solo queda la opción de que te acompañe en el autobús –alegó él poniendo los brazos en jarras y observándola tragar.

      –¿Y por qué iba a acompañarme?

      –Porque con ese constipado puedes hasta desmayarte. Si empiezas a marearte, quiero estar presente. Admite que estás a punto del colapso.

      –Sí, lo…lo admito –confesó ella tartamudeando, con lágrimas en los ojos.

      Después de aquel tira y afloja, Alik abrió la puerta del despacho y apagó la luz.

      –Vamos, tengo el coche aparcado en la parte de atrás, te llevaré a casa. Ahora mismo.

      Alik sabía que, durante aquellos últimos segundos de vacilación, Blaire luchaba contra algo más que el mero deseo de no ser una carga. Todo su mundo cambió en el instante en que ella pasó por su lado rozándolo, rindiéndose. Aquel contacto accidental de las caderas de ambos fue como una lengua de fuego que sellara su destino.

      Al ver de lejos la ciudad de Warwick, los tortuosos pensamientos de Alik desaparecieron dando paso al presente. Había mandado al infierno a Blaire Regan hacía mucho tiempo. Aquella bella y traicionera cobarde había terminado con su romance sin darle siquiera una explicación que pudiera hacérselo todo más sencillo. Y, para complicar las cosas un poco más, había huido sin dejar rastro. Al negarse a enfrentarse a él, Blaire le había negado la posibilidad de cerrar la herida de una vez por todas.

      El mentón de Alik se endureció.

      Aquella mañana, presentándose de ese modo en su remolque, Blaire había cometido un terrible error. Conocería el significado de la palabra crueldad ese mismo día, antes de que saliera el sol. Y sería ella la que lamentaría entonces que sus caminos se hubieran cruzado.

      Alik se aferró al volante y giró entrando en el aparcamiento del Bluebird Inn.

      Capítulo 2

      EN CUANTO terminaron las noticias de las diez de la televisión, Blaire se dio cuenta de que había estado esperando algo que jamás iba a suceder. Miró a su hijo, acostado sobre una de las camas de la habitación, aún despierto. Parecía darse cuenta de que aquel día había sido diferente de los demás.

      –¡Qué triste que Alik no vaya a conocerte jamás, cariñín! –exclamó dejando caer las lágrimas por la mejilla–. No tienes ni la menor idea de lo maravilloso que es tu padre, Nicky. No hay nadie como él. Excepto tú, claro. Ruego a Dios para que crezcas igual que él. Y no estoy hablando de ese hombre tan enfadado al que he visto esta mañana, no –continuó Blaire enjugándose las lágrimas con la colcha que ella misma había tejido–. Me temo que ese hombre es el resultado de lo que yo le hice. Nunca me perdonará, ahora lo veo con claridad. ¿Por qué iba a perdonarme? No estoy segura de que yo hubiera podido sobrevivir si me lo hubiera hecho él a mí. Esta mañana, cuando entró en el remolque y me vio ahí, tenía todo el derecho a echarme de un puntapié, y sin embargo no lo hizo. Podía haberme llamado mentirosa. En realidad podría haberme llamado cualquier cosa que se le hubiera ocurrido. Podría haberme gritado tan fuerte que todo el mundo le oyera en la excavación. Y sin embargo se contuvo, porque es todo un hombre.

      Blaire sentía que tenía un nudo en la garganta, pero a pesar de todo continuó hablando para el bebé:

      –Le hice algo terrible, Nicky. Lo herí de la peor manera que se puede herir a un hombre. Y eso me destrozó a mí también. Pero no tenía más alternativa. No, ninguna…

      Blaire se inclinó para besar al bebé en la punta de la nariz. Cada vez que miraba su rostro veía a Alik. Una y otra vez. Eran idénticos, pero Nicky en miniatura.

      –Estoy convencida de que aquel día que me constipé y fui a su despacho todo fue obra del destino. Yo para entonces ya estaba medio enamorada de tu padre: el famoso, el brillante, el apuesto profesor Jarman. Todas las chicas de clase tenían fantasías sobre él, pero fui yo la que tuvo la suerte de entrar en su despacho para hacer aquel examen. Él fue terriblemente tierno conmigo –continuó Blaire sintiendo un escalofrío al recordar el contacto de su mano en la mejilla, cuando él la tocó para ver si tenía fiebre–. Después de llevarme a casa, me llevó la cena y flores. No tuve que hacer el examen hasta que no me encontré bien. Y, para entonces, ya estaba locamente enamorada de él, incluso olvidé el resto de mis clases. Pasábamos juntos todo el tiempo que podíamos. Por las noches paseábamos a lo largo de la playa hablando de nuestras vidas, y al final siempre acabábamos el uno en brazos del otro. Él compartía todos sus sueños conmigo. ¿Te lo imaginas? ¡Conmigo! Yo le contaba los míos. Y tú eras parte de esos sueños, Nicky. Tú, y el resto de la familia que algún día tendríamos. Tu padre había llevado una vida fascinante. Su origen privilegiado le había dado la oportunidad de obtener la mejor educación en el mejor de los colegios. Había vivido aventuras que lo habían llevado alrededor del mundo. Y lo más sorprendente de todo es que él se convirtiera para mí en todo mi mundo, y yo en el suyo. Me vi forzada a romper con él… –continuó Blaire con voz trémula, recordando el dolor de aquellos días en que él se marchó a dar aquel seminario–… pero siempre le estaré agradecida por haberme dejado embarazada de ti. Tú eres todo lo que me queda de él. Cuando volvamos a casa, jamás volveré a mirar atrás. Voy a criarte para que seas igual que él, para que seas un hombre magnífico como lo es él. Voy a dedicarte mi vida entera, cariñín. Vamos, vamos a desvestirte y a prepararte para ir a la cama. Mañana nos espera un largo viaje a San Diego. Necesitas dormir, y yo también.

      Blaire se levantó de la cama para buscar el pijama de Nicky en la bolsa del bebé, y en ese momento sonó el teléfono. Debía de ser su madre que, preocupada, llamaba para enterarse de lo sucedido.

      «No me ha ido demasiado bien, mamá».

      Blaire


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