Renuncia por amor. Rebecca Winters

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Renuncia por amor - Rebecca Winters


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sintió que el auricular se le escapaba de las manos y golpeaba el suelo. Lo recogió con manos temblorosas.

      –Sí, lo estoy esperando. Por favor, dígale que suba.

      –Muy bien.

      «Dios».

      Tras escuchar el click del teléfono, Blaire corrió al baño a retocarse el carmín de los labios. Sus cabellos necesitaban un buen cepillado tras jugar con el bebé, que no dejaba de tirarle del pelo.

      El vaquero y el suéter azul de algodón que había escogido para ese día ya no le parecían adecuados, pero era demasiado tarde para cambiarse. Blaire escuchó unos golpes en la puerta que le resultaron familiares. Alik no llamaba como los demás. El corazón le dio un vuelco. Algunas cosas no cambiaban jamás.

      Blaire se apresuró a salir del baño para abrir, pero tenía tanto miedo y estaba tan nerviosa que tuvo que detenerse a respirar y calmarse unos instantes.

      Aquella mañana, con sus vaqueros y su camiseta, Alik le había parecido imponente, pero por la noche, afeitado y vestido con unos pantalones de sport y un polo azul marino que mostraban a las claras su devastadora masculinidad, Alik hacía palidecer de vergüenza al resto de los hombres.

      Violenta al comprender que había dejado que su mirada se deleitara vagando por su figura, Blaire se apresuró a levantar la vista temerosa de encontrar en él la misma mirada helada que le había dirigido aquella mañana. Sin embargo, algo había captado la atención de Alik en esa ocasión. Miraba más allá de ella, por encima de su hombro, hacia el bebé vestido con un adorable trajecito amarillo.

      Blaire vio cómo su pecho subía y bajaba, y después lo vio cruzar la habitación en un par de zancadas, pasando por su lado, hasta llegar a la cama. Cerró la puerta y se acercó despacio, esperando su reacción.

      Alik se sentó sobre la cama junto al bebé con aquella gracia masculina suya inconsciente. Blaire contuvo el aliento observándolo inclinarse sobre Nicky y pasar la mano por sus cabellos rizados.

      Su hijo no pareció molestarse especialmente cuando un completo extraño comenzó a desvestirlo. Nicky, con su apacible temperamento, dejó que Alik examinara cada rincón de su anatomía sin decir ni pío, desde los anchos hombros hasta los dedos cuadradotes y las largas piernas.

      Todo en él, desde las largas y negras pestañas idénticas a las de Alik, que enmarcaban unos ojos aún turbios, hasta su belleza masculina de cabellos negros y piel aceitunada, pasando por la mandíbula cuadrada y las orejas pegadas a una cabeza perfecta, todo, gritaba el nombre de Jarman.

      –¡Dios mío… tengo un hijo!

      La reverencia con la que se comportaba Alik, la extrañeza que delataba su voz ronca revelaba lo importante que era para él aquel momento. El corazón de Blaire comenzó a agitarse hasta estallar. Aunque lo hubiera hecho todo mal en la vida, ya nada tenía importancia: aquello lo había hecho bien. Blaire se aclaró la garganta y murmuró:

      –Quizá ahora comprendas por qué no me atreví a llevarlo a la excavación. De haberlo visto la gente se habría dado cuenta de un solo vistazo de que…

      –¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada? –exigió saber él sin dejarla terminar.

      El lado tierno de Alik había desaparecido. Levantó al niño semi-desnudo y lo tapó con la colcha sosteniéndolo contra su hombro. Luego se puso en pie, amenazador. Blaire dio un paso atrás al ver la ira en sus ojos.

      –Cuando rompí nuestro compromiso, no sabía que… no sabía que estaba embarazada. Luego, cuando lo descubrí, pensé que lo mejor era no contártelo.

      –¿Por qué? ¡Maldita seas!

      Alik hablaba sin elevar la voz. Quizá fuera esa la razón por la que sus reproches sonaban tan rotundos. Blaire enlazó las manos y contestó:

      –Te dije que estaba tomando la píldora, pero el ginecólogo me dijo que debía haberlas tomado durante un mes antes de…

      –Pero eso no explica por qué no me informaste de que llevabas a mi hijo en tu vientre.

      Horrorizada ante aquella agresividad inesperada, Blaire buscó las palabras que pudieran calmarlo. Cualquier cosa excepto la verdad.

      –Sabía cuánto me odiabas por haber roto así nuestra relación, mi comportamiento no tenía excusa posible, comprendí que había sido una cobarde. Y todo porque era demasiado inmadura para un hombre como tú. Por eso, dadas las circunstancias, no quise causarte más dolor.

      Los rasgos de Alik se endurecieron. Aquello pareció avejentarlo a pesar de tener solo treinta y seis años.

      –Y entonces, ¿por qué diablos has venido ahora?

      Blaire luchó por contener el llanto que le provocaban sus amargos reproches. «Siento mucho lo que te he hecho, mi amor. Jamás podrás imaginarte el infierno que ha supuesto para mí. Jamás podré explicártelo».

      –Porque al tener un niño me he visto obligada a tomar en consideración a otra persona aparte de mí. Antes de que naciera Nicky vivía como en un sueño. Sin embargo, cuando el médico lo dejó sobre mi vientre, de pronto me di cuenta de que en parte era tuyo. En ese momento decidí que vendría a traértelo en cuanto mi ginecólogo me permitiera viajar. No hubiera podido vivir ocultándotelo. Como padre de nuestro hijo, Dios te otorga el derecho a conocer su existencia. Rick… Rick está de acuerdo.

      –¿Rick? –repitió Alik palideciendo.

      De no haberlo conocido mejor, Blaire habría jurado que estaba enfermo.

      –Rick Hammond, mi novio –Dios mío, las mentiras crecían…–. Él sabe que estoy aquí, y por qué. Quiere ser un buen padre para Nicky cuando nos casemos. Es una buena persona, puedes confiar en él para ayudarme a criar a tu hijo.

      Alik se había quedado inmóvil. Aquello hubiera debido bastar para que Blaire se diera cuenta de que era mejor callar, pero llevaba semanas ensayando aquel discurso, y necesitaba decirlo todo de corrido mientras aún tuviera agallas.

      –Si… si quieres ver a Nicky de vez en cuando yo estoy dispuesta a arreglar contigo el tema de las visitas. Te daré mi número de teléfono –añadió acercándose a una cómoda para escribir el número en un papel–. Cuando Rick y yo nos casemos te daré el teléfono nuevo.

      Al levantar la cabeza, Blaire se dio cuenta de que Alik había dejado al bebé sobre la cama. Atónita, observó que se había tumbado junto al niño y medía su fuerza. La risa profunda que salió de su garganta fue prueba de cuánto le deleitaba estar con su hijo. Blaire había soñado muchas veces con una escena doméstica como aquella entre padre e hijo, pero la realidad, por otro lado, era tan triste, que tuvo que luchar por contener las lágrimas.

      –Alik…

      Alik siguió haciendo lo mismo, y Blaire se preguntó si la había oído.

      –¿Qué ocurre? –inquirió él sin mirarla siquiera.

      –Sé que todo esto ha sido un shock para ti, pero no es necesario que decidas hoy lo que vas a hacer. Si necesitas tiempo, yo lo comprendo.

      –No necesito tiempo –respondió él directo–. Quiero la custodia de Nicky.

      Era el turno de Blaire de quedarse helada. Era imposible que lo hubiera oído bien. Tenía que calmarse. Alik se enfrentaba a ella solo porque tenía que sacar de algún modo toda la rabia acumulada durante el año anterior. No debía tomar en serio sus palabras. Debía estar agotado, pero en cuestión de segundos se marcharía y todo habría terminado.

      Blaire fingió no haberlo oído, buscó el pijama en la bolsa de los pañales y se acercó a recoger al bebé de la cama para llevarlo a la cuna. Sin embargo, Alik lo tenía bien agarrado sobre su hombro.

      –Tengo que prepararlo para llevarlo a la cama, Alik.

      Él se quedó mirándola fijamente.

      –Necesito tiempo para acostumbrarme a mi


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