Despierta a mi lado - Placaje a tu corazon. Lorraine Murray
Читать онлайн книгу.¡Nada más! Estaba cabreada. Lo intuía, pero por ahora sería mejor descansar. Ya lo hablaría con ella en el avión.
5
Se despertó mucho antes de que sonara la melodía de su móvil. Lo apagó de manera automática, ya que le bastaba con extender el brazo hasta la mesilla de noche junto a su cama. Continuaba mirando de manera fija el techo de su habitación. Le estaba dando vueltas a la manera en la que se despidió de Fabrizzio. Dejándolo con la palabra en la boca en su despacho para subirse a su Honda Black Shadow, y surcar las calles de la ciudad como si quisiera huir de todo. Se había acostado tarde, ya que era consciente de que esa noche le costaría conciliar el sueño. Y no porque no lo intentara, sino porque tenía a cierto italiano metido en la cabeza. Cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos la asaltaban sin tregua obligándola a permanecer en vela durante horas. Nunca antes una relación… sonrió al pensar en esa palabra, bueno la verdad era que no sabía si podía calificarse como tal. Mejor lo dejaría en un simple «rollo» o «aventura» que no sabía hacia dónde iba. Pues eso, nunca antes un tío le había dado tantos quebraderos de cabeza. ¡Y solo habían pasado una noche y un día juntos! Se sentía rara, como si no se conociera a sí misma. No se había preocupado por lo que pudiera suceder, ya que los tíos siempre se marchaban en mitad de la noche sin dejar señales. Nunca se había planteado nada con él y, como decían sus amigas, los asustaba. Pero entonces, ¿por qué Fabrizzio no había salido corriendo? Aparte de ser quien era, y su relación profesional con ella, claro está. ¿Por qué se quedó a pasar la noche en su cama? Frunció el ceño y en un acto reflejo estiró el brazo hacia el otro lado para comprobar que estaba vacío. Hizo una ligera mueca de disgusto por este hecho pero se dijo que en parte era lo mejor que podía suceder. «Solo es una relación profesional. Nada más. NO más besos. NO más caricias. NO más miradas provocativas. Y mucho menos juegos bajo las sábanas. O encima», se dijo con determinación, antes de levantarse de la cama y caminar hasta la ducha. Necesitaba estar despejada para enfrentarse a él. Sin embargo, se detuvo de repente cuando los recuerdos de sus cuerpos juntos bajo el chorro de agua la envolvieron y no pudo evitar sonreír con cierta nostalgia. Sintió que la piel se le erizaba con solo pensar en sus sensuales caricias, sus apasionados besos y sus juegos mientras el agua y el jabón recorrían las curvas de sus cuerpos como si de uno solo se tratara. ¿Es que todo le recordaba a él? ¿Tampoco iba a poder desayunar? Sacudió la cabeza y, tras desprenderse de su ropa interior y de la camiseta que empleaba para dormir, abrió el grifo de la ducha y se sumergió bajo el agua fría. Tembló, chilló, y sintió la piel de gallina al contacto con esta. Maldijo el hecho de no haber regulado la temperatura y, tras unos segundos de espera, logró adaptarla a su gusto. Apretó los dientes pensando que el día no empezaba nada bien.
Abandonó el hotel con tiempo para llegar al aeropuerto y esperar allí a Fiona. Confiaba que fuera puntual. Se habían limitado a intercambiar sendos WhatsApp la noche antes para concretar el viaje. Nada más. No la había llamado porque no quería ser inoportuno, además, tal vez debería haber sido ella quien lo hiciera después de su impetuosa salida de su despacho. Le dio la impresión de que la información que le había facilitado no le parecía interesante, después de todo. Pero, en fin, era su exposición. Él solo se estaba limitando a echarle una mano. Se maldijo por el giro que habían tomado los acontecimientos. Tan solo cuarenta y ocho horas antes había amanecido en su cama, después de haber pasado una inolvidable noche con ella. Y ahora ni siquiera sabía cómo reaccionaría al verla. Al menos sabía que no la recibiría con dos besos. Aquella mujer era impredecible. Sin duda que David tenía razón cuando le mencionó su carácter. ¿Por qué se había comportado de aquella manera? Primero intentó seducirlo y después salió pitando de su despacho dejándolo con la palabra en la boca. ¡Una mujer increíble!
Decidió tomar el autobús Airlink 100 que lo dejaría en la terminal. Llegaría con tiempo para un café y repasar algunas notas. Al llegar a la terminal la buscó incesantemente por si estuviera por allí, esperándolo. Pero sus deseos se esfumaron en un minuto. Sacudió la cabeza mientras echaba un vistazo a su vuelo. Volarían a Pisa y desde allí a Florencia en tren. Confiaba en que pudieran limar diferencias durante el viaje. Echó un vistazo al reloj para comprobar que les quedaban casi dos horas para que el vuelo saliera. Caminó hasta los asientos que habían dejado libres un par de viajeros y se dispuso a esperarla allí sentado sin poder dejar de pensar en ella.
Se apeó del bus y cruzó las puertas de la terminal de salidas con una sonrisa en sus labios. Echó un vistazo al monitor donde se reflejaban las salidas y llegadas de los aviones. El suyo, que iba a Pisa, saldría en una hora y media aproximadamente. Consultó su móvil por si tuviera algún mensaje de Fabrizzio, pero no había rastro de él. Frunció el ceño, desconcertada por este hecho. ¡Que no la hubiera llamado para quedar en la terminal era imperdonable! De verdad que su comportamiento le parecía algo infantil. Tal vez por ese motivo ella no tenía pareja. ¡Y luego decía Moira que los asustaba! ¿No sería porque se daban cuenta de que no podía haber nada entre ellos comportándose de aquella manera? Resopló mientras echaba un vistazo a la sala de facturación en busca de él.
Sin duda que llamaba la atención. Con sus vaqueros y su chaqueta de piel en plan motera o estrella del rock. Y con aquellas gafas de espejo con las que lo miraba. Fabrizzio la vio avanzar hacia él con el pelo recogido en lo alto de la cabeza dejando despejado todo su cuello. Mmm, recordó los besos que le había dado ahí, presionando lo justo para hacerla vibrar de deseo. Y luego esa camisa de cuadros abierta dejando entrever sus pechos turgentes por encima de un top de color blanco. Estaba convencido de que se había puesto un push up para realzarlo más y con ello provocarlo. ¡¿Acaso quería matarlo?! ¡¿Por qué se vestía tan sexy cuando estaba con él?! O al menos eso le parecía a él. Sin duda que aquella semana prometía emociones fuertes, y no había hecho más que comenzar. No quería ni imaginar lo que pensaría Carlo cuando la conociera. Ese pensamiento tensó todo su cuerpo como si de un arco se tratara, y estuviera dispuesto a salir lanzado como una flecha.
Fiona se detuvo justo delante de él apoyándose en su maleta y lo miró por encima de las gafas. No pudo evitar sentir un escalofrío cuando los ojos de Fabrizzio se posaron en ella. No debió mirarlo por encima de las gafas sabiendo lo que le provocaba. Pero sentía curiosidad por comprobar si, en efecto, aún tenía esa capacidad de hacerla estremecer con una sola mirada. Debía reconocer que estaba atractivo esa mañana. No demasiado, pero su rostro soñoliento tenía su encanto. Además, no se había afeitado y esa barba de dos días le daba un aspecto más serio, más duro, que no le quedaba nada mal, pensó sonriendo con malicia. «Oye quedamos en que se trataba de una relación profesional. Nada de pensamientos de esa clase, ¿de acuerdo?», se dijo a sí misma cuando se descubrió pensando en lo que le apetecería hacerle. Tal vez se sintiera así porque el recuerdo de los encuentros en su cama o en la ducha aún no se habían evaporado del todo. No podía evitar pensar en lo interesante que se ponía cuando se hacía el chico duro. Umm, era una delicia a pesar de todo. No estaba segura de respetar su decisión de comportarse como una profesional en todo el tiempo que pasaran juntos en Florencia. Sabía que en su interior habitaba una diablilla que no dejaría escapar la oportunidad para intentar seducirlo.
–¿Tenemos tiempo para un café? –le preguntó poniéndose las gafas en lo alto de la cabeza, lo que le daba un aspecto sensual y divertido. Se enfrentaría a su mirada de manera directa. Demostrándole que no le tenía miedo. Que no le afectaba la atracción que existía entre ellos.
–¿No has desayunado? –le preguntó él con un leve toque de sorpresa en su voz, que a Fiona le pareció que sonaba a burla.
–No me ha dado tiempo. No tenía quien me lo preparase –le soltó tratando de hacerle sentir responsable de ello, pero nada más decirlo pensó que tal vez debiera haberse callado.
Antes de que él dijera nada, ella emprendió el camino hacia el puesto de café más cercano bajo la mirada llena de curiosidad de Fabrizzio, y la de los tíos con los que se cruzaba. Miradas llenas de lujuria por lo que le harían si se dejara. Sonrió irónico al darse cuenta de este hecho, y la siguió pensando que tal vez las cosas no estaban tan mal entre ellos como había creído en un principio. ¿Qué le había dicho? ¿Él era el culpable de que