Déjame en paz…, y dame la paga. Javier Urra

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Déjame en paz…, y dame la paga - Javier Urra


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de la sana costumbre de reírnos de nosotros mismos, genial reírse con alguien, terrible reírse de alguien. Y es que quien ha perdido el sentido del humor y la capacidad de reírse de sí mismo es un ser peligroso, pues ha olvidado lo esencial: la humildad.

      Por otro lado y desde la psicología sabemos que pensamiento y lenguaje van de la mano. Que hay que tener riqueza verbal. Que hemos de utilizar el lenguaje como imán prosocial, como colchón afectivo. Que siempre debe haber un diccionario que consultar. Gustemos de la palabra bien dicha. Y es que no hay más pensamiento que el lenguaje, nos lo enseñó Vygotsky.

      Como hemos dicho, aprovechemos las noticias, los sucesos, para comentarlos con nuestros hijos, para escuchar sus opiniones, para dialogar, para conocernos. Formemos en la necesaria capacidad crítica, y autocrítica, mucho más allá de las modas, formémosles para poner filtros a la información para en la medida de lo posible contrastar la veracidad, la fiabilidad de lo que se nos transmite. Hagamos entender que somos naturaleza. No es que ayudemos a la naturaleza, no es que la preservemos, es que somos naturaleza. Vayámonos de acampada, paseemos por el bosque, escuchemos el silencio, caminemos, miremos a las estrellas, encontrémonos a nosotros mismos en el cosmos, en el mundo, en lo que nace y muere.

      EL PERDÓN, LA INCERTIDUMBRE Y LA CONFIANZA

      Aprendamos y enseñemos a perdonar, a dejarse perdonar, a perdonarse, es esencial para reconciliarse. Perdonar desinfla la ira, la cólera, la hostilidad, hay que enseñar a entender que nos sentimos las más de las veces ofendidos, pero la verdad es que en ocasiones somos los ofensores.

      En la vida hay situaciones, conductas, personas que nos hieren, pero si bien es difícil olvidar, pues quizás no esté en nuestra mano, sí lo está perdonar. Practiquemos.

      Dotemos y dotémonos de razones de vida. Hablemos de lo esencial. Puesto que cuando nos referimos a los adolescentes, hemos de plantearnos cómo somos nosotros, cómo fuimos educados, qué miedos nos acompañan, cuáles son nuestras sombras. Déjame en este punto formularte una pregunta muy fácil, y una muy difícil; la fácil dice: a partir de hoy tú no puedes comer pescado o carne, ¿qué elegirías? La difícil cuestión: a partir de hoy, o nadie te quiere, o tú pierdes la capacidad de querer, ¿qué elegirías? Estos son aspectos esenciales de quienes somos y cómo nos gustaría ser, y es desde ahí donde hemos de educar a nuestros hijos.

      Aprendamos también y enseñemos a manejarnos con la incertidumbre, a encontrarnos con la duda, pues tres de cada cuatro de nuestros niños se separarán de su pareja a lo largo de su vida y muy posiblemente cambiarán varias veces de trabajo, y más que probable habitarán en distintas ciudades. Un mundo cambiante, un mundo que se definió como líquido requiere manejarse como decíamos en la incertidumbre, pero como todo en la vida hay que planteárselo, hay que practicarlo, hay que anticiparlo.

      Resituémonos. Lo importante es el Tú, y en todo caso el Nosotros. Este tema es fundamental, insoslayable, pues esta sociedad es yoica, pareciera que estamos siempre jugando al yoyó. Y repito, lo importante es el Tú, los otros, hasta numéricamente. Es así como hemos de educar, ahora que tanto hablamos de la empatía, de las neuronas espejo, de ponerse en el lugar del otro.

      Gustemos de la belleza, ya venga de la mano del ser humano o de la naturaleza. No pasemos por la vida sin apreciar lo bello, lo artístico, ganaremos un mundo mucho más rico, mucho más pleno, mucho más explicable en sí mismo.

      Fortalezcamos el autodominio, el autocontrol, apoyemos la libertad en la responsabilidad.

      Aquí hay algo muy exigible, que es la confianza, que no se quiebre, que no se ponga en entredicho. Anticipemos que preferimos los hechos crudos a la mentira, al desplazamiento de responsabilidades, puesto que la confianza, una vez se quiebra, no es fácil de restaurar. Lo que más valoran los adolescentes en la comunicación es la confianza.

      Si ves que tu hijo emplea la mentira de una forma calumniosa, debes hablar con él porque, normalmente, o hay una equívoca competitividad, o hay celos; en fin, más allá de que intente preservar su universo íntimo, debes tratar con él un tema tan indigno.

      Inculquemos valores transcendentales que les faciliten el autoconocimiento y el autodominio. Mostremos amor a la lectura, al aprendizaje. Pasión, si se puede, por el estudio, este será el antídoto para evitar en lo posible la estupidez que nos es propia. Aprender es un lujo que nos puede acompañar desde que llegamos a la vida hasta que nos despedimos de ella.

      Asumamos la transcendencia del esfuerzo, fortalezcamos la voluntad. En la vida hay ocasiones, las más, en que hemos de cooperar, pero también otras, no nos engañemos, en que hay que competir. La voluntad, la perseverancia casi lo puede todo.

      Acostumbrémonos a formular y a formularnos dilemas éticos, quizás un adolescente no pueda dar respuesta a algunos como el que trata de la eutanasia, pero estimo que haremos bien en hablar con ellos de temas que, siendo difíciles, son centrales para la vida, para la muerte, para la dignidad.

      Plantear dilemas es una forma de compartir interrogantes, de invitar a pensar, de establecer un lazo de compromiso, de respeto, de interés.

      EL DEPORTE Y LA IMAGINACIÓN

      Naturalmente que hay que practicar deporte, bien está ir a ver partidos o saltos de hípica, pero también lo es el practicar deporte, el ponerse objetivos, el disfrutar, el ganar y perder. El ochenta por ciento de los adolescentes no realizan el ejercicio físico mínimo recomendado. Al fin, los adultos también tenemos que aprender que nuestros hijos, a los que llevamos de pequeños en brazos, un día nos ganarán en muchos aspectos, entre otros el del deporte.

      Si, por ejemplo, decides ir los sábados con tu hijo a la piscina a las nueve de la mañana, estarás generando una estupenda relación, que no dudes, os unirá mucho más, pero es que, además, le permitirás tener mentalidad deportiva, sana, y, por tanto, sus horarios de ocio nocturno serán más restringidos y más acordes con lo que es preceptivo en favor de la salud.

      Algo que no puede olvidársenos es estimular la imaginación. Posicionémonos desde una visión global, poliédrica, abierta, propiciemos la creatividad, las ideas en los planteamientos, en las acciones. Dejémonos sorprender positivamente por algunas propuestas que nos hagan nuestros adolescentes. Y discriminemos lo que está bien de lo que está mal. Señalemos que hay frases que son marcadamente racistas y anteceden a conductas peligrosísimas. No todo es válido, no lo es la corrupción, no lo es la prostitución, y que quienes han militado, por ejemplo, en grupos terroristas, no pueden darnos jamás una clase de moral o de ética. Traslademos por ello a nuestros hijos que dar la vida por alguien puede estar bien; quitársela, categóricamente, radicalmente, está mal.

      Gustemos de la fantasía. En los niños, la ilusión es mágica, en los adolescentes, utópica. Precisamos tener los pies más en la tierra que en el suelo, pues provenimos de la tierra y a ella volveremos. Pero junto a ello el ser humano precisa de fantasear, de evadirse, de suponer, de imaginar. Y unamos estos aspectos con otros que ya hemos señalado, por ejemplo, ver películas con nuestros hijos del tipo Campeones, nos abre la puerta a hablar de las personas con discapacidad y de la dificultad cuando no imposibilidad para alcanzar la plena inclusión, lo cual no anula la mayor y mejor de las integraciones. La de El Bola nos muestra de manera irrefutable lo que es el maltrato a la infancia, y otras como Te doy mis ojos, de Itziar Bollaín sobre la terrible y repudiable violencia machista o violencia de género.

      Transmitamos y obliguémonos en favor de la humildad. Más allá de la resiliencia, somos vulnerables, tenemos fecha de caducidad. A veces los adolescentes y los menos jóvenes nos sentimos casi dioses, pero hemos de ser conscientes de que una llamada telefónica puede eclipsarnos y para siempre la vida.

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