El sombrero de tres picos. Pedro Antonio de Alarcón

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El sombrero de tres picos - Pedro Antonio de Alarcón


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aquella misma aventura de El Molinero y la Corregidora, siempre de labios de graciosos 3-15 de aldea y de cortijo, por el orden del ya difunto Repela, y además la hemos leído en letras de molde en diferentes Romances de ciego y hasta en el famoso Romancero del inolvidable D. Agustín Durán.

      El fondo del asunto resulta idéntico: tragi-cómico, 3-20

       zumbón y terriblemente epigramático, como todas las

       lecciones dramáticas de moral de que se enamora nuestro

       pueblo; pero la forma, el mecanismo accidental,

       los procedimientos casuales, difieren mucho, muchísimo,

       del relato de nuestro pastor, tanto, que éste no hubiera 3-25

       podido recitar en la Cortijada ninguna de dichas versiones,

       ni aun aquellas que corren impresas, sin que antes se tapasen los oídos las muchachas en estado honesto, o sin exponerse a que sus madres le sacaran los ojos.—¡A tal punto han extremado y pervertido los groseros patanes de otras provincias el caso tradicional que tan sabroso, discreto y pulcro resultaba en 4-5 la versión del clásico Repela!

      Hace, pues, mucho tiempo que concebimos el propósito

       de restablecer la verdad de las cosas, devolviendo

       a la peregrina historia de que se trata su primitivo carácter,

       que nunca dudamos fuera aquel en que salía 4-10

       mejor librado el decoro.—Ni ¿cómo dudarlo? Esta

       clase de relaciones, al rodar por las manos del vulgo,

       nunca se desnaturalizan para hacerse más bellas, delicadas

       y decentes, sino para estropearse y percudirse al

       contacto de la ordinariez y la chabacanería. 4-15

      Tal es la historia del presente libro.... Conque

       métamenos ya en harina; quiero decir, demos comienzo

       a la relación de El Corregidor y la Molinera, no sin esperar de tu sano juicio (¡oh respetable público!) que «después de haberla leído y héchote más cruces que 4-20 si hubieras visto al demonio (como dijo Estebanillo González al principiar la suya), la tendrás por digna y merecedora de haber salido a luz.»

      Julio de 1874.

      ———————————————————

      EL SOMBRERO DE TRES PICOS

      I

      DE CUÁNDO SUCEDIÓ LA COSA

      Comenzaba este largo siglo, que ya va de vencida.—No

       se sabe fijamente el año: sólo consta que era

       después del de 4 y antes del de 8.

      Reinaba, pues, todavía en España Don Carlos IV de

       Borbón; por la gracia de Dios, según las monedas, y 5-5 por olvido o gracia especial de Bonaparte, según los boletines franceses.—Los demás soberanos europeos descendientes de Luis XIV habían perdido ya la corona (y el jefe de ellos la cabeza) en la deshecha borrasca que corría esta envejecida parte del mundo desde 1789. 5-10

      Ni paraba aquí la singularidad de nuestra patria en

       aquellos tiempos. El Soldado de la Revolución, el hijo

       de un obscuro abogado corso, el vencedor en Rívoli, en

       las Pirámides, en Marengo y en otras cien batallas,

       acababa de ceñirse la corona de Carlo Magno y de 5-15

       transfigurar completamente la Europa, creando y suprimiendo

       naciones, borrando fronteras, inventando dinastías

       y haciendo mudar de forma, de nombre, de sitio,

       de costumbres y hasta de traje a los pueblos por donde

       pasaba en su corcel de guerra como un terremoto animado, 5-20 o como el "Antecristo," que le llamaban las potencias del norte...—Sin embargo, nuestros padres (¡Dios los tenga en su santa gloria!), lejos de odiarlo o de temerle, complacíanse aún en ponderar sus descomunales hazañas, como si se tratase del héroe de un libro de caballerías, 6-5 o de cosas que sucedían en otro planeta, sin que ni por asomos recelasen que pensara nunca en venir por acá a intentar las atrocidades que había hecho en Francia, Italia, Alemania y otros países. Una vez por semana (y dos a lo sumo) llegaba el correo de Madrid a la mayor 6-10 parte de las poblaciones importantes de la Península, llevando algún número de la Gaceta (que tampoco era diaria), y por ella sabían las personas principales (suponiendo que la Gaceta hablase del particular) si existía un estado más o menos allende el Pirineo, si se 6-15 había reñido otra batalla en que peleasen seis ú ocho reyes y emperadores, y si Napoleón se hallaba en Milán, en Bruselas o en Varsovia...—Por lo demás, nuestros mayores seguían viviendo a la antigua española, sumamente despacio, apegados a sus rancias costumbres, 6-20 en paz y en gracia de Dios, con su Inquisición y sus frailes, con su pintoresca desigualdad ante la ley, con sus privilegios, fueros y exenciones personales, con su carencia de toda libertad municipal o política, gobernados simultáneamente por insignes obispos y poderosos 6-25 corregidores (cuyas respectivas potestades no era muy fácil deslindar, pues unos y otros se metían en lo temporal y en lo eterno), y pagando un sinnúmero de contribuciones y tributos, cuya nomenclatura no viene a cuento ahora. 6-30

      Y aquí termina todo lo que la presente historia tiene

       que ver con la militar y política de aquella época; pues

       nuestro único objeto, al referir lo que entonces sucedía

       en el mundo, ha sido venir a parar a que el año de que

       se trata (supongamos que el de 1805) imperaba todavía 7-5

       en España el antiguo régimen en todas las esferas de la vida pública y particular, como si, en medio de tantas novedades y trastornos, el Pirineo se hubiese convertido en otra Muralla de la China.

      II

      DE CÓMO VIVÍA ENTONCES LA GENTE

      En Andalucía, por ejemplo (pues precisamente aconteció

       en una ciudad de Andalucía lo que vais a oír), las

       personas de suposición continuaban levantándose muy temprano; yendo a la Catedral a misa de prima, aunque no fuese día de precepto, almorzando, a las nueve, 8-5 un huevo frito y una jícara de chocolate con picatostes; comiendo, de una a dos de la tarde, puchero y principio, si había caza, y, si no, puchero solo; durmiendo la siesta después de comer; paseando luego por el campo; yendo al Rosario, entre dos luces, a su respectiva parroquia; 8-10 tomando otro chocolate a la Oración (éste con bizcochos); asistiendo los muy encopetados a la tertulia del corregidor, del deán, o del título que residía en el pueblo; retirándose a casa a las Ánimas; cerrando el portón antes del toque de la queda, cenando ensalada 8-15 y guisado por antonomasia, si no habían entrado boquerones frescos, y acostándose incontinenti con su señora (los que la tenían), no sin hacerse calentar primero la cama durante nueve meses del año...

      ¡Dichosísimo tiempo aquel en que nuestra tierra 8-20

       seguía en quieta y pacífica posesión de todas las telarañas,

       de todo el polvo, de toda la polilla, de todos los

       respetos, de todas las creencias, de todas las tradiciones,

       de todos los usos y de todos los abusos santificados por los siglos! ¡Dichosísimo tiempo aquel en que había en la sociedad humana variedad de clases, de afectos y de costumbres! ¡Dichosísimo tiempo, digo..., para los poetas especialmente, que encontraban un entremés, un sainete, una comedia, un drama, un auto sacramental o 9-5 una epopeya detrás de cada esquina, en vez de esta prosaica uniformidad y desabrido realismo que nos legó al cabo la Revolución Francesa!—¡Dichosísimo tiempo, sí!...

      Pero


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