El sombrero de tres picos. Pedro Antonio de Alarcón

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El sombrero de tres picos - Pedro Antonio de Alarcón


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la historia del Sombrero de tres picos.

      III

      DO UT DES

      En aquel tiempo, pues, había cerca de la ciudad de

       *** un famoso molino, harinero (que ya no existe),

       situado como a un cuarto de legua de la población,

       entre el pie de suave colina poblada de guindos y

       cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen 10-5

       (y algunas veces de lecho) al titular, intermitente y

       traicionero río.

      Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo

       que aquel molino era el predilecto punto de llegada y

       descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada 10-10

       ciudad...—Primeramente, conducía a él un

       camino carretero, menos intransitable que los restantes

       de aquellos contornos.—En segundo lugar, delante del

       molino había una plazoletilla empedrada, cubierta por

       un parral enorme, debajo del cual se tomaba muy bien 10-15

       el fresco en el verano y el sol en el invierno, merced a

       la alternada ida y venida de los pámpanos....—En

       tercer lugar, el molinero era un hombre muy respetuoso,

       muy discreto, muy fino, que tenía lo que se llama don

       de gentes, y que obsequiaba a los señorones que solían 10-20

       honrarlo con su tertulia vespertina, ofreciéndoles...

       lo que daba el tiempo, ora habas verdes, ora cerezas y

       guindas, ora lechugas en rama y sin sazonar (que están

       muy buenas cuando se las acompaña de macarros de pan y aceite; macarros que se encargaban de enviar por delante sus señorías), ora melones, ora uvas de aquella misma parra que les servía de dosel, ora rosetas de maíz, si era invierno, y castañas asadas, y almendras, y nueces, y de vez en cuando, en las tardes muy frías, 11-5 un trago de vino de pulso (dentro ya de la casa y al amor de la lumbre), a lo que por Pascuas se solía añadir algún pestiño, algún mantecado, algún rosco o alguna lonja de jamón alpujarreño.

      —¿Tan rico era el molinero, o tan imprudentes sus 11-10

       tertulianos?—exclamaréis, interrumpiéndome.

      Ni lo uno ni lo otro. El molinero sólo tenía un

       pasar, y aquellos caballeros eran la delicadeza y el

       orgullo personificados. Pero en unos tiempos en que

       se pagaban cincuenta y tantas contribuciones diferentes 11-15

       a la Iglesia y al Estado, poco arriesgaba un rústico

       de tan claras luces como aquél en tenerse ganada la

       voluntad de regidores, canónigos, frailes, escribanos

       y demás personas de campanillas. Así es que no

       faltaba quien dijese que el tío Lucas (tal era el nombre 11-20

       del molinero) se ahorraba un dineral al año a fuerza

       de agasajar a todo el mundo.

      —«Vuestra Merced me va a dar una puertecilla

       vieja de la casa que ha derribado,» decíale a uno.—«Vuestra

       Señoría (decíale a otro) va a mandar que me 11-25

       rebajen el subsidio, o la alcabala, o la contribución de

       frutos-civiles.»—«Vuestra Reverencia me va a dejar

       coger en la huerta del convento una poca hoja para

       mis gusanos de seda.»—«Vuestra Ilustrísima me va a

       dar permiso para traer una poca leña del monte X.»—«Vuestra 11-30

      Paternidad me va a poner dos letras para

       que me permitan cortar una poca madera en el pinar H.»—«Es

       menester que me haga Usarcé una escriturilla

       que no me cueste nada.»—«Este año no puedo pagar

       el censo.»—«Espero que el pleito se falle a mi favor.»—«Hoy 12-5

       le he dado de bofetadas a uno, y creo que

       debe ir a la cárcel por haberme provocado.»—«¿Tendría

       su Merced tal cosa de sobra?»—«¿Le sirve a

       Usted de algo tal otra?»—«¿Me puede prestar la

       mula?»—«¿Tiene ocupado mañana el carro?»—«¿Le 12-10

       parece que envíe por el burro?»

      Y estas canciones se repetían a todas horas, obteniendo

       siempre por contestación un generoso y desinteresado...

       «Como se pide.»

      Conque ya veis que el tío Lucas no estaba en camino 12-15

       de arruinarse.

      IV

      UNA MUJER VISTA POR FUERA

      La última y acaso la más poderosa razón que tenía

       el señorío de la ciudad para frecuentar por las tardes el molino del tío Lucas, era... que, así los clérigos como los seglares, empezando por el Sr. Obispo y el Sr. Corregidor, podían contemplar allí a sus anchas 13-5 una de las obras más bellas, graciosas y admirables que hayan salido jamás de las manos de Dios, llamado entonces el Ser Supremo por Jovellanos y toda la escuela afrancesada de nuestro país....

      Esta obra... se denominaba «la señá Frasquita.» 13-10

      Empiezo por responderos de que la señá Frasquita,

       legítima esposa del tío Lucas, era una mujer de bien, y

       de que así lo sabían todos los ilustres visitantes del

       molino. Digo más: ninguno de éstos daba muestras

       de considerarla con ojos de varón ni con trastienda 13-15

       pecaminosa. Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones

       (delante de su marido, por supuesto), lo mismo

       los frailes que los caballeros, los canónigos que los

       golillas, como un prodigio de belleza que honraba a su

       Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, 13-20

       que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos.—«Es

       un hermoso animal,» solía decir el virtuosísimo Prelado.—«Es una estatua de la antigüedad helénica,» observaba un Abogado muy erudito, Académico correspondiente de la Historia.—«Es la propia estampa de Eva,» prorrumpía el Prior de los Franciscanos.—«Es una real moza,» exclamaba el Coronel de milicias.—«Es una sierpe, una sirena, ¡un demonio!» añadía el Corregidor.—«Pero es una buena 14-5 mujer, es un ángel, es una criatura, es una chiquilla de cuatro años,» acababan por decir todos, al regresar del molino atiborrados de uvas o de nueces, en busca de sus tétricos y metódicos hogares.

      La chiquilla de cuatro años, esto es, la señá Frasquita, 14-10

       frisaría en los treinta. Tenía más de dos varas

       de estatura, y era recia a proporción, o quizás más

       gruesa todavía de lo correspondiente a su arrogante

       talla. Parecía una Niobe colosal, y eso que no había

       tenido hijos: parecía un Hércules... hembra: parecía 14-15

      


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