Platón en Anfield. Serafín Sánchez Cembellín

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Platón en Anfield - Serafín Sánchez Cembellín


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visto con estos dos ejemplos cómo el orden romano era flexible, se amoldaba a las circunstancias, y esto les permitió una hegemonía militar incuestionable durante mucho tiempo. Su línea de actuación en Cinoscéfalos y en Pidna parece clara: estrategia, atraer, desordenar y golpear al enemigo.

      El águila vuela sobre el césped

      Yo creo que si tuviéramos que definir a Italia en un campo habría que hacerlo también a partir de estos parámetros, de los que ya hemos venido hablando. Para desarrollar un poco más esta idea y al igual que antes tomé como ejemplo dos batallas, voy a tomar ahora dos partidos de Italia. Pero no dos partidos cualquiera, sino esos en los que uno se juega la vida futbolísticamente hablando y en los que a una selección le sale lo que de verdad tiene dentro, partidos de Mundial; en concreto una final y una semifinal. El rival, el mismo: Alemania.

      Estadio Santiago Bernabéu, 11 de julio de 1982. Italia y Alemania disputan la final del Mundial. Las dos grandes potencias europeas frente a frente, jugándose ni más ni menos que el campeonato del mundo.

      Pero Italia tiene una ventaja, Italia es la legión y sabe vivir en situaciones límite sin perder el orden y el sentido de las cosas. Fallan un penalti, pero como los soldados romanos en Pidna, no se descomponen por ello. Saben que es muy importante aguantar su portería a cero, por eso tratan de asegurar en defensa y no cometer errores. La primera parte acaba con empate sin goles. Pero en la reanudación buscan el gol con todo en las jugadas de estrategia. Y la jugada llega.

      Los alemanes se van a lanzar a muerte hacia arriba, y van a descuidar su defensa. Italia está bien, está en lo suyo. Van a esperar el momento y lanzar sus cohortes entre los huecos del enemigo. Y el momento, por supuesto, aparece.

      Alemania sube y percute, pero la línea de cohortes aguanta y cuando cree que el enemigo se ha descubierto lo suficiente asesta el golpe. Rossi presiona a un jugador alemán y, justo cuando ya no puede más, llega la segunda línea, y el hombre que la comanda, Scirea, rompe desde atrás con fe, con determinación, con la fuerza del Aquilifer que lleva el águila que no puede perder. Atraviesa el campo entonces con el poderío del que sabe que esa jugada va a ganar un Mundial. Se la da a Conti, este a Rossi, quien la abre de nuevo a Scirea que viene siguiendo la jugada, dando ejemplo, tirando de sus hombres, y entre Scirea y Bergomi preparan la sentencia.

      Al final Scirea ve a Tardelli en la frontal y este cayendo remata: 2-0 y se acabó lo que se daba.

      El resultado fue 3-1 a favor de Italia, el tercer gol de Italia es una contra todavía más brutal que la del segundo gol y que acaba con tanto de Altobelli.

      La historia se repite. El orden no deja lugar al azar, la idea de arbitrariedad y de capricho divino fue la que la filosofía destruyó, y la filosofía es Grecia, y Grecia es Roma. Por eso Italia sigue teniendo las cosas muy claras 24 años más tarde, el 4 de julio de 2006, momento en el que se va a enfrentar de nuevo a Alemania en Dortmund, para ver quien llega a la final.

      Esta vez Italia lleva todo el Mundial en lo suyo. No como en el Mundial de España, en el que solo empezaron a sentirse bien al final. A estas alturas de competición están en la semifinal, llevan solo un gol en contra y siguen sabiendo lo que hay que hacer, porque a los italianos en esos partidos les salen los genes, y si lo estaban haciendo bien, uno puede pensar que en este, que conduce a la final, lo van a hacer mejor.

      El partido vuelve a ser táctico. Los alemanes ya no tienen la superioridad que antaño a veces demostraban y también se protegen. Hay mucha emoción pero el partido acaba con empate a cero. Pero lo cierto es que cuando la cosa se pone así de cruda y estando Italia en el asunto, la historia ya está escrita. Todos sabemos quién va a conservar la cabeza fría, quién va a aguantar la presión, quién va a ser el último en romper sus filas.

      Segunda parte de la prórroga. La gente cree que se buscan los penaltis, pero Italia sigue aguardando su momento, no hay prisa, nunca hay prisa. Estira el tiempo hasta el final como estira la presión. Juega con ella, la modela según sus intereses. Y al final, y tal y como ocurrió 24 años antes, el momento llega, un poco más tarde, pero llega.

      Si Italia estaba en su ambiente, ahora lo está más y por eso, cuando Alemania está a punto de desmoronarse, asesta el golpe definitivo, que en realidad ya estaba dado. Si alguien pudiera verlo merece la pena compararlo con el segundo gol, el de Tardelli, en la final del 82. Son iguales en estructura, es la misma jugada, la contra letal que mata en un suspiro. Pero ahora quien hace de Scirea es Cannavaro, es este el que sale de atrás presionando y robando el balón, portando el águila como nuevo Aquilifer. Le releva Totti, quien mete un estratosférico pase al hueco a Gilardino, este espera y de pronto, por la izquierda, le dobla Del Piero que se planta frente a Lehmann y con una maestría inenarrable la pone en la escuadra. 2-0, y otra contra demoledora, son cinco segundos, no más. Es Italia atrayendo, descolocando y matando, Italia en su pura esencia.

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