Mis suspiros llevan tu nombre. C. Martínez Ubero

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Mis suspiros llevan tu nombre - C. Martínez Ubero


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con su cabeza sin dejar de sonreírme.

      Le lancé un beso desde la misma puerta y mandé un mensaje a Mónica y Miriam para que pasaran la tarde conmigo.

      En poco menos de una hora ellas ya habían llegado, bajamos hasta la piscina y nos dispusimos a practicar nuestro deporte favorito y el que mejor se nos daba, tumbarnos a tomar el sol, habiendo llegado a tened récords de entrar en “coma profundo” durante horas. Fran y Raúl estaban metidos en el agua, jugando con una ballena hinchable sin dejar de salpicarnos a posta. Mónica, haciéndose la madura, aparentaba estar bastante molesta por aquello y les regañaba como si fueran unos niños pequeños, mientras mi otra amiga y yo seguíamos relajadas.

      De pronto dejé de escuchar a Mónica protestar y noté que me apretaba la mano, la miré preguntando con un gesto que qué quería y ella, sin hablar, me indicó hacia la entrada del jardín, me incorporé un poco y vi a mi pianista acercarse en bañador hasta nosotras, bajé un poco mis gafas de sol para poder verlo bien y me felicité a mí misma por aquel “tiarrón”.

      –¡Dios, está buenísimo! –Dijo Mónica, con la boca abierta, me recordó a mí cuando lo vi el día en que me besó la primera vez.

      Miriam no tardó un segundo en levantar la cabeza.

      –¡Está para comérselo!

      Eran los veinticinco años más espectaculares que habíamos visto en todas nuestras vidas.

      –¡Chicas y por unos días es solo mío!

      Las tres reímos y pataleamos escandalosamente, él nos hizo un gesto de saludo con su cabeza y se tiró al agua.

      Al poco rato, y haciendo un esfuerzo sobre humano para nuestra habitual actividad física, jugábamos con una pelota intentando lucirnos un poco con nuestros mini biquinis, mientras ellos tres seguían en el agua.

      Alex tenía apoyados sus brazos en el filo de la piscina sin quitarnos ojo, nuestros hermanos en una carrera llegaron hasta él. Fran, sin dejar de mirar hacia nosotras le dijo a mí hermano:

      –¡Joder Raúl, las amigas de tu hermana están buenísimas! ¡Pero tío, no te enfades, tu hermana está para mojar pan, tiene un cuerpazo!

      Su hermano lo miró como diciendo ¡mira el mocoso! Pero Raúl no tardó en contestarle:

      –¡Agg! ¡Tío, estás hablando de mi hermana! Mira mejor a sus amigas, a mí la que me gusta es Miriam.

      –Están bien, pero Sisí ¡Uff! –Volvió a insistir Fran sin dejar de mirarnos.

      Alex los miró y con toda la tranquilidad del mundo les dijo:

      –Raúl, sé que tienes ganada a Miriam por cómo te mira, pero Fran confórmate con la pecosa, porque Sisí es para mí.

      Los dos lo miraron sin dar crédito a sus palabras, aunque Raúl no pudo ocultar su desaprobación:

      –¡Tío! ¡¿De verdad te gusta mi hermana, eres mucho mayor que ella?!

      Alex lo miró haciendo un gesto de reproche.

      –¡No soy tan mayor! Solamente nos llevamos unos cuatro años, además, no es que me guste tu hermana… ¡Métete esto en la cabeza, por poco que te guste, esa mujer va a ser para mí!

      Los dos amigos se miraron, su respuesta no pareció convencerlos para nada, muy al contrario, Raúl se disgustó mucho con ella.

      Me volví y allí estaba mi chico, dentro del agua sin dejar de mirarme con su preciosa sonrisa en la cara, me acerqué hasta el filo de la piscina, me senté a su lado, envolvió mis piernas con sus brazos y besó mis rodillas, mis amigas entraron en el agua, enseguida empezaron su tonto juego de seducción con aquellos niños, mientras nosotros nos miramos a los ojos y comenzábamos nuestro particular juego para adultos.

      CAPÍTULO 2

       Pasamos toda aquella maravillosa tarde de sonrisas juntos en la piscina. Delante de Raúl no me gustaba dar a entender a las claras que teníamos una relación, a pesar que siempre nos habíamos tenido mucha confianza, pero me daba un poco de miedo la reacción que tendría mi padre si se enteraba por su boca y preferí ser prudente.

      Estábamos los seis sentados y hablando cuando vimos a Marisa venir hasta nosotros con unos sándwiches y algo para beber.

      –Alejandro, no te he escuchado tocar en toda la tarde, a tu abuelo no le va a parecer bien, ¿qué le voy a decir cuándo llame?

      Él estaba sentado a mi lado, la miró y respondió:

      –Nada, si nadie se lo cuenta no tiene por qué enterarse, ¿no te parece?

      Ella se fue algo disgustada, pero Fran sonrió al ver a su hermano. No podía creerse que por una vez no fuese el chico bueno que obedecía sin rechistar, le dio un bocado a su sándwich y preguntó:

      –Bueno ¿qué vamos a hacer esta noche? Tenemos que aprovechar al máximo estos días.

      Miriam le contestó en seguida:

      –¡Esta noche hay una súper fiesta en la disco, la noche en blanco y negro, todo el mundo estará allí no podemos perdérnosla!

      Empezaron a hablar sobre lo que se iban a poner y a quienes llamarían, yo alcé mis ojos y miré a Alex. Estaba serio, aquello no era ni por asomo lo que él tenía pensado para nosotros esa noche. Se levantó de la mesa y al verlo su hermano le preguntó:

      –Alejandro, ¿vendrás con nosotros?

      –No. Sabes que yo no puedo ir a esos sitios, sobre todo ahora, a tan pocos días del primer concierto.

      –Pero, no te importa quedarte solo, ¿verdad?

      –Él me miró y sonrió.

      –No, ya buscaré algo en qué entretenerme.

      Sonreí al escucharlo y escondí mis ojos para que no fuese tan claro lo que sentía.

      Alex subió a su habitación y comenzó a tocar de nuevo, mis amigas también se marcharon para empezar a prepararse. Yo esperé a quedarme a solas para hablar con mi hermano, pero de nuevo me acobardé y le conté una pequeña mentira.

      –Raúl, me duele un poco la cabeza, estoy pensando que mejor no voy a ir con vosotros esta noche y me quedo descansando –después de decírselo me levanté e intenté entrar en la casa, pero me detuve en seco al escuchar a mi hermano, no me esperaba para nada su reacción, se volvió hacía mí y bastante alterado me contestó:

      –¡¿Te crees que soy imbécil?!

      –¡Hombre nunca he pensado que fueses muy listo, pero Raúl, ¿a qué viene esto?!

      –¡A qué no te vas a quedar aquí sola con este tío!

      –¡¿Estás “chalao”?! ¿Pero te estás escuchando? ¿A qué tío te refieres, estás hablando de Alejandro?

      –¡Pues claro! ¿Acaso te crees que no me he dado cuenta del royo que tenéis los dos?

      –Bueno, y si hay algo, ¿a ti qué te importa?

      Alzó la voz bastante más de lo que debía y me gritó:

      –¡Qué no te vas a quedar sola con él y no se hable más!

      –¡Vete a la mierda! ¡Haré lo que me dé la gana!

      Me di la vuelta y quise entrar definitivamente en la casa, pero su voz me detuvo de nuevo:

      –Sisí, si insistes en quedarte con él te juro que voy a llamar a papá y se lo voy a contar todo, seguro que no está en absoluto de acuerdo con este rollo.

       –¿Serías capaz de hacer eso?

      –Prueba y ya verás. Te espero en una hora en la puerta.

      Pasó a mi lado dándome un empujón, no podía creer que mi hermano me hiciera eso, no era justo. ¿A él qué


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