Triatlón con salud. Arturo Guede Seara
Читать онлайн книгу.al igual que en la bici, me encuentro muy bien y tiro fuerte, pero pronto abro los ojos y me digo: «Calor, humedad, viento… paciencia, a ver si te va a pegar algo y no terminas». Pasan muchas cosas en la maratón, muchos altibajos e incluso me permito seguir a una pro unos minutos. Van pasando los kilómetros, y cuando peor lo estoy pasando, otro participante me dice: “¡Vamos, sígueme!”, se pone delante y empieza a tirar. Al final lo encontré y nos dimos un abrazo, como si nos conociéramos de toda la vida; esas cosas te quedan grabadas en la retina. A falta de 10 km, empieza la lluvia y la tormenta, justo ahí es donde veo a Víctor por primera vez en toda la carrera, y dos palabras suyas hacen que suba el ritmo y acabe con fuerza. Durante el último kilómetro no quería que terminase, mil momentos y personas me pasaban por la cabeza, pero llegan los últimos metros, veo la meta y no puedo contener las lágrimas; me siento en una nube. Muchas veces me había imaginado ese momento, pero ninguno se acercaba a lo que viví. No tengo palabras para definirlo… ¡Soy finisher!
Acabado el relato, por el título de este apartado y la experiencia vivida, quiero añadir que no es una buena vía de escape apuntarse a una prueba de este tipo para evadirse de una situación personal difícil, un trabajo en el que no te sientes realizado o una vida sin rumbo. Lo único que se va a conseguir es agravar la situación y, en el mejor de los casos, ocultarla. Si tu intención no es ser un atleta profesional, aprende a compaginar las facetas laboral, deportiva y personal de forma eficiente encontrando un equilibrio armónico entre las tres. Así, el camino hasta el gran día, ya de por sí complicado, será más fácil y los extremismos podrán controlarse mejor.
Gracias, Ironman: Todo cobra sentido en Lanzarote
Durante esos siete meses, marcados por la preparación prácticamente en solitario (mis horarios no me permitían entrenar con mis compañeros), el camino hacia la meta en Zúrich fue tortuoso y sanador a la par. A continuación tocaba descansar varias semanas para ver las cosas con perspectiva. Después de esta experiencia, en una de las primeras salidas en bici con los amigos, empezamos a hablar de qué bonito sería preparar un Ironman todos juntos (ahora sí podría). Al cabo de poco tiempo, y tras irnos motivando unos a otros, estábamos inscritos al que dicen que es el más difícil del mundo.
Me imagino que también habrán influido las circunstancias, pero el 17 de mayo de 2014 lo recordaré el resto de mi vida. Crucé la meta con lágrimas en los ojos de la mano de mi padre. En un lateral, dos de mis mejores amigas y mi madre gritaban como locas de la emoción (solo faltaba mi hermano). Y, para poner la guinda al pastel, los seis locos que decidimos unos meses antes apuntarnos juntos habíamos conseguido terminar. Así sí se prepara y se disfruta esta prueba.
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