Actividades físicas y deportes adaptados para personas con discapacidad. David Sanz Rivas
Читать онлайн книгу.prueba de atletismo de 100 m la cantidad de pruebas sería ingente en función del sexo y el tipo de discapacidad: nueve para amputados, seis para les autres, tres para ciegos, ocho para parálisis cerebral y siete para usuarios de silla de ruedas (Higgs, Babstock, Buck, Parsons y Brewer, 1990). Además, debido a esa multitud de eventos para una misma prueba, podía darse el caso de que no hubiera suficientes deportistas para realizar la competición, lo que desvirtuaría en cierta medida la misma.
Así pues, a principios de la década de 1990 se comenzó a desarrollar sistemas de clasificación “integrados”, que hacen un gran énfasis en el rendimiento deportivo de grupos de discapacidad en vez de en la especificidad de ésta (DePauw y Gavron, 1995). Estos nuevos sistemas de clasificación funcionales hacen que los deportistas deban ser clasificados en términos de qué pueden hacer y qué no pueden hacer en un deporte en particular (Sherrill, 1993). Los deportistas son asignados en una clase basada en un perfil funcional. Podemos decir que los sistemas de clasificación médica hacen referencia a características de la discapacidad, mientras que los funcionales lo hacen a las características del deporte. De todos modos, desde el punto de vista del deportista, éste es un tema difícil de afrontar (Lorinez, 2001), ya que se asume que, dentro de un tipo específico de discapacidad, existe un amplio continuo en cuanto a habilidades y características físicas (Paciorek, 2005).
La tendencia actual en los deportes con un mayor número de practicantes y eventos internacionales es la confección de sistemas de clasificación específicos de las modalidades deportivas en los que se agrupe a diferentes discapacidades. En ese caso, las características de una clasificación integrada y funcional se pueden resumir en que (Mendoza, 2001):
• Se garantice la clasificación deportiva de cualquier deportista, sea cual fuere su discapacidad o minusvalía física.
• Sean específicas a cada actividad deportiva.
• Sean objetivas en su proceso y aplicación.
En esta línea, Vanlandewijck y Chappel (1996) consideran que las clasificaciones deportivas, además de la mencionada finalidad de proporcionar un punto igual de partida para la competición, también deben estimular la participación de personas con discapacidad en deporte competitivo y, al mismo tiempo, prevenir el abandono deportivo de deportistas con niveles de discapacidad elevados.
En todo caso, hoy en día siguen vigentes algunas de las dificultades para realizar una adecuada clasificación deportiva debido a aspectos como (Alonso, Relimpio y Sirera, 1996):
• Muchos sistemas de clasificación posibilitan una gran incidencia de la subjetividad del clasificador. En algunos casos, como en la parálisis cerebral, la ficha de clasificación únicamente recoge el resultado final de la clasificación y no pormenoriza el proceso, lo que hace más difícil el análisis posterior.
• Como consecuencia del punto anterior, son únicamente los clasificadores muy experimentados los que realizan una “clasificación fiable”.
• Las diferentes etiologías y características de la discapacidad, por ejemplo de la física, hacen más complejo definir un sistema válido para cualquier deportista.
• Los continuos cambios y modificaciones, a veces pequeños ajustes, en la clasificación deportiva no permiten el desarrollo y la estandarización de un sistema integral único.
Aunque en próximos capítulos veremos diferentes propuestas de clasificación en función de la discapacidad o del deporte a practicar, la discusión sobre la conveniencia de la utilización de clasificaciones médicas o funcionales ha estado presente en el mundo del deporte adaptado desde los orígenes del CPI (ver Lindstrom, 1985; Strohkendl, 2001; Weiss y Curtis, 1986). Los deportes de baloncesto en silla de ruedas, natación y atletismo (pruebas de pista y campo) fueron los primeros deportes en los que se plasmó una patente controversia (Brasile, 1990; Gehlsen y Karpuk, 1992). Sin embargo, los resultados de la investigación en esta área son muy variados, ya que los objetivos por los que tales investigaciones se han realizado han sido también diversos (Brasile, 2003). En todo caso, algunas de esas investigaciones van en la línea de la necesidad de reducir el número de clases resultantes de la propuesta médica (Gorton y Gavron, 1987; Higgs et al., 1990), ya que ello podría contribuir a un nuevo cambio social y a que resurgieran los valores del olimpismo, adquiriendo los eventos deportivos una mayor legitimidad (Landry, 1993). En este debate intenso estamos de acuerdo con Lindström (1992) en que tal vez sea necesario ese proceso de reducción de clases, pero “sólo si se salvaguarda y preserva la identidad de los deportes para las personas con discapacidad” (pág. 31), es decir, que no nos olvidemos de las discapacidades más graves o limitantes.
En cualquier caso, el proceso de clasificación, comparándolo con el deporte practicado por deportistas sin discapacidad, puede considerarse en ocasiones como un elemento segregador (clasificaciones médicas, competiciones diferenciadas…), a pesar de las finalidades que con él se persiguen. La labor de la CIAD va encaminada en este sentido, persiguiendo propósitos tales como (DePauw y Gavron, 1995):
• Desarrollar estrategias de inclusión de una serie de eventos con derecho a medalla para atletas con discapacidad, dentro de los Juegos Olímpicos o los Juegos de la Commonwealth.
• Incrementar la concienciación y comprensión de la inclusión en eventos con acceso a medalla para atletas con discapacidad dentro del mayor número de competiciones internacionales.
• Establecer colaboraciones con entidades deportivas ajenas al deporte adaptado.
• Conseguir fondos para la labor de la CIAD.
En cualquier caso, la organización futura del deporte adaptado pasará necesariamente por la revisión de los sistemas de clasificación, amén de la génesis de nuevas propuestas o la revisión de las ya existentes. Como las presiones recibidas para reducir el número de clases ha seguido vigente hasta los pasados Juegos Paralímpicos de Atenas, empiezan a surgir otras propuestas como la de Higgs (2003), quien defiende un sistema justo, transparente y fácil de comprender para que se celebren pruebas significativas. Un ejemplo que propone este autor es el de una carrera en la que compitieran todas las clases conjuntamente, pero con diferentes puntos de partida a lo largo de la carrera, lo que permitiría mantener un mayor número de clases en menos eventos.
Otra propuesta en este sentido se extrapola a otros deportes como el tenis de mesa, en el que una determinada clase podréa partir con una puntuación inicial para compensar la teórica diferencia debido a la discapacidad.
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