Belleza sin aura. Ricardo Ibarlucía
Читать онлайн книгу.de la ola de literatura imaginada por el señor Goll. Es el retorno a la inspiración pura, es la poesía al fin desgajada del control arbitrario del sentido crítico y, lejos de haber sido abandonado después de Apollinaire, desde ese momento ha adquirido todo su valor”.148
A la semana siguiente, Le Journal littéraire dio a conocer las respuestas de Goll y de Dermée. Resumiendo todo lo que había escrito previamente sobre el surrealismo como orientación general del arte moderno para oponerlo a las concepciones de Littérature, Goll invocó de nuevo la autoridad de Apollinaire, recordó que Breton y sus amigos descendían de él y de “otros surrealistas” y se burló de su intención de hacer una “revolución” para acabar revelándose un “dictador”: “Sr. Breton, asuma una posición mejor: usted no será el Papa del surrealismo”.149 Por su parte, Dermée acusó a Breton de querer “acaparar […] un movimiento de renovación literaria y artística que le es muy anterior y que sobrepasa mucho en amplitud a su personita agitada” y de haber tomado prestados los rasgos esenciales de lo que denominaba “surrealismo” de su estudio “Découverte du lyrisme”, aparecido en el primer número de L’Esprit Nouveau, donde denunciaba “la tiranía de la inteligencia sobre la sensibilidad” y, apelando a la noción de “automatismo psicológico” de Janet, promovía la escucha del “flujo lírico” que en los estados inconscientes —como el sueño o la hipnosis— se desarrolla fuera del control de la razón, sin atender a la lógica o a la utilidad práctica:
Asfixiado por el cadáver de Dadá, que mató con su cautela arribista y su pequeño espíritu de intriga, el Sr. Breton busca en vano un soplo de aire puro. ¡En vano! La aventura se renovará sin cesar: constantemente, el Sr. Breton, está condenado a vivir sobre sus cadáveres. […]
Pretende poseer en monopolio, en nombre de vagos rótulos, a Lautréamont (reimpreso desde antes de la guerra por Vers et Prose, y tan leído, tan discutido en Montparnasse desde 1914) y a Borel (de quien el Sr. Pierre Marie ofreció, hace varios años, una muy notable biografía, así como una edición cuidadosa. ¿El Sr. Breton lo ignoraba?), a Verlaine y a Germain Nouveau y muchos otros… ¿No es verdad que esto es lisa y llanamente grotesco?150
Con el declarado propósito de cerrar la discusión, Breton publicó en Le Journal littéraire un adelanto del “Manifiesto del surrealismo”.151 En los pasajes reproducidos, sostenía que el antecedente más lejano en la literatura francesa era la dedicatoria de Gérard de Nerval a Alejandro Dumas en Las hijas del fuego (1854), donde se lee que los sonetos de Las quimeras (1854) fueron escritos en un “estado de ensoñación supernaturalista, como dirían los alemanes”.152 Nerval, argumentaba Breton, “poseía a la maravilla el espíritu al que nos encomendamos”, mientras que Apollinaire, por el contrario, “no poseyó más que la letra, todavía imperfecta, del surrealismo y se mostró impotente de darle una consistencia teórica que nos conquistara”.153 Complementariamente, en un par de notas a pie de página de su “Manifiesto”, aparecido en octubre de 1924, Breton haría referencia a otras dos fuentes.154 Una era el “Supernaturalismo natural”, objeto de un capítulo de Sartor resartus (1833-1834), donde Thomas Carlyle postulaba que la existencia es una urdimbre de hechos maravillosos que la ciencia no puede explicar y que los milagros, contra lo que alega la teología cristiana, no son una transgresión de las leyes de la naturaleza, sino su confirmación.155 La otra era el “ideorrealismo” de Saint-Pol-Roux que, desde una perspectiva neoplatónica, sostenía que el poeta debe “desmaterializar lo sensible para penetrar lo inteligible y percibir la idea” y, una vez conocida esta esencia, inmaterializar sus conceptos al grado de su idiosincrasia”.156 A continuación, parodiando el artículo del Nouveau Larousse illustré sobre “nominalismo”, que habría de citar en “Introducción al discurso sobre la poca realidad”, Breton ofreció su famosa definición del término:
surrealismo: s.m. Automatismo psíquico puro por cuyo medio se intenta expresar, sea verbalmente, sea por escrito, sea de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón y al margen de cualquier preocupación estética o moral.
enciclopedia. Filos. El surrealismo se basa en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación que habían sido desestimadas hasta él, en la omnipotencia del sueño, en el juego desinteresado del pensamiento. Tiende a provocar la ruina definitiva de todos los otros mecanismos psíquicos y a suplantarlos en la resolución de los principales problemas de la vida.157
Sus rivales replicaron desde las páginas de Le Mouvement Accéléré, nueva revista de Dermée. Reproduciendo en forma completa su carta a Le Journal littéraire, este declaraba que en adelante reemplazaría la expresión “surrealismo” por la de “Panlirismo”, cuya teoría había desarrollado en un ensayo para L’Esprit Nouveau de próxima aparición.158 En cuanto a Breton, decía con vehemencia que, tras haber saqueado su estudio sobre el lirismo y “raspado, en todas las obras, para preparar un plato de pescado podrido”, bien podía llevarse “los rezagos del surrealismo” a su “pobre madriguera”, puesto que solo usaba el término como “un trampolín de publicidad”.159 El artículo transcribía una carta de Goll reivindicando “el patrimonio de Apollinaire” y anunciando la aparición del primer número de la revista Surréalisme, donde brindaba su propia definición de la palabra, en oposición a la de “otros exdiscípulos” del poeta, que la utilizaron espurios y fundaron “un sindicato para promover la enseñanza del genio poético”, con su “manual de instrucciones” y sus recetas para un “éxito garantizado”.160
Con textos de Guillaume Apollinaire, Paul Dermée, Pierre Albert-Birot, Marcel Arland, Jean Painlevé y Robert Delaunay, así como de algunos poetas cercanos a Littérature, como René Crevel, Joseph Delteil y Pierre Reverdy, la revista Surréalisme se abría con un manifiesto firmado por Goll: “La realidad está en la base de todo gran arte. Sin ella, no hay vida, no hay sustancia. La realidad es el suelo bajo nuestros pies y el cielo sobre nuestra cabeza”, afirmaba en el párrafo inicial.161 Como en todos sus textos anteriores, Goll insistía en señalar que el surrealismo era una concepción que había animado Apollinaire, en cuya obra poética podían descubrirse “los mismos elementos que en los primeros cubistas: las palabras de la vida cotidiana tenían para él ‘una magia extraña’, y era con ellas, con la materia prima del lenguaje, que trabajaba” formando “imágenes poéticas”.162 En este sentido, alegaba que las imágenes eran actualmente el “criterio” y el “atributo más preciado” de la lírica, contra lo que ocurría en el siglo xix, cuando “el oído decidía acerca de la cualidad de una poesía: ritmo, sonoridad, cadencia, aliteración, rima” y, ampliando la fórmula “imaginista” de Reverdy, escribía: “Las más bellas imágenes son aquellas que aproximan elementos de la realidad alejados los unos de los otros de la manera más directa y rápida posible”.163
Finalmente, Goll puntualizaba que “el arte es una emanación de la vida y del organismo del hombre” y que el surrealismo, expresión de la época, portaba su síntoma más característico: “Es directo, intenso