El lenguaje político de la república. Gilberto Loaiza Cano
Читать онлайн книгу.Fueron escritores de prensa impelidos por la necesidad de intervenir en el moldeamiento del nuevo orden político y, por lo tanto, escritores de lo político, deliberantes acerca de las condiciones o reglas de funcionamiento de la vida pública. Definidores de la estrechez o amplitud de la discusión pública cotidiana; en consecuencia, creadores de un lenguaje político. Esos individuos dejaron en su obra escrita, reflexiones, definiciones y auto-definiciones. Referirse a ellos en esta obra nos condujo a un ejercicio prosopográfico o, al menos, a esbozos de biografías útiles para explicar el proceso general al que pertenecieron.
El libro
El libro ha sido organizado en cinco capítulos que intentan ser un conjunto narrativo y explicativo de un proceso. Nos pareció indispensable un primer capítulo concentrado en la definición de los rasgos fundamentales de la publicidad en el Antiguo Régimen, especialmente en lo concerniente a la importancia concedida, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII, a la fundación de periódicos con apoyo muy restrictivo de las autoridades coloniales. Este capítulo nos ha servido también para mostrar que algunos esquemas de comunicación utilizados en años posteriores tuvieron emergencia durante estos tiempos de censura monárquica.
La figura del escritor por encargo, sometido a los designios de las autoridades monárquicas fue, en medio de las restricciones, el esbozo de los publicistas oficiales aupados por las autoridades del Nuevo Régimen. El capítulo siguiente es un examen detallado de los procesos legislativos que vivió, en los países estudiados, la libertad de imprenta y a eso le hemos agregado el análisis del sistema de jurados de imprenta. Aquí son evidentes las diferencias sustanciales en la aplicación de la nueva libertad de imprenta, algo estrechamente relacionado con el carácter de la dirigencia política y sus actitudes con respecto al proceso de separación del dominio español. La libertad de imprenta tuvo aplicación desigual, la censura a posteriori estuvo reglamentada y movilizó de modo episódico a notables lugareños que hicieron parte de los tribunales o jurados de imprenta. El capítulo tercero está consagrado a la figura del impresor, un agente social de la política que ayuda a entender las condiciones materiales en que se desplegó un frente publicitario que tuvo relaciones directas con el personal político y, en muchos casos, con el Estado. Nuestra semblanza del impresor y su mundo inmediato es, seguramente, incompleta y ha dependido, en muy buena medida, de las condiciones documentales muy desiguales al respecto y en la que se destacan los acumulados de la historiografía y la archivística en México. Los dos últimos capítulos están concentrados en el análisis del sistema de deliberación pública entre los decenios 1810 y 1830, aunque no faltan menciones explícitas a episodios anteriores y posteriores a ese lapso. El cuarto, en particular, pretende mostrar los forcejeos entre la pretendida opinión oficial y las opiniones particulares, y en la coda de este libro, el quinto capítulo, se detiene en los elementos constitutivos de lo que podemos llamar el lenguaje político de la república.
Diario Literario de México, México, 12 de marzo de 1768.
Fuente: https://archive.org/details/1983280.0001.001.umich.edu
1. Alexis de Tocqueville, De la démocratie en Amérique (París : Pléiade, 1992 [1835]), 207.
2. Me refiero especialmente a los aportes de Elías José Palti y Carlos Altamirano y, en general, al esfuerzo difusor de la revista Prismas de Buenos Aires. Carlos Altamirano, “De la historia política a la historia intelectual. Reactivaciones y renovaciones”, Prismas - Revista de Historia Intelectual, no. 9 (2005):11-18; Elías José Palti, “La nueva historia intelectual y sus repercusiones en América latina”, História Unisinos, no. 11 (2007): 297-305.
3. John G. A. Pocock, Virtue, Commerce, and History (Cambridge: Cambridge University Press, 1985), 2-4.
4. John G. A. Pocock, Pensamiento político e historia. Ensayos sobre teoría y método (Madrid: Akal, 2012), 101-118.
5. Quentin Skinner, Lenguaje, política e historia (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2007), 205-208.
6. Michel Foucault, L’archéologie du savoir (París: Gallimard, 1969), 61, 167-171.
7. Sobre la importancia excesiva o muy limitada que le concedamos en nuestras historiografías a la Ilustración española y su influjo en las élites americanas y, sobre todo, a la conexión con el proceso de Independencia, ver: Jonathan Israel, Democratic Enlightenment: Philosophy, Revolution, and Human Rights, 1750-1790 (Oxford: Oxford University Press, 2011), 504-534.
8. Veremos más adelante qué tan apropiada es la denominación de escritores vasallos.
9. Quizás sea necesario recordar que se trató de una “Revolución que no incumbió solamente a los notables”, como lo explica ampliamente Isidro Vanegas, La Revolución neogranadina (Bogotá: Ediciones Plural, 2013), 129.
10. “Lo radicalmente nuevo es la creación de una escena pública cuando este nuevo sistema de referencias deja los círculos privados en los que hasta entonces había estado recluido, para irrumpir en plena luz”, François-Xavier Guerra, Modernidad e independencias (México: Fondo de Cultura Económica, 1993) 13. El historiador Roberto Breña acoge, grosso modo, la tesis de Guerra, sobre todo en lo que concierne al advenimiento de una modernidad que incluye novedades doctrinarias, cambios institucionales y transformaciones en la praxis política, véase Roberto Breña, El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824 (México: El Colegio de México, 2006).
11. Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública (Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 1981 [1962]), 125-160.
12. Aquí nos basamos en el prolijo estudio de José Benito Garzón, concentrado en el periodo 1770-1830, en que analiza casi un centenar de acciones colectivas y halla un repertorio común de comportamientos. José Benito Garzón, Cultura política y acciones colectivas contenciosas de los sectores subalternos en el suroccidente colombiano, 1770-1830 (tesis de doctorado, Universidad del Valle, 2017).
13. Clément Thibaud, examinando los principales periódicos neogranadinos de finales del siglo XVIII, habla acerca de cómo contribuyeron esas publicaciones a la difusión de ciertas virtudes políticas Véase Clément Thibaud, Libérer le Nouveau Monde. La fondation des premières républiques hispaniques, Colombie et Venezuela (1780-1820) (Nantes : Les Perséides, 2017), 56-57.
14. En el desciframiento de este primer momento comunicativo, destaco los trabajos de Mona Ozouf, “Le concept d’opinion publique au XVIIIe siècle”, Sociologie de la communication 1, no. 1 (1997): 349-365 y de Jaime Andrés Peralta, Los novatores. La cultura ilustrada y la prensa colonial en Nueva Granada (1750-1810) (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005).