Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez

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Desde Austriahungría hacia Europa - Alfonso Lombana Sánchez


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para la construcción de un contexto cultural. Este razonamiento encaja con la intuición de Geertz, que veía la cultura como un adivinable «sistema de símbolos» (Wirth, 2008, p. 40), al reconocer que el análisis cultural se reducía a «adivinar significados, evaluar conjeturas, y sacar conclusiones explicativas de las mejores conjeturas» (Geertz, 1973, p. 21). Es por ello que en los estudios sobre fenómenos culturales resulta determinante la definición del espacio:

      «Die Logik der Kulturforschung […] hängt entscheidend davon ab, wie man den bedeutsamen Raum zwischen mehreren Ereignissen, zwischen Ereignissen und Beobachtungen, aber auch zwischen mehreren Beobachtungen definiert» (Wirth, 2008, p. 47).

      «La lógica de la investigación cultural depende de forma decisiva de cómo se defina el espacio relevante no solo entre varios acontecimientos y observaciones, sino también entre varias observaciones entre sí».

      Al analizar la cultura a partir de las manifestaciones culturales no sólo se obvia una definición comprensible de la misma, sino que además se persigue un constructo de un contexto cultural determinado. La visión extraída de dichas manifestaciones es su visión delimitada, reducida, concreta y subjetiva: ergo su hipótesis. De este modo, la definición de cultura aquí sostenida permanece fiel a las propuestas teóricas vigentes (Reckwitz, 2006, p. 84; Nünning & Sommer, 2004, p. 18; Wirth, 2008, p. 64), pero va más allá buscando su funcionalidad, su aplicación y su impacto. La funcionalidad de cualquier cultura se observa en el momento en que se configura una nueva visión de cultura comprensible, una propuesta teórica «delimitada», y esta lleva en el presente estudio el nombre de «contextos culturales».

      Contexto cultural

      Los contextos son soluciones teóricas para la comprensión de culturas inabarcables. El presente trabajo persigue la creación del contexto «Austriahungría» como hipótesis teórica de la cultura austrohúngara, y lo hace reparando en la «presencia» de la manifestación literatura. El proceso de creación de literatura es una manifestación presencial en tanto que surge precisamente dentro de una «cultura», esto es, dentro de un complejo conjunto de «visiones del mundo, formas de pensamiento, maneras de sentir, valores y significados» (Nünning, 1995b, p. 179). Tal grado de abstracción en la definición de «cultura» impide su delimitación en unidades comprensibles y coherentes. Surge por tanto aquí el enorme conflicto de la descripción de culturas, que arroja cuestiones de relevante trascendencia: ¿Es la descripción de cualquier cultura capaz de recoger la profundidad y trascendencia de su significado? ¿Podemos hablar de cultura austrohúngara y cultura europea?

      La respuesta es afirmativa para el trazado de determinados rasgos de las culturas a través de sus manifestaciones. Estos rasgos, que ayudan a comprender parte del trasfondo real, se traducen en el caso concreto de la literatura en la inducción de un marco teórico. Este marco teórico, en definitiva, es la síntesis interpretativa de la cultura que denominaremos a partir de ahora «contexto cultural». Estos contextos no son siempre idénticos. La estética de la recepción llamó la atención sobre la mutabilidad de los contextos en función de las diferentes interpretaciones. Por ello, la influencia cultural de los contextos en sí explica su mutabilidad histórica, lo que se ha puesto especialmente de manifiesto tras el giro cultural. Este ha hecho de la fusión de textos, contextos y culturas una tendencia del estudio de la literatura desde finales del siglo XX (Jahraus, 2007). La tendencia de contextualización consiste por tanto en la relación de un texto con sus «características extratextuales», lo que lleva a comprender y reducir sólo aquellos aspectos culturales vinculados directamente con el texto en sí (Danneberg, 2000). Un contexto cultural es por tanto aquel constructo que, a modo de hipótesis, pretende sintetizar el espacio determinado en el que se puede ubicar una manifestación cultural. Por ello, los contextos culturales son visiones delimitadas, reducidas, concretas y subjetivas de una cultura.

      Una reconstrucción de la complejidad inabarcable de cualquier cultura permite estudiar culturalmente las manifestaciones dentro de estos contextos, arrojando una visión posible e hipotética de su marco de creación. Cualquier obra literaria nace por tanto de una cultura, reconstruible esta a partir de hipótesis en contextos que creamos pensando en su uso pragmático. El contexto permite por consiguiente un conocimiento cultural del momento literario. En esta línea se encuentran argumentos ya la Teoría de la Cultura en lo referente a las «contextualizaciones» (Gymnich, 2006).

      La creación de contextos es una vía paralela al estudio de culturas. Sin embargo, en este trabajo se quiere dar un paso más reforzando su subjetividad mediante su definición como «propuesta teórica» o hipótesis científica. Esta perspectiva no sólo resalta un aspecto novedoso de la clásica contextualización, sino que se muestra además especialmente operativo por tres motivos.

      En primer lugar, cualquier contexto expuesto es una propuesta teórica para la lectura de una cultura. Estos contextos, por su propia razón de ser, nunca persiguen ni la comprensión hermenéutica ni la representación detalla de las culturas. Más bien son herramientas teóricas recurrentes para destacar rasgos o tendencias puntuales, sometidos a cualquier variación y renovación. Con la elaboración de dichos contextos no se exploran las culturas en sí, que siguen siendo los entes abstractos y teóricos anteriormente referidos, sino que su lectura intencionada en contextos se convierte más bien en una propuesta intencionada de cultura. En segundo lugar, un contexto cultural responde por su constitución a los presupuestos frecuentes para la creación de hipótesis científicas. La visión de las culturas que arrojan son por ello conceptos y constructos empíricamente argumentables. Si trasladamos la aplicación a la Teoría de la Literatura, la fuente de trabajo empírica responde al proceder metodológico del discurso científico basado en la recopilación de pruebas y/o ejemplos, en la elaboración de hipótesis y en la presentación de conclusiones, ya que con la creación de nuevos contextos, la investigación literaria se embarca en el discurso científico general. Y, en tercer lugar, el contexto cultural puede ser la versión comprensible de cualquier cultura gracias a su labor de simplificación. Con estos contextos disponemos de una exposición de cultura reducida y sintetizada al mínimo, cuya delimitada finalidad es la fijación de los campos para el análisis. La imposibilidad de trabajar directamente con verdades culturales obliga por tanto investigar estos contextos.

      Todo contexto es por ello una hipótesis de la percepción de una cultura cualquiera, de modo que su uso supone también transcender a los motivos que nos llevan a delimitarlos. Existe por tanto una diferenciación a la hora de la configuración de contextos culturales del presente y del pasado. En los contextos que teorizan sobre el presente se crea un constructo de su cultura en función de su percepción, hablamos pues de hipótesis del presente. Si traducimos esta reconstrucción a las fuentes literarias, el contexto que un lector contemporáneo pueda crear a partir de la lectura no diferirá en gran medida de cuanto un autor contemporáneo y cercano pudiera haber elaborado. Por ello, aun pudiendo dos contextos ser radicalmente distintos, su interpretación no diferirá tanto de lo que en el texto está escrito. Sin llegar a convertirse el acto de lectura en una búsqueda de verdades al estilo hermenéutico, sí que es posible que haya muchos más puntos en común entre dos individuos partícipes de una misma cultura que entre un autor y su lector, separados espacialmente o temporalmente en distintas culturas. Puesto que las obras sobreviven a sus culturas, épocas posteriores pueden dedicarse a la reconstrucción de contextos culturales de culturas pasadas y extintas, en cuyo caso hablaríamos de «hipótesis del pasado».

      La reconstrucción de contextos y el descubrimiento de aspectos desconocidos de otras culturas no deben interpretarse como una revolución o una deconstrucción de los valores existentes. Son únicamente nuevas lecturas de periodos pasados, las cuales pueden resultar tremendamente atractivas para estudios específicos. El recuerdo del pasado puede aportar claves útiles para la comprensión del presente, y en esta búsqueda didáctica y de reconstrucción se han embarcado especialmente los estudios de la memoria (Erll, 2011). Esta creación de contextos a partir de culturas pasadas en tanto que nuevas lecturas es una actividad provechosa, pues tales relecturas exigen la continua revisión de periodos anteriores en búsqueda de nuevas reinterpretaciones.

      En el caso concreto que nos atañe, la lectura teórica del Imperio austrohúngaro en forma de «Austriahungría»


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