Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez

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Desde Austriahungría hacia Europa - Alfonso Lombana Sánchez


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Tras la expansión cultural, los textos, que son «complejas configuraciones de la experiencia y de la comprensión del mundo» (Benthien & Velten, 2002, p. 23), no pierden su jerarquía ni su interés ni su entidad, sino que tan solo se redefine su estatus de un nuevo modo (Müller, 1999, p. 582).

      Este nuevo escenario quedará mucho más claro tras la relectura de algunos momentos literarios del pasado, tal y como se plantea en este trabajo, ya que de esta nueva ocupación pueden surgir interesantes aplicaciones prácticas del conocimiento archivado en la literatura. La nueva mirada cultural a periodos literarios del pasado permite también resaltar facetas de aquello que, quizá, pudo haber pasado desapercibido en ocasiones anteriores. En definitiva, los fundamentos teóricos de la Teoría de la Cultura no solo completan la tradición investigadora de la Germanística, sino que contribuyen también con sus resultados a las Humanidades en general y, gracias al análisis de todos los resultados de las disciplinas tradicionales, se abre la puerta de la comprensión moderna de la producción cultural. Mucho de lo que se hace con una Teoría de la Literatura Cultural es en realidad un recordatorio de que la Germanística salga de la torre de marfil (Gumbrecht, 2001) y no pierda su contacto con la realidad. Una renovación, una revitalización y una interconexión de las disciplinas que justifiquen la que pueda ser su utilidad a comienzos del siglo XXI.

      1.1.2. Fundamentación teórica

      Cultura

      El fundamento teórico de este estudio se enmarca dentro de los presupuestos de las dos disciplinas más involucradas en el estudio de la cultura y de la literatura, esto es, respectivamente la Teoría de la Cultura y la Teoría de la Literatura. Sin embargo, la cantidad de posibles definiciones para los conceptos de «cultura» y de «literatura» es inmensa; por ello, es necesario establecer primeramente algunos puntos comunes para delimitarlos en este estudio. De esta cuestión pretende ocuparse el siguiente apartado.

      El desacuerdo acerca de una definición objetiva de cultura es notable. El resultado de la oscilación de variantes epistemológicas se traduce en las diversas concepciones de cultura de las diferentes lógicas del estudio cultural (Wirth, 2008), así como en las trasformaciones que el concepto ha experimentado históricamente (Reckwitz, 2006). De los múltiples volúmenes compiladores sobre las teorías, tendencias y consideraciones acerca del término de «cultura» se induce que lo más importante a la hora de trabajar «culturalmente» no son las definiciones sino las aplicaciones, es decir, que por encima de definiciones holísticas, estructuralistas, etc. ha de prevalecer la reflexión sobre las repercusiones de cultura.

      Las primeras hipótesis y propuestas conceptuales que han definido así «cultura» coinciden con la que puede considerarse fecha de nacimiento de las Teorías y Ciencias Culturales (Schößler, 2006, p. 3), esto es, en torno al 1900. Con estas definiciones se dio un notable paso adelante rumbo a una noción de cultura compiladora y descriptiva. En el siglo XIX se había fragmentado el concepto incorporando a la versión teórica una faceta social, lo que motivaría nuevas definiciones más descriptivas y funcionales, ya alejadas de las nociones prescriptivas e inamovibles precedentes. Así, junto a las definiciones «normativas» de cultura tendremos desde el siglo XIX también toda una galería de definiciones descriptivas en las que las formas de vida y los individuos ocuparán el centro de estudio. De este mismo punto de partida surgen las definiciones que evolucionaron durante todo el siglo XX hasta su punto actual en la Teoría de la Cultura. Heinrich Rickert sintetizó bien esta noción de cultura hablando del sistema de valores:

      «Die Religion, die Kirche, das Recht, der Staat, die Sitten, die Wissenschaft, die Sprache, die Literatur, die Kunst, die Wirtschaft und auch die zu ihrem Betrieb notwendigen technischen Mittel sind, jedenfalls auf einer gewissen Stufe ihrer Entwicklung, Kulturobjekte oder Güter genau in dem Sinn, dass der an ihnen haftende Wert entweder von allen Gliedern einer Gemeinschaft als gültig anerkannt oder seine Anerkennung ihnen zugemutet wird» (Rickert, 1921, p. 23).

      «La religión, la Iglesia, la Justicia, el Estado, las costumbres, la ciencia, las lenguas, la literatura, el arte, la economía, así como todos los medios técnicos necesarios para su funcionamiento son en algún punto de su desarrollo objetos culturales o productos en tanto que en ellos se puede o se ha querido poder reconocer la validez de sus miembros o de su conjunto».

      Esta noción de cultura conlleva la participación de los individuos como «generadores de cultura» (Rickert, 1921, p. 21). En esta dirección apuntó Georg Simmel con su definición de cultura como consumación del ser humano:

      «Kultivierung […ist] nicht nur die Entwicklung eines Wesens über die seiner bloßen Natur erreichbare Formstufe hinaus, sondern nun auch Entwicklung in der Richtung eines inneren ursprünglichen Kerns, Vollendung dieses Wesens gleichsam nach der Norm seines eigenen Sinnes, seiner tiefsten Triebrichtungen» (Simmel, 1993 [1908], p. 366 y sig.).

      «Cultivo no es solamente el desarrollo de un cuerpo llevándolo más allá de su mera forma natural, sino que es también una evolución rumbo a un núcleo interno más antiguo, una consumación de esta esencia según la norma de su propia razón de ser, de sus más internas expansiones».

      En la misma línea está Jacob Burckhardt, que defince cultura así:

      «Die ganze Summe derjenigen Entwicklungen des Geistes, welche spontan geschehen und keine universale oder Zwangsgeltung in Anspruch nehmen» (Burckhardt, 1978 [1905], p. 57 y sig.).

      «La suma total de todos aquellos desarrollos del individuo que suceden espontáneamente y que no aspiran por necesidad a una validez universal».

      Su cara externa es la sociedad y a la cabeza de estos desarrollos se encuentra el lenguaje como una de las revelaciones más directas y concretas de la esencia de los pueblos (Burckhardt, 1978 [1905], p. 57 y sig.). Esta definición ha evolucionado en paralelo a la connotación semiótica de cultura, a lo que contribuyó además Ernst Cassirer al concebir una de las primeras definiciones orientadas y al explicar «cultura» como un conjunto de símbolos:

      «Sprache, Mythos, Kunst und Religion sind Bestandteile dieses Universums. Sie sind die vielgestaltigen Fäden, aus denen das Symbolnetzt, das Gespinst menschlicher Erfahrungen gewebt ist. Aller Fortschritt im Denken verfeinert und festigt dieses Netz. Der Mensch kann der Wirklichkeit nicht mehr unmittelbar gegenübertreten; er kann sie nicht mehr als direktes Gegenüber betrachten» (Cassirer, 1996 [1944], p. 50).

      «Lengua, mito, arte y religión son partes esenciales de este universo. Son los hilos múltiples mediante los cuales está tejida la red simbólica, la telaraña de la experiencia humana. Cualquier desarrollo intelectual afina y fortalece esta red. El ser humano no tiene acceso directo a la realidad; no puede contemplarla como un contacto directo».

      Herederas de esta oleada de definiciones son también las propuestas de Max Weber y Sigmund Freud. El primero funde la cultura con lo económico (Weber, 2010 [1920]), mientras que el segundo se ciñe al individuo para definir cultura vinculándola con el «Menschliches Begehren». Este «deseo humano» es el que marca, define y delimita la cultura, tal y como lo refleja en Das Unbehagen in der Kultur (Freud, 1997 [1930], p. 213 y sig.), su obra más concentrada en lo cultural.

      La segunda oleada de hipótesis se debe a la segunda mitad del siglo XX. En este sentido se han arrojado otras muchas definiciones de «cultura», que han abarcado un amplio abanico de perspectivas en función de la rama epistemológica y corriente de pensamiento. Andreas Reckwitz perfila dos grandes grupos de teorías de la cultura, que denomina «(neo)estructuralistas» e «interpretativas» (Reckwitz, 2006). Entre las primeras adscribe las teorías de Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault o Pierre Bourdieu. Entre las segundas, las de Alfred Schütz, Clifford Geertz o Charles Taylor, entre otros. Desde la segunda mitad del siglo XX, cultura se ha convertido sin duda en un término central y dominante de los estudios de Ciencias Sociales y Humanidades. Sin embargo, no existe una única acepción consensuada de cultura.

      De la enorme paleta de nombres, teorías, matices y corrientes se pueden extraer infinitas definiciones coherentes y válidas que, sin embargo, siguen dejando desierto el acuerdo acerca de una concreción del término. En su epílogo de la edición de 2006, Reckwitz


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