Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez

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Desde Austriahungría hacia Europa - Alfonso Lombana Sánchez


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como entidad o metadisciplina en torno al año 2000; así queda también recogido en todas las ediciones del diccionario de Nünning (2004), donde las referencias a la Teoría de la Cultura y su vinculación con la literatura son más que prudentes (en realidad, más sugerentes que conclusivas y más teóricas que constatables), y en tercer lugar podría afirmarse una sistematización coincidente con la reedición revisada de obras centrales como la de Nünning & Nünning (2008a) o sobre todo el manual de Jaeger, et. al (2011). La obra de Ansgar y Vera Nünning (2008a) es un documento importante, ya que en ella se recoge no solo una introducción a la pluralidad de los estudios culturales, sino que también se presenta el estado de la cuestión más actual a cargo de expertos en la materia, aún no superado (Nünning & Nünning, 2008b). El hilo conductor de los tres volúmenes del manual (Jaeger, et al., 2011) está marcado por la continua necesidad metodológica que se esconde detrás de esta expansión cultural, y que es donde reside su mayor debilidad: la Teoría de la Cultura es una joven (meta)disciplina que adolece todavía de un magro bagaje metodológico consensuado: ¿cuántos años en comparación tienen otras especialidades «humanísticas», y cuánto tiempo se discute aún en torno a su definición, razón de ser, límites y posibilidades? (Keisenger, 2003). La falta de unidad se pone claramente de manifiesto reconociendo el camino que aún queda por recorrer en la Teoría de la Cultura. Una advertencia en este sentido la arroja Nünning:

      «Der anhaltende Boom der Kulturwissenschaft bzw. Kulturwissenschaften darf somit nicht darüber hinwegtäuschen, dass unter diesen Begriffen – ebenso wie unter dem Etikett der Cultural Studies – eine bunte Vielfalt unterschiedlicher Strömungen, (Teil-)Disziplinen, Ansätze und heterogener Studien subsumiert wird, denen es oftmals an einer gemeinsamen theoretischen, methodischen und fachlichen Grundlage mangelt. Sie haben daher eher den Charakter von Sammelbegriffen bzw. wissenschaftspolitischen Schlagworten, die weder eine klar definierte wissenschaftliche Disziplin noch eine bestimmte Forschungsrichtung bezeichnen, sondern auf einen offenen, interdisziplinären und zunehmend internationalen Diskussions-zusammenhang verweisen» (Nünning & Nünning, 2008b, p. 9).

      «El incesante crecimiento de la Teoría de la Cultura o de las Ciencias Culturales no debe distraer del hecho de que estos dos conceptos –al igual que la etiqueta de Estudios Culturales– esconden una amplia paleta de diferentes tendencias, medio-disciplinas, teorías y estudios heterogéneos que, a su vez, carecen de un fundamento teórico, metodológico y científico común. Tienen por ello más bien el carácter de conceptos aglutinadores o bien de proclamas político-científicas que no definen ni una clara disciplina científica ni una dirección concreta de la investigación. Se trata más bien de referencias a un contexto abierto, interdisciplinar y cada vez más internacional del debate».

      Esta debilidad metodológica se suma a una amplia proyección, que es la superación de las barreras de la disciplina, su carácter internacional y unas cualidades polifónicas (Nünning & Nünning, 2008b, p. 2), además de intermediarias entre las disciplinas (Wirth, 2008, p. 61). Toda ampliación cultural estará siempre caracterizada, aunque estrictamente en relación con la especialidad, por su actuación como un propio paquete de preguntas, métodos y ámbitos de estudio (Böhme & Scherpe, 1996, p. 13). En este sentido, Vera y Ansgar Nünning presentan consecuentemente un escenario global de las teorías de la cultura estrechamente ligadas a cada una de las disciplinas, donde en cada una de las especialidades se aplica la voluntad científico-cultural de un modo particular (Nünning & Nünning, 2008b).

      La voluntad interdisciplinar es peligrosa si el papel del intermediario se entromete en la producción específica de la disciplina. Por ello, una Teoría de la Cultura como macro-disciplina con pretensiones específicas interdisciplinares caería rápidamente en un sospechoso diletantismo (Nünning & Nünning, 2008b, p. 1 y sig.). La voluntad transversal de la Teoría de la Cultura debe evitar no obstante el diletantismo; la adopción de una voluntad colaboradora es una necesidad:

      «Kulturwissenschaft zielt jedoch nicht auf Aufhebung der Grenzen wissenschaftlicher Disziplinen (die im Gegenteil auf der Basis ihrer Funktionsprämissen, Methoden und theoretischen Grundannahmen arbeiten müssen), sondern auf ihre Überschreitung im Dienste einer wechselseitigen Erhellung» (Müller, 1999, p. 576 y sig.).

      «La Teoría de la Cultura no persigue la eliminación de las fronteras de las disciplinas científicas que deben seguir trabajando desde sus premisas, métodos y puntos de partida; más bien prevé una superación de las tareas para una clarificación de diferentes características.»

      En este sentido, el juicio de Wirth es más que preciso:

      «Der Gegenstandsbereich der Kulturwissenschaft umfasst, extensional betrachtet, die Gesamtheit aller Kulturphänomene als Knotenpunkte eines Netzwerks, während die Forschungsmaterie, intensional betrachtet, die Art des Gegebenseins des jeweiligen Kulturphänomens als Knotenpunkt im selbstgesponnenen Bedeutungsgewebe der Kultur ist. Genauer gesagt: Die Forschungsmaterie besteht aus den «bedeutsamen Beziehungen», die ein individuelles Kulturphänomen mit umliegenden Kulturphänomenen verbinden» (Wirth, 2008, p. 63).

      El ámbito de estudio de la Teoría de la Cultura contempla, de forma extensional, la totalidad de los fenómenos culturales como puntos de unión de una red y, de forma intensional, el objeto de estudio de forma que cada uno de los fenómenos culturales sirva de punto de unión para el tejido del significado de cultura de cada uno. En otras palabras: el objeto de estudio se constituye a partir de las «relaciones de significado» a las que se vincula un fenómeno cultural individual junto a los demás fenómenos culturales».

      Es decir, la voluntad interdisciplinar de la Teoría de la Cultura no la convierte ni en una disciplina interdisciplinar como las Humanidades, ni en una parcelación ideológica del saber como los Estudios Culturales, ni en una especialización como las Ciencias Culturales, sino que hace de ella más bien un postulado:

      «Charakteristisch für die Kulturwissenschaft sei vielmehr dass sie eine Form der Moderation, ein Medium der Verständigung, eine Art Kunst der Multiperspektivität darstelle, um die heterogenen, hochspezialisierten, gegeneinander abgeschotteten Ergebnisse der Wissenschaften zu «dialogisieren», auf strukturelle Gemeinsamkeiten hin transparent zu machen, auf langfristige Trends hin zu befragen, disziplinäre Grenzen zu verflüssigen und ein Geflecht von Beziehungen, Vergleichen, Differenzen, Austauschprozessen und Kontexten zu entwickeln, […] nicht eine Einzelwissenschaft, sondern eine Metaebene der Reflexion und eine Form der beweglichen Verschaltung, vielleicht auch eine Steuerungsebene für die Modernisierung der Geisteswissenschaften» (Böhme & Scherpe, 1996, p. 12)

      «Especialmente característico de la Teoría de la Cultura es que supone una forma de moderación, un medio de comprensión, un tipo de arte de la multiplicidad de perspectivas para el «dialogismo» entre los resultados heterogéneos y enfrentados entre sí de los campos del saber, para hacer más transparentes las similitudes estructurales, para el cuestionamiento de las tendencias más duraderas, para la disolución de las fronteras entre las disciplinas y para el desarrollo de una red de relaciones, comparaciones, diferencias, procesos de intercambio y contextos, […] no es una única disciplina, sino un metaespacio para la modernización de las Humanidades».

      El bagaje interdisciplinar sirve únicamente para orientar una apertura científico-cultural y parte de unos conocimientos específicos. Sin este bagaje específico es inviable la ampliación de cualquier disciplina (Mittelstraß, 2005), por ello es unívoca la tarea que Reinalter define como un alejamiento consciente del «imperialismo» de la disciplina, reconociendo en todo momento la necesidad de la colaboración interdisciplinar (Reinalter, 1997, p. 109).

      Gracias a la enorme atención que ha despertado, las fronteras de las disciplinas se han desvanecido y el giro cultural se ha convertido en una proclama de colaboración y cambio (Bachmann-Medick, 2009). Aunque el panorama científico en los albores del siglo XXI sigue siendo laberíntico (Wirth, 2008, p. 59) y complejo (Mitchell, 2008, p. 50), su escenario por lo menos se ha redefinido, ya que de repente puede verse como un espacio discursivo libre de hegemonías y de muy inspiradora productividad (Böhme & Scherpe, 1996, p. 8).

      Las contribuciones de la Teoría de la Cultura

      La


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