Desde Austriahungría hacia Europa. Alfonso Lombana Sánchez
Читать онлайн книгу.atribuida a Derrida) de la ausencia de significado veraz del texto («Il nʼy a pas de vrai sens d’un texte»). Sin embargo, ¿se puede explicar tal polarización?
Más allá de la hermenéutica y de la estética de la recepción, las teorías de la deconstrucción (Barthes, Derrida, Man) han obligado a una restructuración de la comprensión de la actividad crítico-literaria y las búsquedas de verdad en la literatura (Damerau, 2003). Tras haber proclamado la muerte del autor, buscado la diferencia o reducido la literatura a un entramado de textos entrelazados entre sí, dependientes de discursos culturales, ¿es la Teoría de la Literatura, por tanto, ante un escenario así, el mero posicionamiento del investigador a favor o en contra de una escuela en concreto?
La Teoría de la Cultura ha heredado en su esencia el discurso postestructuralista, y esta influencia se ha visto también en el momento en que se ha encontrado con la Teoría de la Literatura. El concepto de «literatura» que se venía manejando hasta ahora dentro de la propia disciplina literaria era consciente de este escenario caótico y repleto de rivalidades, aunque contemplaba también muchas de estas últimas tendencias postestructuralistas a las que la compleja diversidad de escuelas anulaba en cierta manera su operatividad. Sin embargo, de las propuestas expansionistas surgió una redefinición del concepto tradicional de «literatura» que permite en cierta manera una nueva comprensión:
«Im Rahmen einer kulturwissenschaftlichen Betrachtungsweise erscheint es nämlich sinnvoll, Literatur sowohl als Menge von Texten bzw. als Symbolsystem als auch als gesellschaftlichen Handlungsbereich bzw. als Sozialsystem zu modellieren» (Nünning & Sommer, 2004, p. 16).
«En el marco de la observación cultural resulta ciertamente operativa la concepción de literatura como conjunto de textos o sistema de símbolos, así como espacio social de actuación o sistema social».
Por ello, gracias a la Teoría de la Cultura, la Teoría de la Literatura ha visto legitimadas sus intenciones en la fundamentación postestructuralista del siglo XX (Köppe & Winko, 2008, p. 235) y ha permitido su agrupación en un ramillete metodológico dentro de su propia tradición.
Asimismo, la expansión cultural ha potenciado la internacionalidad, lo que es en realidad una mera tendencia contemporánea (Böhme & Scherpe, 1996, p. 9) y ha exigido una internacionalización a las Humanidades de la que en ocasiones estas adolecían por barreras lingüísticas. De esta forma, las inexistentes fronteras de la literatura se superan también con una perspectiva global de su estudio teórico en el que se refunda y revaloriza el saber específico, tal y como queda de manifiesto especialmente en su nuevo enfoque intercultural (Köppe & Winko, 2008, p. 236). En tanto que heredera del postestructuralismo, la Teoría de la Literatura Cultural dirige su atención de modo especial hacia los fenómenos de la «otredad» en una nueva visión de cultura en la que se vuelven visibles «un considerable número de discursos, parentescos y procesos transversales» (Csáky, 2007). Así lo corrobora también Magdalena Orosz al postular que la observación teórica cultural de literatura conlleva de antemano un aspecto intercultural (Orosz, 2004, p. 161). Esta sensibilidad hacia los fenómenos de diversidad cultural se formuló explícitamente con los Estudios Postcoloniales (Lazarus, 2004b) y ha evolucionado en paralelo acogiendo los postulados del cosmopolitismo (Beck, 2004), de la transculturalidad (Welsch, 2010; Iljassova-Morger, 2009), de la superdiversidad (Vertovec, 2011), etc. A raíz de estos ejemplos, la vinculación entre literatura y pluralidad es por tanto más que comprensible:
«Literarische Texte sind auf Grund ihrer subjektiven perspektivischen Brechung und ihrer spezifischen Ästhetik besonders geeignet, ein realistisches Bild von der Vielfalt und Dynamik unterschiedlicher kultureller Muster zu vermitteln und interkulturelle Perspektiven zu ermöglichen» (Biechele, 2002, p. 15).
«Por el perspectivismo de su ruptura subjetiva y por su específica estética, los textos literarios resultan idóneos para transmitir un retrato realista de la diversidad y de la dinámica de los diferentes modelos culturales, así como para posibilitar perspectivas interculturales».
La visión de la diversidad en la literatura se ha entendido tradicionalmente como una Teoría de la Literatura «intercultural» (Leskovec, 2011), una hermenéutica de la otredad (Hammerschmidt, 1997) o una «Xenología literaria» (Wierlacher & Albrecht, 2007). También se han ocupado de ella los estudios de transferencia cultural (Lüsebrink, 2005) con más de dos décadas de antigüedad (Espagne & Werner, 1988), pero en los últimos años no solo ha aumentado la diversidad, sino que también lo ha hecho el interés por, entre otras, literaturas menores, literaturas de emigración, literatura de migrantes, literatura de la lejanía, literatura transnacional, literatura intercultural, etc. (Hakkarainen, 2008, p. 158).
Por ello, integración, migración, multiculturalismo o diversidad son los grandes temas de discusión en el siglo XXI no solo en los diferentes estudios sobre movilidad, sino también en estudios literarios, pues el texto literario trata en definitiva las salidas a estas preguntas constatables en nuestros días (Hess, et al., 2009). Por ello, también gozan de gran presencia estas dentro de los estudios culturalmente orientados, que en definitiva consideran con total naturalidad que autores interculturales sean aquellos cuyos orígenes y perfiles biográficos interculturales marquen su escritura (Mecklenburg, 2008, p. 21). De este modo, además, una literatura culturalmente expandida ha asumido especialmente el discurso de la diversidad cultural en sus múltiples variantes. Así, gracias a la Teoría de la Literatura Cultural disponemos de una amplísima perspectiva metodológica que considera cuestiones filosóficas, antropológicas, sociológicas, políticas, etc. Es una orientación similar a la que sobrevoló a las preguntas «postestructuralistas» latentes en la Teoría de la Literatura a finales del siglo XX, las cuales encontramos de nuevo en la Teoría de la Cultura, por lo que se vinculan a su vez también con el discurso de la postmodernidad en literatura (Hoffmann, 2006, p. 288 y sig.).
La Teoría de la Cultura ha puesto de manifiesto una literatura que parecía estar relegada a un segundo plano. Metafóricamente se ha afirmado que las propuestas culturales han despertado con furia a un gigante que parecía dormido, demostrándole cuánto tenía todavía por decir (Schößler, 2006, p. IX). Ciertamente, la Teoría de la Literatura ha intentado asumir muchos de los postulados culturales en una estrecha combinación con las directrices de las disciplinas, permitiendo así la mentalidad transversal a la que apelan las intenciones interdisciplinares (Reinalter, 1997, p. 109). Gracias a la fructífera colaboración es posible apuntar hoy en día cuál es la tendencia de trabajo que le espera a la Teoría de la Literatura en los próximos años:
«Der Zusammenhang von Literatur- und Kulturwissenschaft lässt sich heute […] anhand der über die philologischen Aufgaben im engeren Sinn hinausgehenden Kernbereiche der Literaturwissenschaft ablesen: Textanalyse und Textinterpretation […], Analyse von Medien und Medialität als konstitutive Elemente kultureller Kommunikation und die Rekonstruktion und Konstruktion der Geschichte der Literatur als kulturwissenschaftlich ausgerichtete Funktionsgeschichte der Literatur» (Voßkamp, 2008).
«La conjunción de Teoría de la Cultura y de Teoría de la Literatura se aprecia ante todo en los ámbitos centrales de las tareas filológicas en sí que nacen de la Teoría de la Literatura: análisis e interpretación textual, análisis de los medios y medialidad en tanto que elementos constituyentes de la comunicación cultural, así como la reconstrucción y construcción de una historia de la literatura como una historia de funciones de la literatura culturalmente orientada».
La difícil tensión de estos últimos años parece haberse ido aflojando recientemente gracias a los ya mencionados principios culturales en la Teoría de la Literatura (Bollenbeck & Kaiser, 2011). Y, frente a los retos de las Humanidades del siglo XXI, la Teoría de la Cultura parece venir justo en el momento idóneo para atender estos miedos con un ímpetu renovador e incentivador. No se habla por tanto de postulados, sino más bien del refuerzo de las propias disciplinas interconectadas y, a partir de ahí, de una expansión de las propias prácticas conforme a los nuevos paradigmas (Schößler, 2006, p. IX). Es por ello que en el caso concreto de la Teoría de la Literatura, la orientación cultural ha ampliado el horizonte, caracterizándose por su dinámica y su tendencia a la formulación de nuevos retos (Köppe & Winko, 2008, p. 239). Este