Atrapada al atardecer. C. C. Hunter

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Atrapada al atardecer - C. C. Hunter


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incómodo, y miró a su alrededor como si hubiera notado que no estaban solos.

      —Buena suerte —titubeó, y se fue.

      Lo vio irse y luego se puso a buscar al espíritu. Notó como se le ponía la piel de gallina a lo largo de la columna vertebral. Su habilidad para ver fantasmas había sido la primera señal de que no era normal.

      —¿Podemos dejar esto para luego? —susurró.

      Una neblina apareció detrás de las mecedoras blancas al final del porche. Era evidente que el espíritu no tenía el suficiente conocimiento o poder para completar la manifestación, pero bastó para mover las sillas de un lado a otro. El crujido de la madera al golpear madera sonaba como embrujado… y con motivo.

      Esperó, y pensó que se trataba del espíritu de la mujer que se había aparecido ese mismo día en el coche de su madre mientras pasaban cerca del Cementerio Fallen, de camino al campamento. ¿Quién era ella? ¿Qué quería que hiciese? Nunca había respuestas sencillas cuando se trataba de fantasmas.

      —Ahora no es un buen momento. —Decir eso no serviría de nada. Los espíritus creían en la política de puertas abiertas.

      La mancha de niebla tomó algo más de forma, y Kylie se sintió invadida por la emoción.

      No era la mujer que había visto antes.

      —¿Daniel? —Kylie se acercó. Introdujo las yemas de los dedos en la helada niebla mientras esta adquiría una forma más familiar. Una emoción cálida, una mezcla de amor y arrepentimiento, ascendió por su brazo. Ella retiró la mano, pero los ojos se le llenaron de lágrimas.

      —¿Daniel? —Estuvo a punto de llamarlo papá, pero eso todavía la incomodaba. Observó como se esforzaba por manifestarse.

      Él le había dicho en una ocasión que su tiempo para merodear por la tierra era limitado. Más lágrimas llenaron sus ojos al darse cuenta de lo limitado que era. Su sentimiento de pérdida se triplicó al comprender lo duro que eso tenía que ser para él. Quería estar allí cuando ella conociera a sus padres. Y ella también lo necesitaba ahí —quería que le contara más sobre los Brighten— y deseaba con todas sus fuerzas que nunca hubiese muerto.

      —No. —La única palabra que dijo, con brusquedad, sonó urgente.

      —No, ¿qué? —No respondió, o quizá no podía hacerlo—. ¿No debo preguntarles sobre tus padres biológicos? Pero tengo que hacerlo, Daniel, es la única manera de averiguar la verdad.

      —No es… —Su voz se interrumpió.

      —No es ¿qué? ¿No es importante? —Aguardó su respuesta, pero la débil aparición se hizo más tenue, y el frío espiritual comenzó a desaparecer. Las mecedoras ralentizaron su balanceo, y el silencio descendió a su alrededor—. Es importante para mí —prosiguió—. Necesito… —El implacable calor de Texas se llevó por delante los últimos restos de frío.

      Se había ido. Entonces, pensó que quizá no volvería a verlo nunca más. —No es justo. —Se secó las pocas lágrimas que le habían caído por las mejillas. La necesidad de correr y esconderse apareció de nuevo. Pero ya había perdido demasiado tiempo. Agarró el pomo de la puerta, todavía frío por el fantasma de Daniel, y se preparó para enfrentarse a los Brighten.

      ***

      Dentro, Kylie escuchó un ligero murmullo que procedía de una de las salas de conferencias del final. Trató de afinar el oído para distinguir las palabras. Nada.

      En las últimas semanas, había recibido inesperadamente el don de la sensibilidad auditiva. Pero así como venía, se iba. ¿De qué servía tener un poder si no sabía cómo utilizarlo? Aquello no hacía más que incrementar la sensación de que todo en su vida estaba fuera de control.

      Mientras se mordía el labio, recorrió el pasillo y trató de concentrarse en su objetivo: obtener respuestas. ¿Quiénes eran los padres biológicos de Daniel? ¿Qué era ella?

      Escuchó como Holiday decía: «Estoy segura de que acabaréis queriéndola.

      Los pasos de Kylie se ralentizaron. ¿Amor?

      ¿No era eso un poco fuerte? Puede que simplemente les gustase. Eso estaría bien. Querer a alguien era… complicado. Incluso gustar demasiado a alguien tenía sus inconvenientes, como cuando cierto medio fae muy atractivo decidió que estar cerca de ella era demasiado duro y… se fue.

      Sí. Definitivamente, Derek era un ejemplo perfecto de los inconvenientes de que te gustase demasiado alguien, y lo más seguro es que también fuera la razón por la que evitaba los besos de Lucas.

      Un problema después de otro. Apartó ese pensamiento de su mente mientras caminaba hacia la puerta abierta de la sala de conferencias.

      El anciano sentado a la mesa apoyó las manos en la gran mesa de roble.

      —¿En qué tipo de problemas se ha metido?

      —¿A qué se refiere? —Holiday lanzó una mirada hacia la puerta y se echó su larga melena pelirroja por encima del hombro.

      El anciano continuó:

      —Hemos buscado información sobre Shadow Falls en internet, y tiene reputación de ser un lugar para adolescentes con problemas.

      ¡Genial! Los padres de Daniel pensaban que era una delincuente juvenil.

      —No deberían creer todo lo que leen en internet. —La voz de Holiday solo dejaba entrever una pequeñísima señal de enfado—. En realidad, esta es una escuela para jóvenes con un gran talento que están tratando de encontrarse a ellos mismos.

      —Por favor, dígame que no son drogas —respondió la mujer de pelo plateado sentada junto al anciano—. No estoy segura de poder lidiar con eso.

      —No soy una yonqui —dijo Kylie, acordándose de Della, su compañera de piso vampira, que había tenido que enfrentarse a una sospecha similar por parte de sus padres. Todos giraron la cabeza hacia Kylie que, al sentirse en el ojo del huracán, contuvo la respiración.

      —Oh, vaya —contestó la mujer—. No pretendía ofenderte.

      Kylie entró lentamente en la estancia.

      —No estoy ofendida. Solo quería dejarlo claro. —Fijó la mirada en los ojos grises de la mujer. Después, la desvió hacia el anciano, en busca de… ¿qué? Un parecido, quizá. ¿Por qué? Sabía que no eran los padres biológicos de Daniel, pero ellos lo habían criado, y probablemente le habían transmitido gestos y modales.

      Kylie pensó en Tom Galen, su padre adoptivo, el hombre que la había educado, el hombre al que hasta hace poco había considerado su verdadero padre. Aunque Kylie todavía no le había perdonado que hubiese abandonado a su madre después de diecisiete años de matrimonio, no podía negar que había adoptado algunos de sus gestos. Aunque no es que viera más de Daniel en sí misma, desde su ADN sobrenatural hasta sus rasgos físicos.

      —Leímos que esto era un hogar para adolescentes con problemas —dijo el anciano en un tono de disculpa.

      Recordó a Daniel diciéndole que sus padres adoptivos lo habían querido, y que la habrían querido a ella si la hubieran conocido.

      Amor. La emoción le invadió el pecho. Tratando de descifrar la sensación, Kylie pensó en Nana —la madre de su madre— y en cuánto la adoraba, lo mucho que la había echado de menos cuando murió. ¿Era el hecho de saber que los Brighten eran mayores —que no les quedaba mucho tiempo— lo que hacía que Kylie quisiera dar marcha atrás?

      Como si el hecho de pensar en la muerte lo hubiera provocado, un escalofrío fantasmal inundó la habitación. ¿Daniel? Lo llamó con la mente, pero la sensación de frío punzante en su piel era en esa ocasión distinta.

      Cuando el aire helado entró en los pulmones de Kylie, el espíritu se materializó detrás de la señora Brighten. Aunque la aparición parecía una mujer, una cabeza calva reflejaba


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