Atrapada al atardecer. C. C. Hunter

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Atrapada al atardecer - C. C. Hunter


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era el de Holiday.

      —Disculpen —Holiday se levantó y salió de la habitación para responder a la llamada. Se detuvo de golpe en la puerta—. Tranquilízate —dijo al teléfono.

      La dureza de la voz de la directora del campamento cambió por completo el humor que reinaba en la estancia. Holiday se dio la vuelta y se acercó a Kylie.

      —¿De qué se trata? —murmuró Kylie.

      Holiday apoyó una mano sobre su hombro, cerró el teléfono y miró a los Brighten.

      —Ha habido una emergencia. Tenemos que posponer esta reunión.

      —¿Qué ocurre? —preguntó Kylie.

      Holiday no respondió. Kylie dirigió de nuevo la mirada a las caras de decepción de los Brighten y sintió como esa misma emoción se abría camino a través de su pecho.

      —¿No podríamos…?

      —No —dijo Holiday—. Voy a tener que pedirles a tus parientes que se marchen. Ahora.

      La voz de la directora del campamento se interrumpió con el estrépito de la puerta de la cabaña al abrirse y chocar contra la pared. Los Brighten se estremecieron y clavaron la mirada en la puerta, mientras el repiqueteo de unos pasos a la carrera se iba acercando a la sala de conferencias.

      Capítulo 2

      Tres minutos después, Kylie observaba desde el aparcamiento como el Cadillac plateado de los Brighten se alejaba. Se volvió hacia Della y Lucas, quienes habían entrado en la oficina e interrumpido la reunión con sus abuelos. Perry también había llegado con ellos, pero había tomado la sabia decisión de desaparecer. Holiday, que los había acompañado afuera, estaba otra vez al teléfono.

      —¿Podría alguien decirme que pasa, por favor? —preguntó Kylie. Sentía que la oportunidad de saber más sobre su padre se desvanecía en el horizonte junto con el Cadillac. Entonces fue consciente de que aún tenía el sobre marrón con las fotografías de Daniel. Lo agarró con fuerza.

      —No te lo tomes tan a pecho, solo estamos cubriéndote las espaldas.

      Las puntas de los colmillos de Della asomaron por las comisuras de sus labios. Sus ojos oscuros, ligeramente sesgados, y su cabello negro y lacio denotaban sus raíces asiáticas.

      —¿Cubriéndome las espaldas de qué?

      —Derek me ha llamado. —Holiday cerró el teléfono y entró dentro del círculo—. Estaba preocupado. —Su teléfono sonó de nuevo, comprobó de quién se trataba y alzó un dedo—. Perdonadme. Un minuto.

      A Kylie se le estaba agotando la paciencia. Miró otra vez a Della y a Lucas.

      —¿Qué pasa?

      Lucas intervino:

      —Burnett nos llamó y nos pidió que interrumpiéramos la reunión.

      La mirada de Lucas se encontró con la suya y, como antes, vio la preocupación reflejada en sus ojos azules.

      Burnett, un vampiro de treinta y tantos años, trabajaba para la UIF —Unidad de Investigación de Fallen—, una rama del FBI que se dedicaba a vigilar a los seres sobrenaturales. También era el propietario de parte de Shadow Falls. Cuando Burnett daba una orden, esperaba que la gente obedeciera. Y normalmente, lo hacían.

      —¿Por qué? —quiso saber Kylie—. Tenía preguntas que hacerles. —Sin previo aviso, el recuerdo de la mano de la señora Brighten sobre la suya explosionó en su mente: delicada, frágil. Kylie sintió emociones que iban hacia ella desde todas direcciones.

      —Burnett nunca explica sus razones —comentó Della—. Da órdenes.

      Kylie estudió a Holiday, que seguía al teléfono. Parecía preocupada, y Kylie sintió cómo las emociones de Holiday se unían a las otras que ya le recorrían la columna vertebral.

      —No lo entiendo. —Luchaba por sobreponerse al nudo que tenía en la garganta.

      Lucas se acercó más. Tan cerca que podía oler su aroma: un olor a madera empapada del rocío de primera hora de la mañana.

      Elevó la mano y durante un momento ella pensó que iba a tocarla, pero la bajó con la misma rapidez. Luchó contra la decepción.

      Holiday colgó el teléfono.

      —Era Burnett.

      Dio un paso hacia adelante y apoyó una mano sobre el hombro de Kylie. Ella no quería estar tranquila, quería respuestas. Así que apartó la mano de la directora del campamento.

      —Solo dime qué pasa. Por favor.

      —Derek nos ha llamado. Fue a ver al detective que ayudó a encontrar a tus abuelos y lo halló inconsciente en su oficina. Encontró su teléfono fuera, manchado de sangre. Resumiendo: Derek no cree que el detective te enviara ese mensaje sobre tus abuelos. Ha llamado a Burnett, que ahora está allí.

      Kylie trató de entender lo que Holiday decía.

      —Pero si el detective no mandó el mensaje, ¿quién lo hizo?

      Holiday se encogió de hombros.

      —No lo sabemos.

      —Derek puede estar equivocado —dijo Lucas, dejando patente con su tono de voz la poca simpatía que sentía por el medio fae.

      Kylie ignoró a Lucas y sus vibraciones, y trató de asimilar lo que implicaban las palabras de Holiday.

      —Entonces… ¿Derek y Burnett piensan que el señor y la señora Brighten son unos impostores?

      Holiday asintió.

      —Si Derek está en lo cierto, y el mensaje fue enviado por la persona que atacó al detective, entonces tendría sentido que esos dos hubieran estado aquí por otras razones.

      —Pero son humanos —dijo Kylie—. Lo he comprobado.

      —Totalmente humanos —dijo Della.

      —Lo sé —explicó Holiday—. Ese es el motivo por el que no los he detenido ni interrogado. Lo último que necesito es atraer más sospechas sobre Shadow Falls. Ya tenemos a los lugareños echándonos el aliento en la nuca. Pero que sean humanos no quiere decir que no puedan trabajar para otra persona, algún ser sobrenatural.

      Kylie supo que Holiday se refería a Mario Esparza, el abuelo del vampiro asesino que se había obsesionado con ella.

      Durante una fracción de segundo, Kylie vio a las dos adolescentes a las que había conocido en la ciudad, a las que Red, el nieto de Mario Esparza, había matado. La furia y la frustración se abrieron paso a través de la amalgama de sus emociones.

      —Pero me trajeron fotos. —Levantó el sobre.

      Holiday tomó el sobre y echó un vistazo rápido al montón de fotos. Por alguna extraña razón, Kylie quiso quitárselas, como si la intervención de Holiday fuese de alguna forma irreverente.

      —Aquí no hay fotos familiares. Lo normal sería que hubiera una o dos en las que aparecieran con su hijo.

      Kylie tomó de nuevo las fotos y las deslizó dentro del sobre, tratando de proteger su cabeza frente a lo que insinuaban. Sus pensamientos se fueron a otro sitio.

      —Pero ¿y si son mis verdaderos abuelos y quien haya hecho eso al detective está tratando de llegar hasta ellos? —Recordaba la fragilidad de la palma de la mano de la anciana. La poca vida que le quedaba a la mujer podría serle arrebatada con facilidad.

      Sintió una punzada en el pecho. ¿Había puesto en peligro a los padres de Daniel al encontrarlos? ¿Había sido eso lo que Daniel había querido decirle? Sintió el aroma de Lucas a su lado, como si le ofreciera una pequeña porción de tranquilidad.

      Holiday habló de nuevo.

      —No


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