Atrapada al atardecer. C. C. Hunter

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Atrapada al atardecer - C. C. Hunter


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refunfuñando.

      —La manada te busca.

      —Voy enseguida —contestó, con el ceño fruncido. Ella no se movió. Continuó mirándolo fijamente y añadió—: No deberían tener que esperar a su líder.

      —He dicho que voy enseguida —gruñó Lucas.

      Fredericka se alejó, y Lucas se giró hacia Kylie.

      —Lo siento, tengo que irme.

      —¿Algo va mal? —preguntó Kylie al ver la preocupación que reflejaban sus ojos.

      —Nada de lo que no pueda hacerme cargo —contestó. Le dio un beso rápido en los labios y deslizó las fotos en sus manos.

      ***

      —¿Estarás bien? —le preguntó Holiday a Kylie cuando volvió al porche de la oficina.

      Kylie se tiró sobre una de las grandes mecedoras blancas. El calor pegajoso parecía adherirse a su piel.

      —Sobreviviré. —Apoyó el sobre en la pequeña mesa del patio que había entre las sillas y se apartó el pelo hacia atrás, sosteniéndolo por detrás del cuello.

      —¿De verdad crees que eran unos impostores?

      Holiday se sentó en la otra mecedora. Llevaba el pelo suelto, sobre los hombros.

      —No lo sé. Pero Burnett no descansará hasta llegar al fondo de todo esto. Se siente culpable por no estar más encima de las cosas y dejar que Mario llegara hasta ti. Me imagino que después de esto no dejará que te alejes de su radar.

      —No tenía forma de saber lo que ese miserable estaba tramando.

      —Lo sé. Y tú también. Pero Burnett tiende a ser un poco duro consigo mismo.

      —¿No son así todos los vampiros? —Kylie pensó en Della y en el bagaje emocional que arrastraba.

      —La verdad es que no. Te sorprendería saber cuántos vampiros se niegan a asumir ninguna responsabilidad sobre sus actos. Siempre es culpa de otro.

      Kylie estuvo a punto de preguntar si se refería a cierto vampiro que le había roto el corazón en el pasado, pero sus pensamientos volvieron a centrarse de nuevo en los Brighten.

      —Tú estabas ahí. ¿No has leído sus emociones? ¿No eran sinceras? Yo he sentido como si de alguna manera… estuviera conectada con ellos.

      Holiday inclinó la cabeza, como si estuviera pensando.

      —Han sido muy precavidos, quizá demasiado, pero… sí, parecían sinceros. Especialmente la señora Brighten.

      —Entonces, ¿cómo es posible que…?

      —La lectura de las emociones nunca es fiable al cien por cien —dijo Holiday—. Las emociones se pueden disfrazar, esconder e incluso falsificar.

      —¿Los humanos pueden hacer eso?

      —Los humanos son expertos. Se les da mejor que a los seres sobrenaturales. A menudo, he pensado que aquellas especies que carecen de superpoderes para controlar sus mundos son capaces de controlar mejor sus emociones.

      Kylie escuchaba con el corazón encogido por la preocupación que sentía por los Brighten.

      —Narcisismo, indiferencia, personalidad esquizoide, sociopatía, todo esto está presente en la raza humana en diferentes grados. Luego están también los actores que pueden crear una emoción propia simplemente tomándola prestada de un acontecimiento anterior. He ido a ver espectáculos y obras de teatro en los que las emociones que manaban de los actores eran tan reales como cualquiera que yo haya sentido.

      Kylie se recostó en su silla y contestó:

      —Yo soy mitad humana y no parezco ser capaz de controlar nada.

      Holiday le dirigió una mirada comprensiva.

      —Siento haber tenido que hacer que se fueran. Sé que esperabas descubrir algo, pero no me podía arriesgar a que Derek tuviera razón.

      —Lo entiendo. —Y lo hacía, simplemente no le había gustado—. La señora Brighten —si es que de verdad era la señora Brighten— me recordaba a mi abuela.

      —Nana —dijo Holiday, y Kylie se acordó de que el espíritu de Nana se le había aparecido.

      —Sí.

      Holiday suspiró.

      —Sé lo difícil que es esto para ti.

      El teléfono de la directora del campamento sonó, y Kylie contuvo la respiración; esperaba que fueran noticias sobre los Brighten, Derek o el detective.

      La supervisora del campamento se quedó mirando la pantalla.

      —Es mi madre. La llamaré luego.

      Kylie elevó una rodilla hasta el pecho y la rodeó con los brazos. El silencio que siguió a la llamada la llevó a sincerarse.

      —Siento que nada en mi vida tiene ya sentido. Todo está cambiando.

      Holiday se recogió el pelo en una coleta.

      —Los cambios no son tan malos, Kylie. Si las cosas no cambian es cuando de verdad tienes que preocuparte.

      —Discrepo. —Kylie apoyó el mentón sobre la rodilla —. Quiero decir, sé que los cambios son necesarios para alcanzar la madurez y todo eso. Pero me gustaría sentir que al menos hay algo en mi vida que es… sólido. Necesito una piedra de toque. Algo que sea real.

      Holiday alzó las cejas.

      —Shadow Falls es real, Kylie. Esto es tu piedra de toque.

      —Lo sé, sé que pertenezco a este lugar, es solo que todavía no sé de qué manera. Y por favor, no me digas que esto debería convertirse en la razón de ser de mi búsqueda, porque lo ha sido desde que llegué aquí y no estoy más cerca de averiguarlo que entonces.

      —Eso no es cierto. —Holiday recogió las rodillas. En la enorme mecedora, su cuerpo parecía incluso más pequeño—. Mira lo lejos que has llegado. Como has dicho, sabes que perteneces a este lugar. Eso ya es un gran paso, y estás recibiendo dones de todas partes. —Soltó una risa. Kylie levantó la mirada y dijo—: Soy patética, ¿verdad?

      —No, estás frustrada y, si te soy sincera, después de la semana que has tenido, tienes derecho a estarlo. Tienes incluso derecho a un poco de patetismo —contestó Holiday, con el ceño fruncido.

      —Nadie tiene derecho a ser patético —respondió Kylie.

      —No estoy segura de eso, yo misma creo que me he ganado ese derecho un par de veces a lo largo de mi vida. —Holiday movió la mecedora con suavidad.

      Kylie miró a la directora del campamento, y tuvo una clara sensación de que había un montón de cosas que Holiday todavía no le había contado acerca de sí misma.

      —¿Lo que he sentido antes era un nuevo espíritu? —preguntó Holiday.

      —Sí. —Kylie se reclinó en la silla—. Sigue sin decir nada con sentido, dice que está confusa. —Kylie recordó las siniestras cicatrices que había visto en la cabeza de la mujer—. Creo que murió de un tumor cerebral o algo así, tenía la cabeza afeitada y cicatrices.

      —Mmm… —contestó Holiday.

      —Y creo que está enterrada en el cementerio Fallen.

      —¿De verdad? ¿Te ha dicho eso?

      —No, pero creo que ha sido ahí donde la he recogido. Cuando veníamos hacia aquí esta mañana. Acabábamos de dejar atrás el cementerio cuando el espíritu se materializó en el asiento trasero.

      —Supongo que tiene sentido.

      —Pero, ¿no crees que sea así? —preguntó Kylie, sin estar segura de lo que pensaba Holiday.

      —No


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