El ayuno como estilo de vida. Dr. Jason Fung
Читать онлайн книгу.a los veintidós años, mi médico me dijo que era probable que no pudiese tener hijos. Ser madre había sido mi mayor deseo durante toda mi vida y, de pronto, vi que ese sueño tal vez no se haría nunca realidad.
Cuando cinco años después me diagnosticaron diabetes tipo 2, fue el peor día de mi vida; la experiencia fue incluso más horrorosa que cuando descubrí que, probablemente, era infértil. Cuando escuché la noticia, mi corazón pasó a latir tan deprisa que pensé que iba a estallar. Todo se volvió brumoso y empecé a jadear para obtener aire. Ese fue mi primer ataque de ansiedad.
Solo tenía veintisiete años, y cuando mi médico me dio los resultados del laboratorio, sentí que me acababa de entregar una sentencia de muerte. ¿A qué tipo de vida me enfrentaba? ¿Padecería insuficiencia renal a los treinta y cinco años, como los sujetos de mis investigaciones? ¿Contraería alzhéimer a los cuarenta? ¿O qué tal un ataque al corazón a los cuarenta y cinco, seguido de un derrame cerebral a los cincuenta?
Me fui a casa, me tiré a la cama y me eché a llorar. Ya podía olvidarme de ayudar a los demás a través de la medicina. Renunciaría a mi sueño de ser médica y haría otra cosa.
Cuando por fin me calmé, decidí que tenía que hacer lo que fuera necesario para recuperar mi salud. El primer paso que di fue empezar a tomar comidas saludables con regularidad. Soy canadiense, y recurrí a la Guía alimentaria de Canadá (que es el equivalente a las pautas proporcionadas por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos). Como había sido elaborada por expertos, me propuse seguir sus consejos a rajatabla. Y así lo hice; empecé a tomar tres comidas todos los días, más varios refrigerios entre ellas. ¿Qué ocurrió? Pues que pasé de ser un saco de grasa flaco a ser un gran saco de grasa.
Meses más tarde, ansiando encontrar una solución, pensé en el doctor Fung, con quien todavía trabajaba, y de pronto supe que mi diagnóstico de diabetes pudo haber sido la mayor bendición que había recibido en mi vida.
Jason siempre se salía del pensamiento convencional, y estaba empezando a investigar el ayuno. Una tarde, oí que le decía a un pequeño grupo de personas que era posible que el ayuno fuese útil para revertir la diabetes tipo 2, y pensé: «De ninguna manera. Esto es muy extremo». Pero no tenía nada que perder, y sí mucho que ganar.
Hablé con Jason e inmediatamente comencé a ayunar y a aplicar sus principios relativos a una buena nutrición. Empecé a comer un abanico de alimentos integrales, bajos en carbohidratos y que contenían grasas saludables. En pocas semanas, me di cuenta de que casi todo lo que había aprendido sobre nutrición a lo largo de mi vida era incorrecto. Han pasado ocho años desde que comencé a seguir las recomendaciones del doctor Fung, y he mantenido una pérdida de peso de treinta y nueve kilos. También me he librado totalmente de la diabetes tipo 2, la esteatosis hepática y el síndrome del ovario poliquístico.
Actualmente, soy una mujer de treinta y cinco años muy sana y feliz, que tiene el privilegio de ayudar a nuestros clientes a perder peso y acabar con la diabetes tipo 2. Sigo trabajando con Jason y, juntos, creamos un programa llamado The Fasting Method (‘El método del ayuno’). Es una comunidad en línea con sede en Toronto, en la que instructores que conocen bien el ayuno ayudan a clientes a perder peso y obtener mejorías respecto a sus problemas de salud crónicos. También atiendo a clientes de forma individual, y les doy el tipo de consejos salvadores que mis médicos nunca me dieron. Esta es una de las partes más satisfactorias de mi trabajo, porque me permite conocer a mujeres como Jennifer.
Como yo, Jennifer tenía sobrepeso y el síndrome del ovario poliquístico. Su problema de salud también hacía que tuviese acné y que le creciese vello según un patrón masculino, un desafortunado efecto secundario de las fluctuaciones hormonales provocadas por el trastorno. No tuvo la primera regla hasta los dieciocho años, y a partir de ese momento solo estaba teniendo una menstruación al año, como máximo. Tras haber intentado quedarse embarazada, sin lograrlo, durante años, ella y su marido decidieron que intentarían, a lo sumo, tres rondas de fecundación in vitro. Para asegurarse de que acabarían por tener un bebé, también rellenaron papeles para adoptar uno.
Cientos de inyecciones hormonales más tarde en el curso de las tres rondas de fecundación in vitro, los folículos de Jennifer no maduraron, por lo que los médicos ni siquiera pudieron extraer, y mucho menos fertilizar, un óvulo suyo. Afortunadamente, el papeleo para la adopción dio sus frutos, y Jennifer y su marido dieron la bienvenida a un hermoso bebé llamado Nico a su familia.
Pero Jennifer seguía preocupada por su salud y su peso, por lo que consultó con uno de nuestros instructores en materia de ayuno, que la guio a lo largo de un programa de reducción de la ingesta de azúcar, una alimentación baja en carbohidratos y ayunos. Jennifer perdió algo de peso y se activó su ciclo menstrual. Por capricho, decidió intentar una cuarta ronda de fecundación in vitro. Se quedó embarazada, y su segundo hijo, Oscar, nació cuando Nico tenía dos años y medio. Continuó con sus hábitos saludables y tres años después se quedó embarazada, de forma natural, de su tercer hijo. En la actualidad, Jennifer es una madre de tres hijos sana y delgada; sus períodos son regulares y su vida es más feliz de lo que jamás pudo imaginar.
Debido al ayuno confío en que, como Jennifer, algún día seré madre. Hasta entonces, estoy muy contenta de seguir trabajando para ayudar a los demás a mejorar su vida. Junto con el doctor Fung y Eve Mayer, estoy aquí para ser tu guía; te ofreceré mi perspectiva, como investigadora, sobre cómo el ayuno puede ayudarte a perder peso y detener tus enfermedades crónicas.
DR. JASON FUNG
Soy nefrólogo, es decir, especialista en enfermedades renales. Me licencié y fui médico residente (en la rama de medicina interna) en la Universidad de Toronto, y finalicé mi beca en la Universidad de California en Los Ángeles. 5 Durante los últimos veinte años, he trabajado día tras día en el tratamiento de los riñones de mis clientes, contribuyendo al funcionamiento normal de estos órganos vitales. He recetado los medicamentos adecuados, he recomendado los tratamientos e intervenciones quirúrgicas apropiados y he seguido los procedimientos correctos para ayudar a quienes sufren problemas renales (cálculos, diabetes, cáncer, inflamación, etc.). Por lo tanto, se me hace un poco extraño estar ejerciendo la medicina de la obesidad en la actualidad, y estar haciendo todo lo posible para que las personas dejen de tomar medicamentos, escapen del bisturí y eviten la diálisis. Básicamente, la misión de mi vida es que los nefrólogos como yo nos quedemos sin trabajo.
La razón de ello es que, hace una década, advertí un patrón inquietante. En el pasado, la causa más habitual de enfermedad renal era la presión arterial alta, seguida de la diabetes tipo 2. Con el tiempo, como las pruebas de detección adecuadas y la introducción de medicamentos para la presión arterial ayudaron a reducir las enfermedades causadas por la hipertensión, la diabetes tipo 2 la superó como principal causa de enfermedad renal. Era evidente que los medicamentos y la tecnología no estaban ayudando a estos pacientes, y cada vez fui más consciente de que mis esfuerzos por tratar las enfermedades renales con fármacos, diálisis y otros procedimientos nunca iban a tener éxito a gran escala, porque no abordaban la causa raíz del problema. Estaba claro que el exceso de peso corporal, que conduce a la diabetes tipo 2, era el verdadero culpable. Por lo tanto, la única solución lógica es ayudar a perder el peso que sobra.
Pero ¿cómo se puede lograr una pérdida de peso efectiva a largo plazo? ¿Cuál es el mejor enfoque para alcanzar el objetivo de perder peso y mejorar la salud? Durante décadas, la recomendación predominante por parte de los médicos ha sido la de comer menos y moverse más. Pero esta estrategia no le resulta útil a la gran mayoría de la gente, e innumerables estudios científicos (que citaré en este libro) han demostrado que la restricción calórica no es efectiva. Todo el mundo, yo incluido, ha probado este enfoque alimentario y ha fracasado, tanto si el objetivo era perder dos kilos como si era perder noventa y tres. Desafortunadamente, no aprendí casi nada sobre nutrición y pérdida de peso en la facultad de Medicina, de manera que me puse a estudiar estos dos ámbitos. Podría decirse que el peso era el factor que más influía en la salud de mis clientes, por lo que sabía que debía convertirme en un experto en este tema.
Pero