Decadencia. Adrian Andrade

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Decadencia - Adrian Andrade


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callado ante la sugerencia del Sargento.

      —¡Qué fue eso! —gritó Berger al filtrarse un movimiento al otro lado de la pared quebrada.

      —Cabo —el Sargento le dio la señal de colocarse atrás de él.

      Los dos soldados colocaron sus armas en frente y se prepararon para invadir. El Sargento se adentró a un laboratorio en donde Elder yacía acostado en una mesa, rodeado de muebles rotos. Hudson miró a las esquinas para neutralizar la posible emboscada.

      —¡Despejado! —confirmó el Sargento seguido del Cabo.

      Berger notó la luz parpadeante al entrar al laboratorio. La batería de emergencia parecía estar en su mínima capacidad por la escasa iluminación que había. El Sargento inspeccionó el perímetro afuera del laboratorio sin lograr encontrar nada.

      —¿Es lo que buscaba? —preguntó el Sargento.

      —Sí —respondió Berger con satisfacción.

      —¿Por qué lo habrán dejado? —susurró Hudson.

      —Será cuestión de interrogarlo —afirmó el Sargento mirando a Elder.

      —Lo siento Sargento, pero está fuera de su jurisdicción —notificó Berger—. Ahora llévenselo al helicóptero, antes de que regresen los otros.

      —Sí Dr. Berger —asintió enfocándose al Cabo— Hudson.

      Hudson hizo un gesto de inconformidad tras comprender la orden. Colocó a Elder en sus hombros y lo cargó todo el camino de regreso al helicóptero, acompañado del Sargento y el Doctor quien no dejaba de apresurarlos.

      El viaje hacia el Sector Cero se realizó esta vez sin interrupciones. Marcus y Theresa esperaban con anticipación conocer a Elder, quien adquiría un poco de conciencia. Por otra parte, Tyson comenzó a tocarse la cabeza conforme recuperaba la conciencia.

      El personal autorizado del Sector Cero se encontraba preparado para la atención médica y la aplicación de los estudios tanto físicos como psicológicos. Contaban con décadas sin un nuevo espécimen y sobretodo vivo.

      Para su desgracia, los primeros trece meses de investigación resultaron en vano, no daban con nuevos datos más que los mismos relacionados a su físico.

      En cuanto a los recuerdos, antes de su llegada y lo que pasó en Mono Lake, seguían siendo un absoluto misterio para los tres doctores y como tal eran presionados para hallar las respuestas anexadas a las tragedias climatológicas.

      * * *

      La habitación retumbó con más fuerza de lo común que Elder se cubrió con las sábanas blancas para tranquilizarse. Los temblores lo ponían nervioso por el miedo de quedar enterrado entre los escombros. Los movimientos de la cama en la oscuridad, le traían sucesos limitados del pasado como pequeñas piezas de un rompecabezas que debían unirse para revelar el gran secreto, aunque todavía había huecos por llenar y piezas por encontrar.

      Algo daba por seguro, nunca sabría su pasado previo al choque en el parque. Tan siquiera comenzaba a recordar imágenes sobre lo sucedido en la isla Paoha, pero desde un enfoque distorsionado.

      Los diálogos usados durante la sesión en el laboratorio abandonado eran confusos, las palabras inexactas y resumidas en oraciones directas; después su memoria revivía el sofocante y ardiente calor, estando a segundos de ser quemado vivo en la nave. Luego se fusionaba con el rostro de su rescatista, recordando la forma en que mencionaba su nombre con ese acento característico.

      ¿Quién era él y por qué lo había abandonado? Eran las preguntas con las que cargaba todos los días en su habitación disfrazada de celda.

      Entre otros sueños: su mente revivía la caída del helicóptero cerca del Mono Lake, después profundizaba en el laboratorio destrozado, rodeado de varios extraños con rifles a excepción de una mujer cuya presencia le era familiar.

      Poco a poco se fueron saliendo en pares cargando bolsas negras. Infiriendo que se trataban de cadáveres. Aquella mujer lo miró con una sensación de melancolía, remordimiento y esperanza. Era difícil deducirse porque esas imágenes eran brevemente insuficientes para captar la total esencia de lo percibido.

      Esos dos rostros: las del rescatista y la mujer fueron las únicas impregnadas en su memoria fotográfica esperando volvérselos a encontrar en el camino. Hubiera preferido haber muerto aquél día en lugar de morir en un quirófano siendo testigo de su propia operación. Podía sentirlo acercarse a pesar de no haberse confirmado, aún.

      Aparte de escribir sus memorias en un cuaderno, se ponía a dibujar las imágenes soñadas ya que funcionaban como puntos de referencia para tratar de ablandar su mente. Desafortunadamente culminaba por frustrarlo. Por cuestión personal, algunos datos eran reservados para sí solo, una especie de protección también.

      Fuera de lo recordado, Elder desconocía el mundo; ignoraba el olor de las flores, el calor tibio del sol, la frescura de los vientos provenientes de las montañas y la suavidad de las hierbas verdes de los campos.

      Sus sentimientos consistían en confusión, desorientación y depresión. Había días en que manifestaba brotes de crisis mediante golpes a las paredes hasta sangrarse las manos. En este tipo de casos, los enfermeros llegaban y lo sedaban como se había vuelto costumbre. Posterior del efecto, Elder despertaba suplicándoles que le removieran el chaleco protector.

      En cuanto a las sesiones psicológicas, tratamientos y el necesario baño, lo llevaban esposado y vendado hacia las habitaciones selectas. La seguridad del Sector Cero se basaba en la absoluta protección de Elder. Sin excepciones.

      Por lo menos, no debía preocuparse por un techo en donde dormir ni trabajar para comer. De forma continua solía despertarse por temblores de los cuales sucedían y en raras ocasiones. Resultaban productos inexplicables de su imaginación.

      En sus tiempos libres los cuales abundaban con frecuencia, se quedaba mirando el anochecer mediante la luz filtrada. La habitación tenía unos pequeños ventanales conectados a través de unos túneles hacia la superficie para recibir la luz del sol y a su vez transportarla a su lugar. Una forma eficaz de ahorrar energía y calefacción durante el día. No tan viable para llevar a cabo un escape.

      Su dieta consistía en ensaladas, verduras y pescado. Una alimentación exigentemente ligera. Elder no podía comer otros alimentos porque su estómago era muy sensible. Desacostumbrado a comer platillos fuertes.

      No tenía horarios fijos, él dormía y se despertaba a la hora que fuera, excepto en los días inesperados de pruebas. En cuanto a su ropa, llevaba puesto pantalones, camisa y calcetines blancos. Cada día vestía de blanco en un escenario de por sí invadidos de tonos blancos. También desconocía los colores primarios y secundarios. Quizás sólo le hacía falta verlos para acordarse.

      Un factor positivo era escribir el idioma y comprenderlo en su perfección; pero a pesar de esta habilidad, seguía al pie la prohibición de leer libros. Previsión por parte de los doctores, no fuera que Elder adoptara una idea descabellada e intentara llevarla a cabo.

      Existían ideologías sobre las capacidades y reacciones físicas de su cuerpo, miedo de llegar a ser más de lo que se aparentaba. Esas cuestiones provenían de estudios en cuanto a su impresionante genética. Un ADN perfeccionado a comparación de un simple humano.

      Aquello daba como beneficios: la sanación rápida, fuerza brutal física y una desenvuelta mentalidad. Elder consistía en un tipo de arma, posiblemente manipulado genéticamente por otros científicos experimentales de gobiernos pasados o hasta rusos.

      Los tres doctores procuraban no revelarle los resultados por miedo a darle una razón para rebelarse. Ante esa paranoia surgía la urgencia de Berger por abrirle la cabeza para entrar en directo contacto con su genética, estudiarla y sintetizarla.

      Finch no concordaba con esta operación debido a que todavía había mucho por aprender de este humanoide extraordinario de veinte y dos o tres años de edad calculados en aproximación. En cuanto a Menard, ella estaba molesta de tratar


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