Las calles. Varios autores

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Las calles - Varios autores


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de la confianza indispensable para la coordinación social. Transforman diferencias en desigualdades de estatus y condición. Además, intervienen desordenando el campo de relaciones y obstaculizando la generación de un espacio común (Da Matta, 2002), horadan los principios de la autoridad y producen una tendencia a la retracción y a la gestión individual de los conflictos sociales. La pervivencia de la discriminación y de la lógica del privilegio que aquellas experiencias revelan en esta sociedad confirman la vigencia de una estructuración jerárquica de la misma (Bengoa, 2006; Larraín, 2001; Salazar y Pinto, 1999), la que interviene de manera activa como obstáculo para la construcción de un espacio que enlace a los individuos más allá de sus particularidades y que les permita en un cierto registro la experiencia de igualdad necesaria para producir una imagen de la sociedad y de sí mismos en ella, fundamento de toda democracia real.

      Acercarse a esta dimensión de la desigualdad, como las desigualdades de trato y en particular las desigualdades interaccionales, es entonces reconocer una dimensión esencial de la democracia, aquella que se inscribe desde el tejido social. Las interacciones cotidianas se revelan así, y esta es probablemente la tarea más importante a futuro, como el campo de acción por excelencia para las tareas de democratización social indispensables para la sociedad chilena, y, como lo hemos intentado mostrar en este capítulo, en este ámbito la calle juega un rol especialmente destacado.

      12 Este capítulo es una versión resumida y levemente modificada del documento de mi autoría «La Calle y las desigualdades interaccionales», publicado por el PNUD-Chile en Santiago en 2016. Agradezco al PNUD-Chile por el permiso para su reproducción.

      13 Las reflexiones de este capítulo se basan en el análisis del material de la investigación etnográfica sobre las calles de Santiago, la que ha sido ya presentada en la introducción.

      14 La tarifa integrada corresponde a la suma de la tarifa del servicio puro de la primera etapa del viaje y los valores aplicables a las combinaciones de los servicios utilizados en un periodo determinado. Así, los usuarios pueden realizar trasbordos entre buses troncales y el Metro con el pago de un pasaje por un tiempo de 60 minutos –más tarde aumentado a 90–, así como a su vez, trasbordos entre buses alimentadores y troncales o Metro con un costo adicional (Transantiago, 2005).

      15 En efecto, el crecimiento mayor de la afluencia de público fue el de las líneas 4 y 4a que conectan dos comunas populosas del sur de la ciudad, La Granja y San Ramón. La composición de usuarios del Metro, desde el primer periodo en marcha del sistema Transantiago hasta el último reporte del año 2014, muestra que aumenta el flujo de usuarios del segmento D. En 2008, alrededor de un 8% corresponde al segmento ABC1, un 25% al C2 y un 42% al C3, mientras que un 20% corresponde al segmento D y un 5% al E. En 2014, cerca de un 11% es ABC1 (explicado por la expansión de la línea 1 hacia el oriente de la ciudad), un 26% C2, 30% C3 y un 33% D (Metro de Santiago, 2009 y 2014).

      16 6,4 pasajeros por metro cuadrado promedio (Metro de Santiago, 2007, El Mercurio, 2017).

      17 Esta lucha por el tiempo se expresa también en toda su capacidad de distorsión de las relaciones sociales en otra escena relatada por una actora-informante, una mujer de 60 años, vendedora en un puesto en El Llano en San Miguel: «El otro día chocó una camioneta con una micro y la gente de la micro se bajó a ver qué pasaba, casi todas eran mujeres, y empezaron a increpar a la señora porque no quería salir de delante de la micro. Tenía el auto cruzado. Entonces le empezaron a decir que se corriera, la señora del auto empezó a gritar, no se quería correr, el chofer no se bajaba, al final se bajó, y no se quería correr porque quería que llegaran carabineros, los cuales no aparecieron, llegó Paz Ciudadana de la comuna. Las personas comenzaron a hablar con Paz Ciudadana, con el chofer y la señora que gritaba, y le empezaron a decir que no le había hecho nada al auto. Otra señora que venía en la micro le gritaba a la señora del auto que se preocupara de la guagua que tenía adentro, que no hiciera más atado, que era una ataosa (sic), que tenía el medio auto, que no le había pasado nada, que para qué hacia tanto show, mientras los demás grababan la escena».

      18 Para un análisis detenido de este medio de transporte ver el capítulo 5.

      19 Ver los trabajos de Stecher y Godoy, 2014; Ramos, 2009; Soto, 2008; Dirección del Trabajo, 2009; Todaro y Yáñez, 2004.

      20 Un 49% de los chilenos percibe una situación de mejora en su posición social respecto de sus padres, un 58% en el nivel de ingresos, un 54% en la situación laboral y un 53% en la vida familiar (Encuesta CEP, 2014).

      21 La educación superior aumenta de una cobertura bruta de 15,6% en 1990 a 45,8% en 2011 entre personas de 18 a 24 años (Ministerio de Educación [MINEDUC], 2012).

      22 En 1987, el 7% de los hogares del primer quintil de ingresos poseía tres bienes tales como lavadora, televisor, refrigerador y cocina a gas, mientras que en 2002 cerca de un 74% poseía tres o más de éstos (Ariztía, 2004).

      23 Larraín, 2006; Ossandón, 2012.

      24 Por cierto, la atribución de este vínculo, frecuente en nuestro material, sólo puede ser considerada como una forma de representación imaginaria y como tal es movilizada aquí. Sin embargo, es preciso recordar al mismo tiempo que los indicadores de bienestar anímico y psicológico aparecen, al menos tendencialmente, como mejores en los grupos de mayores niveles educativos que tienden a coincidir en el país con los de mayores recursos. Según una encuesta del Ministerio de Salud (2010), ante la pregunta «Durante las últimas 4 semanas, ¿con qué frecuencia se sintió desanimado(a) o deprimido(a)?», por nivel educacional (bajo, medio y alto) y sexo respondieron así: siempre: bajo 7,7%; medio 4,1%; alto 1,8% (H 2,4%; M 5,9%); casi siempre: bajo 15,2%; medio 11,6%; alto 6,4% (H 7,2%; M 14,7%); algunas veces: bajo 34,3%; medio 28,6%; alto 25,5% (H 27%; M 30,7%), nunca: bajo 17,7%; medio 24,8%; alto 25,8% (H 29,3%; M 18,4%) (Ministerio de Salud, 2010). Un análisis más detenido sobre esta relación a futuro podría dar más luces acerca del grado en que la experiencia estética está o no relacionada efectivamente con el grado de bienestar anímico.

      25 Se omite el nombre de la población para mantener no sólo el anonimato de las personas involucradas, sino principalmente para evitar el efecto estigmatizante que puede producir su mención, riesgo especialmente innecesario cuando, como es el caso aquí, se trata de presentar esta realidad como expresiva de la realidad de muchas otras poblaciones.

      26 Se realizó trabajo etnográfico en seis parques metropolitanos: Parque O’Higgins, Parque Quinta Normal, Parque Forestal, Parque Bicentenario, Parque Fluvial Renato Poblete y Parque de los Reyes.

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