La transición española. Eduardo Valencia Hernán
Читать онлайн книгу.Cassiá Mª Just, continuó en la misma línea reformista que su antecesor, apoyando la crítica pública sobre la relación de los obispos con el sistema dictatorial presentada en un documento por diez y nueve sacerdotes de la Diócesis de la Seo de Urgel, junto con el escolapio Jordi Fullat, el jesuita Artur Juncosa y el capuchino Jordi Llimona. Pero fue sin duda el nombramiento en febrero de 1966 para la Diócesis de Barcelona del prelado castellano Marcelo González Martín, que tomó posesión el 19 de mayo siguiente, lo que colmó el vaso y no hizo más que envalentonar al clero catalanista y aumentar el ritmo de protestas encabezadas por el eslogan «¡Volem bisbes catalans!», donde Josep Benet, Albert Manent y Rafael Carreras de Nadal alcanzaron cierto protagonismo. El resultado de estas insistentes protestas condicionó en parte a que después de 1967 todos los obispos en Cataluña (Lérida, Tarragona, Tortosa, Urgel y obispos auxiliares), hablasen el catalán. Por su parte, Marcelo González accedió al Cardenalato de Toledo, siendo sustituido por Narcís Jubany81.
74. COLOMER, Josep Mª, «Tornant-hi a pensar (VII). El progresisme catòlic», L’Avenç, n.º 53, 1982, p. 45.
75. FABRÉ, Jaume, HUERTAS, Josep Mª, «Catalunya i el Vaticà sota el franquisme», L’Avenç, n.º 54, 1982, p. 16.
76. Ibid.
77. FABRÉ, Jaume, op. cit., p. 14-16.
78. Para ampliar ver TARANCÓN, Vicente Enrique, Confesiones, Barcelona, Circulo de Lectores, 1997.
79. Pablo VI (Giovanni B. Montini), Papa desde el 21-6-1962 hasta el 6-8-1978, finalizó el Concilio Vaticano II el 8-12-1965.
80. SURROCA, Robert, «Escarré, L’Abat de Catalunya», L’Avenç, n. º 70, 1984 p. 28. También ver FABRÉ, Jaume, op. cit., p. 16.
81. RIQUER, Borja de, op. cit., p. 387.
1.7. Los medios de comunicación en la Cataluña franquista
En Cataluña, como en el resto del territorio español, los medios de comunicación reflejaban la imagen de una sociedad inmersa en un clima social fuertemente oprimido. Sin embargo, el aislacionismo internacional instalado en España prácticamente desde el final de la II Guerra Mundial, no tardó mucho en ir desgajándose lentamente, permitiendo la entrada de los nuevos modelos de progresismo europeizante que se filtraban desde el otro lado de la frontera, pautas que ayudaron al cambio sociocultural que se asemejaba, cada vez más, al estilo de vida de la Europa Occidental. En ese contexto, el propio almirante Carrero Blanco afirmó en 1972 ante el Consejo Nacional del Movimiento:
«La moral de las gentes, al menos en lo que está más a la vista, en espectáculos, en la literatura, en la prensa y en las costumbres, no es lo que nosotros quisiéramos, no es la moral de nuestras tradiciones patrias. (…) La acción subversiva, a través de la corrupción de las costumbres, del erotismo, de la pornografía, de los espectáculos decadentes, de la literatura soez e inmoral y con honda frecuencia atentatoria a nuestros ideales políticos y patrióticos, está haciendo evidentes estragos.»82
A finales de los años cincuenta, la radio todavía conservaba el protagonismo entre los medios de comunicación; sin embargo, todo cambió cuando en 1959 la televisión llegó a Cataluña y, a partir de entonces, su expansión fue imparable llegando en 1970 a ocupar el centro del 80% de los hogares en Barcelona y provincia. No obstante, esta novedad tecnológica no contribuyó a la difusión de la lengua catalana que era casi imperceptible en los medios audiovisuales del país, dado el alto control y censura informativa, lo que podría haber paliado la reivindicación identitaria que posteriormente se hizo prioritaria bajo el lema de «¡Llibertat d’Expresió!».
En 1964, hizo su aparición en Barcelona el periódico Tele/eXpres, siendo a partir de 1968 y bajo la batuta de Manuel Ibáñez Escofet el diario más progresista del momento. Un año después, vio la luz el diario deportivo Dicen, ambos en la órbita del empresario Jaume Castells y con el aval ideológico de los periodistas Carlos Sentís e Ignasi Agustí, proclives al régimen. Otros diarios informativos como La Vanguardia Española, El Correo Catalán, Diario de Barcelona y El Noticiero Universal, junto con el semanario Destino dirigido por Néstor Luján, complementaban la prensa mayoritaria catalana.
En 1966, ya promulgada la llamada Ley Fraga, se fundó en la clandestinidad el Grup de Periodistes Democràtics con una fuerte influencia sobre la inmovilista Asociación de Prensa. Este grupo fue un aventajado en el sector informativo dados sus impulsos democratizadores, adelantándose a la nueva etapa de aperturismo informativo en la sociedad catalana.
Por otro lado, el F.C. Barcelona, desde 1968 y bajo la presidencia de Narcís de Carreras, también se adaptó a los nuevos tiempos aperturistas con un aire liberal y catalanista que aumentó con Agustí Montal como nuevo presidente hasta finales de los años setenta. En otro ámbito de actuación, Jordi Pujol, futuro presidente de la Generalitat, encabezó desde 1965 hasta 1972 un proyecto parapolítico denominado Centre d’Informació, Recerca i Promoció (CIRP) cuyo objetivo era impartir los principios políticos nacionales que utilizó a lo largo de toda su carrera:
«Hoy, —dijo Pujol— para ser válido el movimiento nacional de Cataluña, sin omitir en absoluto los hechos de la lengua, cultura y tradición, ha de reunir las condiciones siguientes: 1- Ha de cultivar un fuerte sentido de comunidad y ha de subrayar las exigencias del orden social, económico y político que este sentido de comunidad necesariamente comporta. 2- Ha de defender una manera de ser social y política, la definición de la cual ha de hacer posible la elaboración de un “programa de los catalanes”. Este programa ha de ser ofrecido a España y Europa. Por otro lado, ha de constituir, junto con el comunitarismo del punto anterior, un instrumento básico de integración de los emigrantes. 3- Su objetivo básico no han de ser las reivindicaciones de Cataluña, sino las reivindicaciones sociales, económicas, políticas y humanísticas del hombre catalán, entendiendo por catalán toda persona que vive y trabaja en Cataluña y se siente identificado. 4- No puede limitar su proyección a Cataluña, sino que se ha de insertar en un área más extensa. Más que un nacionalismo catalán ha de ser una forma concreta de nacionalismo europeo.»83
También Ómnium Cultural y la Enciclopedia Catalana adquirieron su protagonismo en estos tiempos como instrumento difusor de la lengua catalana, en busca de la identidad propia como eje reivindicativo.
En definitiva, y como conclusión a todas estas argumentaciones de control y de progreso en los mass media en el final del tardofranquismo y en la transición española, podemos decir que estas herramientas de difusión tuvieron una importancia relevante dependiendo de quien la utilizara. El tratamiento informativo utilizado en el atentado contra el almirante Carrero Blanco lo demostró ya que, por un lado, pudimos ver el intento de fuerte control y de manipulación informativa ejercida por el régimen sobre dicho acontecimiento; y por el otro, la superación de esta censura debido al proceso evolutivo de mayor independencia de algunos medios de información. En consecuencia, a partir de entonces fue innegable la afirmación de que los medios de comunicación se desenvolvían en otro nivel diferente al insistente control y censura gubernativa, sobre todo después de ponerse en marcha la Ley Fraga en 1966, aunque bien cabe decir que esta ley seguía manteniendo un claro marcaje sobre la prensa mediante multas, suspensiones, secuestros o procesamientos a periodistas que se imponían su propia autocensura. Un ejemplo de esta situación fue la detención y procesamiento del redactor del diario Tele/eXpres, José Manuel Huertas Clavería, que provocó un importante movimiento solidario entre los trabajadores del ramo y la subsiguiente huelga de prensa que dejó a Barcelona sin periódicos, exceptuando Solidaridad Nacional (prensa del Movimiento) y La Vanguardia Española. Años después y tras la muerte del dictador, los medios