Del fracaso al éxito. Arturo Crosby

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Del fracaso al éxito - Arturo Crosby


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1: % población rural urbana a nivel mundial

      Fuente: Banco Mundial. Elaboración propia

      En 1960, el 66,4% de la población mundial habitaba en espacios rurales. En 2018 ese porcentaje se había reducido hasta el 44,7%. En el año 2007, por primera vez, la población urbana superaba a la rural, una tendencia de crecimiento que parece tan imparable como el descenso de la rural. Una situación que, en todo caso y a pesar de la tendencia, presenta realidades diferentes en las distintas zonas, tanto en lo que se refiere a los números totales de población rural/urbana como al ritmo de cambio. Hemos tomado los datos de algunos países que nos pueden servir de ejemplo ilustrativo. España tenía en 1960 un 56,5% de población urbana, cifra que asciende a 66% en 1970, al 72,8% en 1980, fecha en la que este incremento de población urbana se ralentiza. En la actualidad la población urbana española se sitúa en el 80,3% del total.

      Gráfico 2: % de población urbana en algunas zonas de ejemplo

      Fuente: Banco Mundial. Elaboración propia

      

      En Argentina, la población urbana representaba en 1960 ya un 73,7% del total, con un gran peso demográfico centrado en la capital. En 2018 esta cifra se situaba en un alarmante 91,9%. Brasil, en el año 1960, tenía un 46,1% de población urbana; en 2018 esta cifra se había elevado al 86,6%. Chile alcanzaba el 87,6% de población urbana en 2018. México también supera el 80% de población urbana, cuando en el año 60 el porcentaje era del 50,6%.

      Bolivia, que al inicio de la serie presentaba un 36,8%, alcanza en 2018 un 69,4%; Ecuador pasa de un 33,8 a un 63,8%; Perú del 46,8 al 77,9%. El conjunto de América Latina y Caribe pasa de un 49,5% a un 80,6% en el periodo estudiado. Aunque son solo unos cuantos ejemplos, los datos sin duda, asustan.

      Conviene llamar la atención a que en los últimos años parece que, en estos países tomados como ejemplo, el ritmo de incremento de la población urbana se ha ralentizado ligeramente, siendo este enlentecimiento menos marcado en aquellos casos que partían con un mejor porcentaje de población rural

      Es interesante que valoremos, además de los porcentajes de población rural-urbana, los números absolutos de habitantes rurales para poder completar una visión aproximada de cuál es la realidad. Las previsiones de Naciones Unidas es que el medio rural experimente a nivel mundial un leve incremento en el número absoluto de habitantes del medio rural, para caer luego en una pérdida neta, situándose para el 2050 en una cifra en torno a los 3.100 millones de habitantes rurales, cifra que se situará por debajo de los 3.400 millones actuales.

      Gráfico 3: Cifras de población rural

      Fuente: Banco Mundial. Elaboración propia

      

      En el caso de España, por ejemplo, la población rural se situaba en el año 1960 en poco más de trece millones y cuarto de habitantes; en 2018 no llega a los nueve millones doscientos mil. El medio rural no solo pierde peso relativo desde el punto de vista demográfico, sino que tiene una disminución clara en el número de habitantes. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre con el porcentaje de población rural/urbana que mantiene una caída constante en detrimento del medio rural, en el número absoluto de habitantes vemos que entre los años 1995 y 2008 se produce un incremento de la población rural que pasa 9.590.975 a 10.120.932, para volver a partir de entonces y hasta nuestros días a una pérdida neta de habitantes. Este incremento de casi 530.00 personas no compensó como hemos indicado la situación porcentual rural/urbana. Pero llama la atención cómo la situación de pérdida de población absoluta se agudiza a partir de ese año con una disminución entre 2008 y 2018 de nada menos que 926.165 habitantes, lo que representa una pérdida del 9,2% de población en la última década.

      En el resto de los países que hemos tomado como ejemplo, la situación, en lo que se refiere a los números de habitantes en el medio rural, presenta una realidad mucho más diversa. México, Perú, Bolivia y Ecuador terminan el periodo de estudio con un incremento en los números absolutos de población rural, mientras que Brasil, Argentina y Chile sufren importantes descensos.

      Las previsiones para el medio rural no son desde luego muy halagüeñas. La población mundial crece de manera importante, pero la población rural cae, no ya solo a nivel porcentual sino, en un plazo muy breve, en números absolutos. Previsiblemente, se irá generando un proceso en el que el despoblamiento rural se acelerará y el mundo rural perderá peso real en el contexto mundial. El mundo será urbano.

      ¿Qué es el medio rural hoy?

      Julio Caro Baroja comenzaba su conocido trabajo sobre el carnaval con la dura manifestación de que «El carnaval ha muerto», expresión que podemos justificar por la pérdida del sentido que estas celebraciones representaban. Quizá ha llegado el momento que nos hagamos la misma pregunta sobre el medio rural: ¿ha muerto el medio rural?

      El primer problema que nos encontramos es, curiosamente, la dificultad para definir lo rural. Tradicionalmente se consideraban rurales aquellos espacios con baja densidad de población, formados por núcleos urbanos de pequeña dimensión y fuertemente vinculados con la agricultura y la ganadería. Una definición que parece haberse quedado de alguna manera obsoleta y en permanente revisión, sin que parezca que sea posible alcanzar un consenso general sobre la misma. No ayuda a la hora de la búsqueda de esta definición la propia diversidad del medio rural, con diferencias muy significativas. Quizá la definición deberíamos buscarla en «sus rasgos diferenciadores respecto a la contraposición con el medio urbano» (Cortés, 2013), aspecto este también complejo dado el límite cada vez más difuso que existe entre estas dos realidades. Así, disponemos de un gran número de definiciones que van incorporando nuevos indicadores que permiten delimitar el concepto de rural. Indicadores o conceptos tales como: tamaño de las poblaciones, densidad de población, envejecimiento, crecimiento o descenso de la población, dedicación agraria, densidad de construcción, estructura social o vinculación con el medio y el entorno, entre otros (Cortés, 2013). Este problema de definición nos apunta ya a que nos estamos enfrentando a un problema de gran complejidad, tanto que su delimitación conceptual es complicada.

      Por otro lado, el medio rural lleva mucho tiempo siendo una especie de reservorio al servicio de intereses o necesidades ajenas al mismo, vinculadas mucho más a las demandas de lo urbano que a dar respuesta a sus propias necesidades. El espacio rural ha sido durante mucho tiempo proveedor de mano de obra a la industria, a la construcción o a los espacios urbanos; espacio destinado a albergar infraestructuras, industrias y actividades molestas que buscaban lugar fuera de las ciudades; reservorio de superficie urbana tanto de primera como de segunda residencia; espacio de ocio para la población urbana y productor de alimentos destinados a las grandes aglomeraciones con lo que ello significa de transformaciones en los procesos tanto productivos como comerciales (Cánoves, Villarino y Herrera, 2006). Una variada amalgama de cuestiones, algunas incluso claramente incompatibles entre sí. Dicho de otra manera, un gran espacio vacío entre las aglomeraciones urbanas destinado a prestar servicio a las mismas. Un modelo de territorio-ciudad en el que la planificación se realiza en función de las necesidades de lo urbano. Podemos pues cuestionar si verdaderamente existen políticas orientadas a resolver los problemas reales del medio rural o si, por el contrario, estos se encuentran sumidos en un olvido ante la priorización sistemática de las demandas urbanas. Un criterio urbano que lo impregna todo y que incluso, como hemos apuntado, hace cada más difuso el límite entre lo rural y lo urbano.

      Todo esto ha generado un importante desequilibrio entre el medio rural y urbano en el que el primero se ha llevado la peor parte. Tanto es así que ha sido necesario plantear la necesidad de organizar estrategias de lo que hemos venido a denominar como desarrollo rural, concepto que «en


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