De la investigación al libro. Lauro Zavala

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De la investigación al libro - Lauro  Zavala


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en las áreas de ciencias sociales y humanidades (y muy especialmente en el campo de la filología), si bien no son publicadas exclusivamente por las universidades.19

      Una vez terminado el manuscrito, cuando ya ha sido revisado y corregido por el autor y éste decide entregarlo al editor, el director de la colección correspondiente lo envía a un lector especializado, con el fin de recibir su dictamen. Veamos ahora qué elementos de evaluación y decisión entran en juego a partir de este momento.

      Selección y funciones del lector editorial

      Algunas editoriales dan a sus dictaminadores formularios que éstos habrán de llenar, en los cuales solicitan información específica acerca de obras similares a la que se somete al dictamen, sugerencias acerca de quién podría estar al cuidado de la edición, cantidad aproximada de lectores potenciales y otras evaluaciones similares. Generalmente, el editor requiere que el dictaminador formule por escrito una fundamentación convincente de su opinión como lector especializado.

      Todo lo anterior suele ocupar el espacio de una o muchas páginas, y en su redacción el dictaminador puede invertir varios días o incluso varias semanas, en las cuales el manuscrito recibe una de las lecturas profesionales más cuidadosas en su proceso editorial.

      El dictaminador de un manuscrito universitario, por definición, es alguien con experiencia profesional óptima en el campo que dictamina: por ello, generalmente es un profesor, investigador, escritor o editor de tiempo completo, que accede a leer críticamente un manuscrito por curiosidad intelectual, y cuya lectura consumirá un tiempo que no será retribuido de manera proporcional a la retribución de sus otras actividades profesionales.

      Al llegar a este punto, podemos preguntarnos, ¿cuáles son los elementos concretos que constituyen un dictamen editorial? Aunque ello varía de acuerdo con las características del manuscrito, la disciplina del dictaminador y las necesidades del editor, es posible hablar de algunos elementos básicos.

      Antes que nada, es necesario distinguir los distintos tipos de dictamen: el dictamen del manuscrito mismo, el dictamen de los costos y el dictamen del mercado potencial, es decir, de la cantidad y número de lectores probables. El último de estos dictámenes suele formar parte del primero, al menos de manera implícita. En las editoriales universitarias, el dictamen de costos –como ya se dijo– suele someterse al dictamen académico, por lo que el criterio comercial se vuelve relativamente irrelevante, lo cual, a su vez, permite al editor centrar su atención en las necesidades del texto, no del mercado. El elemento determinante de todo proceso de dictaminación es la política editorial, pues de ella y de su continuidad dependen el prestigio y la permanencia de todo proyecto editorial. Esta política determina, a su vez, la naturaleza del material que será aceptado para su publicación, así como su rigor y originalidad, y los tópicos que pueden ser cubiertos. En las editoriales universitarias, cada colección nace con los lineamientos de su propia política editorial, entre los cuales se cuentan los objetivos, el tipo de lectores al que se dirigen y su nivel de especialización, las materias que serán incorporadas y otros elementos.

      En todo dictamen están en juego elementos de tipo técnico y de contenido. Los elementos pueden ser problemas de redacción, de traducción, de estilo, de impresión, etcétera. Pero indudablemente influyen, además de estos criterios técnicos y académicos, elementos ideológicos y económicos. Como ya se ha señalado, estos últimos le competen al departamento administrativo que trabaja de manera independiente del departamento técnico de la casa editorial.

      Algunos dictaminadores, además de la evaluación acerca de la calidad intrínseca del manuscrito, incluyen en su dictamen información acerca del autor,


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