¿Cuándo perdí las llaves?. Ezequiel Martí

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¿Cuándo perdí las llaves? - Ezequiel Martí


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acuerdas de la noche de la presentación del libro sobre empresa que se organizó en la asociación de empresarios hace un par de meses? Lorenzo Bosch, el ponente. Ese coach ejecutivo que publicó un libro sobre el éxito. ¿Te acuerdas?

      —Sí —afirmó, aunque en mi memoria aquel solo fue otro evento de la asociación para los empresarios de la zona y además en ese momento tenía en la cabeza los problemas de mi empresa. Solo recuerdo que asistí por cortesía y para que me viesen. Saludar a los de siempre, al pesado del alcalde que solo se acuerda de ti en la campaña electoral y a los colegas —muchos de la competencia— para que vean que aún estás al pie del cañón. Pero de lo que se explicó en las charlas y de qué iban, no me acuerdo de nada.

      —Pues ¡lo he contratado! —vuelve a gritar Pedro.

      —¿Y? —pregunto con muy pocas ganas de saber lo que hace.

      —¡Juan!, ¡las llaves de mi empresa las perdía constantemente yo mismo! —afirma con voz contundente.

      Pido un gin-tonic al camarero, cargado de gin, para ver si así logro entender algo de lo que está intentando decirme.

      Pedro es uno de mis mejores amigos. Por mi experiencia, es una persona muy filosófica y, aunque a veces sea difícil entenderlo, es mejor escucharlo porque sabe lo que dice. Y lo que dice es acertado en una inmensa mayoría de las veces.

      —Pedro —le comento—, no sé de qué me estás hablando y no quiero discutir contigo. Pero quizá con lo que he pedido al camarero pueda entenderlo mejor. ¿Lo puedes repetir?

      Pedro se abalanza sobre mí. Me abraza y me repite con voz llorosa:

      —¡Juan, yo era la persona que perdía las llaves de mi empresa!

      Capítulo 2

      Empieza la transformación

      Si quieres construir un barco, no hagas sonar los tambores para que las personas consigan madera, ni des órdenes, ni asignes tareas. Solo háblales mucho tiempo acerca de la interminable intensidad del mar.

      Antoine de Saint-Exupéry

      Llevo media hora en el SwordCafé. Está siendo una tarde de viernes muy dura para mí y para mis amigos. Nunca había visto nada igual. Pedro, que siempre parece tenerlo todo claro, ahora siente la necesidad de explicar algo importante, pero por otra parte nunca lo había visto haciendo gala de tanta sinceridad. Pedro es propietario de una imprenta industrial y básicamente se dedica a la impresión de libros y material para editoriales. Empezó con su negocio hace quince años y sé que no está pasando un buen momento. Tuvo que despedir a una parte de sus empleados cuando empezó la crisis.

      Ahora todo su esfuerzo está dedicado a buscar nuevos clientes y abrirse al mercado internacional con sus impresiones. Además, ha tenido problemas con su socio. Él se dedica a la gestión comercial de la empresa y su socio lleva la parte contable y financiera de la compañía. No tiene claro qué hacer a partir de ahora. El estrés y los nervios lo van a matar.

      —¿Cómo? —pregunto otra vez—. ¿Puedes repetir lo que estás diciendo para que pueda entenderlo? —No comprendo nada de lo que Pedro nos quiere transmitir.

      —Hace dos semanas que trabajo con Lorenzo Bosch —nos explica con voz temblorosa—. Era yo quien perdía las llaves de mi empresa.

      —¿Dices que eras tú quien perdías las llaves de tu empresa? La verdad es que no entiendo lo que nos quieres decir.

      —Hace tiempo que le voy dando vueltas —se sincera Pedro—. Alguna cosa en mi cabeza me indicaba desde hacía días que estaba haciendo algo mal, pero no sabía qué era. Tenía la sensación y la creencia de que debía cambiar alguna cosa para no seguir con los líos que tengo actualmente en la empresa. Además, esto me lleva a discutir cada día con Susana. Y la verdad, solo me faltaba estar mal con mi esposa. No podía soportarlo.

      —Cuéntame —le pido—, explícame qué has hecho.

      En ese momento, Pedro no puede contener las lágrimas y empieza a llorar como un niño. Es la primera vez que veo su parte más humana. Una persona que para mí es un referente de tenacidad empresarial y que ha sobrevivido a todos los problemas que una empresa puede tener, se desmorona ahora como un castillo de naipes.

      Alguna cosa le ha pasado internamente para llegar a esta situación.

      —Después de reflexionar sobre la charla que nos dio Lorenzo —sigue explicándonos—, hace días empecé a hacerme preguntas sobre mí y llegué a la conclusión de que no podía seguir con este ajetreo diario de vida y de estrés o, de lo contrario, me iba a matar. No era bueno ni para mí ni para los que me rodean. Lo pagaría muy caro.

      »¡Juan, el cambio que estoy haciendo es brutal! Es la primera vez que he visualizado perfectamente lo que tengo que hacer para mejorar mi empresa y al mismo tiempo a mí mismo y a los que me rodean. Pero ahora vas a alucinar. Los problemas que tengo en la imprenta, los provoco yo mismo y no era consciente de ello. La situación actual de mi empresa es el resultado de mi comportamiento, de lo que hago con los trabajadores y de las decisiones que tomo.

      »Lorenzo Bosch, el coach ejecutivo que he contratado, me ha hecho ver que tengo una parte importante de culpa o, mejor dicho, de responsabilidad en todo lo que me pasa.

      —Pero, Pedro —le pregunta Jaime, otro amigo que también está en la reunión—, el coach ¿te ha hecho ver que tú tienes responsabilidad en lo que te pasa?

      —Sí —afirma Pedro.

      —Si siempre te quejas de que tu personal no funciona —añade Jaime— y de que los mejores se han ido fuera del país y aquí se han quedado los peores. Que este país es un desastre.

      —Eso es fruto de mi imaginación, de mi perspectiva, de mi percepción y mis creencias respecto a lo que me rodea. Esta manera de pensar que tengo es una de las causas de que tome una serie de decisiones que pueden afectar al futuro de mi empresa y a mí mismo. Lorenzo me está ayudando a liderarme a mí mismo. Con sus sesiones de trabajo estoy descubriendo que tengo que ser consciente de mí mismo. También me está enseñando humildad, disciplina y a entender que debo tener coraje para que este cambio que estoy haciendo tenga los frutos que deseo. Sí, hablo muy sinceramente de humildad, que quizá sería la primera en trabajar. La humildad es cuando nos preguntan algo y decimos enseguida: «Eso, ya lo sé», sin tener la más mínima idea ni escuchar.

      »Para Lorenzo —sigue explicando Pedro—, la vida es como un barco. Navegar es muy fácil cuando la mar está completamente en calma. Cuando el viento está a tu favor es muy sencillo llegar a donde quieres ir. Para coger el timón de este barco no es necesario tener grandes capacidades de gestión de ti mismo ni de tu negocio, porque va solo. Tienes las llaves de tus decisiones. Tú sabes las puertas que quieres abrir y las que quieres cerrar. Tú sabes a qué puerto quieres llegar y cuál debes dejar de lado. Si esto lo aplicas a tu día a día, tú decides sobre todo lo que quieres hacer. Todo te viene de frente. Todo es muy fácil. Cuando tienes las cosas de frente te puedes volver egoísta. Sencillamente, tienes éxito. No escuchas y lo que te digan los demás no tiene importancia.

      »Eres una persona de éxito. Con el mar en calma has conseguido cosas. Pero no te preguntas de dónde viene este éxito. Pero ¿qué pasa cuando las cosas no salen como tienes previsto? Ahí empiezan los problemas.

      »Sencillamente —sigue comentando Pedro—, hasta ahora has ido abriendo puertas porque posees las llaves para abrirlas. Pero ni siquiera te preguntas quién te las ha dado, ni cómo han llegado a tus manos. Sencillamente, tienes las llaves y alguien o algo te pone frente a una puerta que abres sin el menor esfuerzo.

      »En tu empresa, todo fluye como una seda o eso es lo que piensas. Te permites el lujo de hacer muchas cosas que de otra manera no podrías hacer. Si no te gusta alguien, lo puedes despedir, y no pasa nada, piensas que hay cola para venir a trabajar contigo. Tienes las llaves y vas abriendo puertas y las vas cerrando a tu antojo. Eres el rey, eres un empresario de éxito. Eres lo que quisiste ser sin mucho esfuerzo. Sencillamente, eres un crack, nadie te tiene que decir lo que tienes que hacer


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