Capitalismo gore. Saya Valencia
Читать онлайн книгу.dado que los fenómenos observados de violencia extrema aplicados a los cuerpos como una herramienta de la economía mundial y, sobre todo, del crimen organizado, como parte importante de esa economía global, suponemos que no alcanzan la categoría de snuff, sino que se sitúan aún en los límites de lo gore, por conservar el elemento paródico y grotesco del derramamiento de sangre y vísceras que, de tan absurdo e injustificado, parece irreal, efectista, artificial, un grado por debajo de la fatalidad total, un work in progress hacia los snuff, que aún cuenta con la posibilidad de ser frenado. Sin embargo, en estos momentos presenciamos que lo que inicialmente propusimos como capitalismo gore deviene rápidamente, a pasos agigantados, un capitalismo snuff.
1. El cine splatter o gore es un tipo de película de terror que se centra en lo visceral y la violencia gráfica. Estas películas, mediante el uso de efectos especiales y exceso de sangre artificial, intentan demostrar la vulnerabilidad del cuerpo humano y teatralizar su mutilación. Las películas snuff, por otra parte, son grabaciones de asesinatos reales (sin la ayuda de efectos especiales o cualquier otro truco). Su finalidad es registrar estas atrocidades mediante algún soporte audiovisual y posteriormente distribuirlas comercialmente para entretenimiento.
2. Consideramos acertado el unir el término capitalismo a estos dos géneros cinematográficos, ya que en la era de los medios de comunicación y la imagen, el cine construye (aún) gran parte del imaginario cultural, al mismo tiempo que uno de los representantes más poderosos del capitalismo contemporáneo es la industria cinematográfica norteamericana.
1. Estallido del Estado como formación política
La ética ha de estar a la altura de lo que nos acontece.
Gilles Deleuze
La preocupación (filosófica) por la violencia
Si bien es cierto que la violencia es un comportamiento que nos acompaña desde los inicios de lo que conocemos como Historia, también lo es que este fenómeno no ha sido suficientemente estudiado por la filosofía —o ha carecido de difusión—, excepto casos aislados como el de Maquiavelo y Hobbes, en cuyos trabajos la violencia fue un factor definitivo. En el primer caso, como una herramienta determinante para el acceso al poder y la conservación de éste11 y en el segundo, como un rasgo de la condición humana y la «sociabilidad».22
Existen también algunos teóricos contemporáneos que tratan (o trataron) el tema de la violencia como una transversal importante en su obra, como es el caso de Georges Bataille, Slavoj Žižek, Judith Butler, Giorgio Agamben y Achille Mbembe.
Sin embargo, la preocupación filosófica sobre el tema dista de ser evidente, lo cual resulta paradójico dado que la violencia en el último siglo se ha recrudecido y convertido en el eje determinante de Occidente y la vida contemporánea, es decir, en un paradigma interpretativo de la realidad actual. Como lo explica Charles Tilly:
… en términos absolutos (y per cápita), el siglo xx ha sido el más violento de los últimos diez milenios del planeta. Partiendo del balance de víctimas en conflictos armados, principalmente en la guerras mundiales (I y II) y recordando que en la segunda mitad del siglo xx las prácticas militares que siguen prevaleciendo responden a nombres como los de guerrilla, conflicto de baja intensidad, genocidio, politicidio, democidio o limpieza étnica.3
De este modo, el siglo xx puede ser entendido como un sinónimo de violencia, la cual se ha radicalizado a través del neoliberalismo y el advenimiento de la globalización hasta alcanzar en la primera década del siglo xxi la etiqueta de realidad gore. En este punto cabría la pregunta de por qué es diferente esta forma de violencia vinculada con el capitalismo gore a las otras formas de ejecución. La respuesta radicaría en un entramado fuertemente ligado a los beneficios económicos que reporta tanto su ejecución como su espectacularización y posterior comercialización a través de los medios de información. En el capitalismo gore la violencia se utiliza, al mismo tiempo, como una tecnología de control y como un gag que es también un instrumento político. El gag es parte de la tradición humorística y teatral, especialmente circense, y se define como: «… una unidad cerrada de hilaridad pura: tiene que ver con el gusto muy infantil y muy primitivo por la sorpresa desintegradora, por el desorden que irrumpe, con el placer muy instintivo de que las cosas se salgan de su sitio, caigan o se desplomen inesperadamente …»4
La violencia y su espectacularización se erigen como vectores transversales a todos los campos del conocimiento y la acción, constituyéndose como el modelo por antonomasia de interpretación de la actualidad, así como los creadores fundamentales de una episteme g-local que se extiende desde las periferias hasta los centros del planeta y viceversa.
Entendemos la violencia como una categoría interpretativa con distintas transversales, entre las cuales destaca el hecho de que está íntimamente relacionada con la acción, es decir, el concepto de violencia que manejamos incluye tanto el ejercicio fáctico y cruento de ésta como su relación con lo mediático y lo simbólico.
Ahora que la violencia es episteme, debemos recordar más que nunca que la filosofía «… comienza cuando los dioses enmudecen [¿y qué es esta violencia desenfrenada del capitalismo gore sino un silencio de referentes, un olvido?]. Sin embargo, toda actividad filosófica se basa en la palabra,»5 por eso es pertinente que la filósofía no olvide la deuda que tiene con el discurso, el poder que ostenta también de crearlo y crear ideas e interpretaciones de la realidad que nos circunda.
Por lo anterior, consideramos fundamental una profundización en el tema de la violencia desde nuestra disciplina, ya que es indudable que —como herramienta (efectivísima) de la economía mundial— ha generado una suerte de giro discursivo propio, entendido como un horizonte de sentido y referencia.
Entendemos esta episteme de la violencia como el conjunto de relaciones que unen nuestra época con las prácticas, discursivas o no, que se originan de ésta, creando ciertas figuras epistemológicas contemporáneas que no guardan relación directa con lo que se había venido conociendo como los modelos adecuados de interpretación de la realidad; creando así una fisura en los pactos éticos occidentales y en la aplicabilidad del discurso filosófico occidental ante las condiciones económicas, sociales, políticas, y culturales del mundo actual.
Así, deducimos que de la unión entre la episteme de la violencia y el capitalismo deviene un fenómeno que hemos denominado como capitalismo gore. Éste inició su andadura en el estado de excepción6 en el que se desarrolla la vida en múltiples confines del planeta, con especial ahínco en los países con economías deprimidas que se conocen como Tercer Mundo y en las fronteras entre éstos y el Primer Mundo.
Hacemos hincapié en el hecho de que es prioritariamente en el Tercer Mundo y sus fronteras donde los efectos del capitalismo gore son más evidentes y brutales. Este énfasis descansa en nuestro interés por mostrar que si bien es cierto que las prácticas gore —al menos las más frontales— parten del Tercer Mundo, también lo es que para reflexionar sobre ellas, sobre sus lógicas, sus procesos y sus consecuencias, debemos trazar puentes conceptuales, desarrollar un conocimiento menos exotizante y más cercano a las acciones y demandas bajo las cuales se maneja la realidad tercermundizada; porque es ésta quien nos dará noticia de los fenómenos a los cuales se está enfrentado ya, —y se seguirá enfrentando— el Primer Mundo. Con ello no sugerimos que los fenómenos que acontecen en esos espacios y las categorías para su interpretación sean universalizables, ni que cuenten con validez y aplicabilidad sin tomar en cuenta las diferencias geopolíticas. Sin embargo, sí identificamos ciertos procesos que están emparentados con la globalización y el flujo de modelos económicos criminales que se empiezan a visibilizar en las sociedades primermundistas tanto en los noticieros como en las prácticas de consumo que a través del cine, la música, los videojuegos, el arte y la literatura están cumpliendo la función de instaurar, legitimar y reproducir identidades violentas y, en muchos de los casos, criminales.7
El Primer Mundo carece del conocimiento de estas lógicas y sus acciones, no porque no haya participado