Chile: ¿más equitativo?. Claudio Sapelli

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Chile: ¿más equitativo? - Claudio Sapelli


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más y tengan un mejor pasar que sus padres. La siguiente sección profundiza en este debate y sostiene que la desigualdad no es necesaria e intrínsecamente perjudicial. El punto central es que hay buenas razones para que la distribución del ingreso se haga más desigual, porque nos habla de un mejor futuro como sociedad.

      Como veremos más adelante, y aunque parezca extraño, también hay consecuencias negativas cuando la distribución del ingreso se hace más igualitaria. De hecho, un ejemplo de esto es la abrupta mejora de la distribución del ingreso durante el gobierno de Allende, en el contexto de una fuerte caída en los ingresos reales.

      Antes de entrar en esta discusión conceptual, vale la pena recordar lo que es el punto central de la discusión de los datos de la distribución del ingreso que se hará en el próximo capítulo. Lo novedoso del análisis de cohortes en que nos centramos en este libro es que nos permite ver que en realidad la distribución de ingresos posee una dinámica interesante y que es mucho más variable de lo que se piensa. Esta información es importante porque rebate con evidencia empírica la clásica visión de la distribución de ingresos de Chile como estática. En este contexto el siguiente apartado argumenta que una distribución del ingreso más desigual puede ser parte del largo camino hacia una distribución del ingreso y de las oportunidades más pareja.

      Para discutir este concepto, es importante recordar que el salario, además de representar el medio de subsistencia de las personas, es también desde el punto de vista económico un precio clave en la economía que, como tal, refleja la operación de las fuerzas de la oferta y la demanda en el mercado del trabajo. En este sentido, revela la escasez relativa de personas calificadas y no calificadas y la productividad que las diferentes habilidades tienen en la economía. Mayores salarios para aquellos con educación terciaria pueden significar peor distribución del ingreso, pero también señalizan la mayor productividad y escasez de estas personas, e indican a la sociedad la necesidad de aumentar la inversión en estas habilidades. Las personas, buscando su mejor futuro, invierten en ellas. Un adecuado diseño del acceso a la educación terciaria es la partida de un círculo virtuoso en que todos terminan más educados y con mayores ingresos. El premio incentiva a las personas a hacer el esfuerzo y el sacrificio de educarse más, cosa que los beneficiará a ellos y seguramente también a sus hijos y nietos, haciéndolos entrar en una sociedad con mayores oportunidades y más móvil.

      La alta desigualdad de ingresos producto de un mayor premio a la educación terciaria es una señal de la existencia de mejores oportunidades para algunos grupos de la sociedad y no necesariamente para las personas pertenecientes a las clases más acomodadas, que ya tienen en su mayoría educación universitaria. Entonces, ¿es una creciente desigualdad necesariamente perjudicial? En principio no, si está asociada, por ejemplo, a aumentos en los retornos a la educación o a la experiencia. Es decir, la desigualdad podría aumentar a raíz de los futuros ingresos de los estudiantes que son los primeros de sus familias en entrar a la educación superior. Esto no se percibe como algo negativo en el contexto de que ellos tendrán una mejor situación en el futuro gracias a su mayor preparación.

      Sin embargo, en algunos casos, una creciente desigualdad puede ser dañina, como en una sociedad donde los esfuerzos y el talento no tienen los pagos que se merecen —o donde tienen distintos pagos dependiendo de características como la clase social o el género de la persona— y donde mejorar la posición social es visto como una hazaña propia de titanes. Una sociedad donde los salarios no reflejan realmente la capacidad productiva y el talento de las personas es una sociedad donde el mercado laboral está distorsionado, y las pérdidas de eficiencia que esto produce pueden ser grandes. Por eso es necesario “emparejar la cancha” donde juegan todos los ciudadanos.

      Ilustremos de manera más intuitiva el método de análisis de cohortes. Este análisis nos permite ver cómo evolucionaron los indicadores sociales a través de personas que nacieron en distintos momentos de la historia de Chile, y que por ello experimentaron realidades tan diferentes como si hubieran vivido en países distintos. Una persona nacida en Chile en 1900 vivió, se educó y trabajó en un país distinto del que le tocó a la persona que nació en los inicios del siglo XXI.

      Para ilustrar este punto esta sección presenta una serie de indicadores y su variación a través del siglo XX. Hay variables que nos permiten ver de manera clara el desarrollo de Chile, y cómo la década de nacimiento puede determinar el tipo de vida que llevó o lleva una persona.

      Chile atravesó por diferentes fases entre 1900 y el año 2000. Pasó de ser un país pobre o subdesarrollado, a tener algunos índices propios de países desarrollados, lo que sugiere que nos hemos acercado a este grupo. Por lo tanto, una mirada acerca de cómo vivían los chilenos en distintos momentos de dicho período nos ayuda a tener una mejor comprensión de este proceso de desarrollo y de por qué la visión de los diferentes “países” es útil para entender el momento actual.

      Figura 1.1. Ingreso per cápita relativo de Chile

      (En porcentaje del de otros países/regiones)

      Fuente: Díaz, Luders y Wagner (2010).

      En la Figura 1.2 tenemos una ilustración de la gran mejora en calidad de vida para los nacidos en el siglo XX. A comienzos del siglo la esperanza de vida en el país era de 30 años, mientras que en países desarrollados era alrededor de 60. Hacia finales de siglo esa brecha se redujo a solamente cinco años.

      Figura 1.2. Esperanza de vida

      Fuente: Peltzman (2009).

      Terminamos este capítulo introductorio con una breve descripción de la realidad que vivieron personas que nacieron en distintas décadas: en los años veinte, en los cincuenta y en las dos


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