Memorias de una época. Álvaro Acevedo
Читать онлайн книгу.de los elementos adecuados para encauzar el desarrollo social, económico y cultural que el país necesitaba29. Antonio García –estudiante de la Universidad Nacional hacia la década del treinta– señalaba que la universidad era “anquilosada y pétrea”:
Nada de ciencias sociales, tan subversivas en el planteamiento de los problemas. Nada de ciencias naturales, tan impregnadas de racionalismo y tan propensas a las actitudes jacobinas y antieclesiásticas. Nada de investigación científica, tan fácil a la corrupción racionalista. Nada de filosofía, aparte de una mera enseñanza escolástica –Ética, Moral, Metafísica, Lógica– hecha inflexiblemente según las tradiciones de las Universidades coloniales30.
La idea central de la reforma era configurar un sistema de educación superior que facilitara la formación de un cuerpo de intelectuales que estuviera en capacidad no solo de elaborar los discursos, las teorías y las explicaciones necesarias para abordar y entender la realidad nacional, sino de encargarse de todas las ocupaciones propias de una sociedad en crecimiento. Esto permitió una diversificación de las profesiones académicas hacia mediados del siglo XX. En definitiva, la reforma no fue solamente un plan para reparar, recuperar y modernizar las edificaciones de las universidades públicas fundadas en el siglo anterior, sino un programa que se proponía reformular la manera de ver y entender el papel de las instituciones de educación superior en las sociedades modernas. La reforma se proponía darle a la universidad un digno reconocimiento científico y académico.
En asuntos puntuales, la reforma unificaba en una sola entidad a las distintas facultades, escuelas de profesionalización e institutos de investigación que habían sido creados con anterioridad. El objetivo no era otro que organizar sistemáticamente una institución consagrada a la difusión y producción de todos los conocimientos modernos. La reforma fue puesta en marcha con la Ley 68 de 1935, la cual le confería a la Universidad Nacional no solo autonomía académica y administrativa, sino la posibilidad de autofinanciarse31.
Si bien un amplio sector de la dirigencia política colombiana recibía con entusiasmo la reforma, para la gran mayoría el fortalecimiento de la Universidad Nacional significaba un triunfo de la ideología liberal. Este hecho trajo como consecuencia un refortalecimiento de las universidades privadas de carácter confesional. En este sentido dos hechos fueron fundamentales: la reapertura, en Bogotá, de la Universidad Javeriana (1930) –una institución colonial–, y la fundación de la Universidad Católica Bolivariana (1936) –hoy Universidad Pontificia Bolivariana– en la ciudad de Medellín. No cabe duda, tal como argumenta Carlos Alberto Molina, que estas dos universidades eran las llamadas a resistir los aspectos que consideraban negativos de la reforma liberal. Pero la iniciativa privada no terminó ahí. Hubo otro sector, sobre todo aquel que se venía fortaleciendo económicamente desde 1905, que se dio a la tarea de fundar y consolidar, apoyado en la reforma, algunas instituciones universitarias de carácter laico y liberal, tales como la Universidad Externado (1918) y la Universidad Republicana (1923) –hoy Universidad Libre–32.
La reforma, sin embargo, no propició cambios inmediatos. De hecho, durante todo este periodo las universidades conservaron algunos de los principales rasgos de la educación decimonónica. No solo centraban su actividad en las mismas carreras que desde la Colonia conformaban el currículo universitario –Derecho, Medicina y Filosofía y Letras–, sino que empleaban los mismos métodos descriptivos y memorísticos. Lo sorprendente de la reforma es que convirtió a las universidades en trincheras de la disputa política. Todo el mundo entendía, sin más, que las universidades eran conservadoras o liberales33.
Chacón Soto. Estudiantes UIS en huelga de hambre. Archivo Vanguardia Liberal. 13 de junio de 1964. Bucaramanga
Personas como Nicolás Pinzón Warlosten, fundador de la Universidad Externado, y Luis Antonio Robles Suárez cofundador de la Universidad Republicana, pertenecían a una generación de intelectuales y políticos que veían en la filosofía liberal que proclamaran Jeremy Bentham, Herbert Spencer o John Stuart Mill la única alternativa para llevar al país por la senda del progreso o de la civilización. Por el contrario, para las universidades confesionales como la Javeriana o la Pontificia Bolivariana, dirigidas por autoridades eclesiásticas y servidas por docentes del Partido Conservador, las ideas liberales eran vistas como un conjunto de principios que ponían en peligro los logros civilizatorios de la religión34. He ahí el origen de la mayoría de las disputas en que se enfrascaría, en su momento, el movimiento estudiantil universitario a lo largo de la primera etapa de su historia. Las acciones que emprendieron los gobiernos liberales para controlar un espacio en el que la Iglesia había ejercido su soberanía durante siglos fueron la causa de los primeros enfrentamientos ideológicos entre el estudiantado y los sectores tradicionalistas de la sociedad colombiana.
Este era el contexto histórico de Colombia antes de iniciar el Frente Nacional: un país en una primera etapa modernizadora industrial, ligado al orden económico mundial por la producción de materias primas como el café, el cual intentaba dar legitimidad a ciertos cambios económicos y sociales pero con fuertes conflictos debido a comportamientos muy tradicionalistas. Fue en este escenario histórico, precisamente, en el que surgió propiamente el movimiento estudiantil.
El movimiento estudiantil universitario en busca de reformas liberales
Las primeras manifestaciones del movimiento estudiantil colombiano tuvieron lugar entre 1910 y 1957. Estas protestas estuvieron influenciadas por el movimiento reformista de Córdoba, aquel movimiento de 1918 en Argentina que sentó las bases de la lucha estudiantil en América Latina al propender por la modernización de la educación superior y por el alcance de una verdadera autonomía universitaria35. Para Javier Ocampo López, el “Grito de Córdoba hizo reflexionar a los universitarios latinoamericanos sobre la dependencia cultural de estos países en relación con Europa y Estados Unidos y la necesidad de buscar la autonomía y la esencia de la propia identidad. Asimismo, luchar por la búsqueda de soluciones a los grandes problemas nacionales”36. ¿En qué consistió exactamente el Grito de Córdoba?
Al comenzar el siglo XX en la mayoría de los países latinoamericanos el sector educativo experimentaba un atraso significativo. Antes que los estudiantes universitarios fueron los intelectuales los encargados de ejercer la crítica del sistema y de la situación educativa en general. En Argentina, Enrique Martínez Paz publicó un ensayo en el que justificaba que la enseñanza formal debía “preparar el camino para nuestra revolución”37.
El mensaje era claro: la nueva universidad no podía continuar desvinculada de la sociedad, y más aún si la mayoría de políticos e intelectuales seguían creyendo que la universidad latinoamericana no era más que una entelequia.
Entre los jóvenes universitarios argentinos este mensaje caló hondo y sin duda, se convirtió en el acicate para movilizarlos en la lucha por la reorganización y la redefinición de la universidad. Ellos sabían que su participación en la búsqueda de un nuevo enfoque formativo los ubicaba en la punta de la historia, pues las consecuencias de la Gran Guerra y el triunfo de la Revolución rusa les demostraban que la revolución social de la que los intelectuales hablaban no solo era necesaria sino posible38. La tradición clerical de la Universidad de Córdoba era antiquísima. En su biblioteca estaban proscritas las obras del racionalismo moderno (Bernard, Stammler, Darwin, Marx o Engels), y programas como métodos de estudio y ritos de profesionalización conservaban aún el halo medieval39.
El ascenso de la clase media y la apertura hacia la democracia que la Argentina de Hipólito Yrigoyen empezó a experimentar, dio pie a cambios educativos radicales. Así pues, conservar una institución educativa de estas características era ya una tarea insostenible. En consecuencia, durante las dos primeras décadas del siglo XX se hicieron cada vez más frecuentes las huelgas estudiantiles. Entre 1903 y 1917 se presentaron varias manifestaciones, pero fue hacia 1918 cuando la situación llegó a su clímax. En el mes de febrero un grupo de estudiantes de varias facultades de la Universidad Nacional de Córdoba se declararon en huelga.
El descontento de los estudiantes creció con el paso de los meses. En abril los jóvenes