Ética y hermenéutica. Mauricio Montoya Londoño

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Ética y hermenéutica - Mauricio Montoya Londoño


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como resultado la pérdida de toda referencia autobiográfica y la identidad histórica del agente moral:

      La problemática del sí resulta en un sentido magnificada, pero el precio es la pérdida de su relación con la persona de la que se habla, con el yo-tú de la interlocución, con la identidad de una persona histórica, con el sí de la responsabilidad{15}.

      En otras palabras, Ricœur señala un problema de gran envergadura en la constitución de la modernidad, se trata del desvanecimiento del sujeto histórico a causa de la primacía de una razón desvinculada en la tradición filosófica iniciada por Descartes.

      Ahora, el hecho que posibilita trasladar este conjunto de preocupaciones al pensamiento de Rawls radica, no solo en su profunda herencia kantiana, sino también en el papel que Rawls le asigna a algunos dispositivos creados con el propósito de alcanzar cierto grado de objetividad en los juicios y las normas morales. Es decir, Rawls al igual que Habermas, Kant y Descartes construye una concepción de sujeto desde un horizonte epistemológico. Autores como Ricœur y Taylor señalan las dificultades que existen alrededor de la noción de sujeto moral en esta tradición epistemológica ilustrada.

      1.3 Charles Taylor y la objeción de la neutralidad valorativa

      Charles Taylor, en Sources of the Self. The Making of the Modern Identity, lleva a cabo una investigación sobre las principales fuentes morales que articulan la modernidad. En esta búsqueda, Taylor (1994: 98-99) ubica por lo menos tres grandes formas de asumir los problemas éticos: la primera de ellas representada por la razón desvinculada iniciada por Platón, continuada por Descartes y Kant -caracterizada como la ética de la autodeterminación racional (también denominada en su etapa moderna como la tradición de la ilustración). La segunda, personificada por la tradición romántica que situamos en los neonietzscheanos de la cual Foucault defiende una importante variación, que emerge en contra de la ética procedimental, racionalista. Y, en tercer lugar, frente a la inconformidad que generan las posiciones neonietzscheanas, en tanto se centran exclusivamente en una actitud de sospecha, denuncia y desenmascaramiento de la filosofía moral moderna, emerge un trabajo filosófico distinto, del cual Taylor hace parte. Se trata de un grupo de pensadores que sin la necesidad de situarse en la posición de sospecha absoluta neonietzscheana consideran que las creencias morales han de partir desde la base de una comunidad histórica y de una base teleológica de la eticidad; en esta denominación podemos ubicar a Taylor y Ricœur.

      Ricœur comparte con Nietzsche la idea que en el cogito cartesiano se produce una reducción de la existencia al mundo interior, que conduce no solo a un substrato de sujeto, sino también porque crea la ficción del pensamiento entendida como unidad completamente arbitraria. Además, Ricœur asume la proposición nietzscheana en su ataque contra el positivismo, cuando el filósofo alemán argumenta que el positivismo está equivocado porque no existen hechos por sí solos, solo interpretaciones sobre estos. No obstante, para Ricœur (1990: 400-402), la crítica acertada de Nietzsche al sujeto cartesiano termina en la afirmación de un nuevo dogmatismo, el dogmatismo de la voluntad de poder.

      Por su parte, para Taylor (1994: 99), el problema crucial de las posiciones neonietzscheanas es su incapacidad de articular sus propias fuentes morales. Por el contrario, su interés consiste en considerar más seriamente el papel de las ideas de bien, de las actitudes y de los contextos morales que determinan la acción. Uno de los argumentos fundamentales de la obra es que no existe una manera unívoca de comprender la identidad moderna, sino que a partir del análisis de las distintas concepciones de “bien” podemos vislumbrar las diferentes formas constitutivas de dicha identidad. Así, el filósofo canadiense reclama la necesidad de volver sobre los contextos de trasfondo que articulan nuestras consideraciones morales. Su perspectiva consiste en reivindicar el papel de las distinciones cualitativas que sostienen nuestras convicciones morales más profundas y que edifican nuestra concepción de la vida buena. Taylor se opone así a todos los naturalismos que cimientan una noción de neutralidad valorativa, como es el caso de la tradición neokantiana, y argumenta la necesidad de que nuestros juicios de acción se establezcan en el interior de una prioridad de la vida buena con el propósito de obtener una concepción más auténtica de la moral. Por consiguiente, es posible afirmar dos proposiciones en torno al pensamiento de Taylor; la idea anterior según la cual su propuesta filosófica es teleológica, en el sentido en que defiende la importancia de la pregunta por la vida buena y las ideas de bien como elementos determinantes de la moralidad:

      Esta filosofía moral ha tendido a centrarse en determinar qué es lo correcto en la acción más que en lo que es bueno ser, en definir el concepto de obligación, más que en la naturaleza de la vida buena; [...] Esta filosofía ha acreditado una estrecha y truncada visión de la moralidad, en un sentido reducido, que también afecta el rango entero de las cuestiones relativas al intento de vivir la mejor de las vidas posible{16}.

      Taylor le objeta así a la tradición ilustrada la forma como en su interior han infravalorado la pregunta por los elementos teleológicos dentro de la concepción de la razón práctica. La segunda proposición tiene que ver con su carácter ontológico en la formulación de la investigación moral. Desde la primera línea de su obra, Taylor indica, como problema fundamental, la configuración de las diversas fuentes que constituyen nuestra identidad moderna occidental; de tal manera, el problema principal al cual se dirige es una versión renovada del problema hegeliano del reconocimiento. Su propósito consiste en ampliar el rango legítimo de nuestras descripciones morales a partir de lo que denomina los lenguajes de trasfondo (background languages). De esta manera, Taylor lleva a cabo una empresa que pretende articular nuestra visión moral contemporánea desde una perspectiva, no lineal sino comprensiva. Porque, ampliar el rango de las descripciones morales legítimas y examinar la riqueza de los lenguajes de trasfondo, que reconocemos como cimientos de los diferentes puntos de vista morales, implica para Taylor reconocer que los términos que utilizamos solo tienen valor explicativo cuando poseen un sentido en la vida misma. Puesto que las variaciones cualitativas tienen la función de explicar el significado de nuestras acciones morales, al mismo tiempo conducen a una concepción más sustantiva de la moral.

      Taylor, haciendo referencia a una expresión de Donald Davidson, cuestiona el hecho de que varias teorías morales sustraigan las nociones de bien de los contextos que las explican y les otorgan su sentido. De esta manera, la cuestión de fondo para él es: ¿Qué lugar ocupan estas distinciones cualitativas en nuestro pensamiento y juicio moral? En otras palabras: “¿Cómo estas distinciones relacionan la total amplitud de la variación de lo ético, adoptando este término según Williams, para la categoría indivisible de consideraciones que nosotros empleamos para responder cuestiones sobre cómo debemos vivir?”{17} Así, la empresa ontológica de Taylor se caracteriza primordialmente por su reivindicación de ciertos elementos de contexto y de la cultura de trasfondo sobre los que se edifican las acciones y los juicios morales. En Sources of the Self, el filósofo canadiense tiene la intención de propiciar una recuperación antropológica en el ámbito moral, en cuanto vuelve la mirada sobre las intuiciones morales y espirituales de los agentes, y en tanto propugna por una captación hermenéutica y fenomenológica de la vida corriente o de la vida cotidiana.

      En realidad, Taylor sostiene que su investigación se concentra en tres aspectos fundamentales de la identidad moderna: primero, su interioridad; en el sentido en que nosotros mismos somos seres con una profundidad interior y la noción que se relaciona con ello es que somos “mismidad” (selves). Segundo, en la afirmación de la vida corriente, vida común, sobre todo en los desarrollos de la primera etapa de la modernidad; y tercero, en la noción expresivista de la naturaleza como una fuente moral interna.

      Estos elementos propician una cercanía entre el pensamiento de Taylor y Ricœur, principalmente a partir de sus indagaciones de la identidad moral. Pues de manera simultánea, ambos parten de la afirmación que gran parte de la filosofía moral contemporánea ha tendido a centrar su análisis de la moral partiendo del concepto de lo correcto, en lugar de lo que es bueno ser; un énfasis que establece como prioridad el papel y el contenido de la obligación en lugar de la naturaleza de la vida buena. La segunda dificultad radica en que las distintas formas de naturalismo, en las cuales Taylor incluye a Kant, al utilitarismo y a sus desarrollos posteriores, se constituyen en


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