Ética y hermenéutica. Mauricio Montoya Londoño
Читать онлайн книгу.únicamente como una guía para la acción. Se ha pensado que concierne simplemente sobre lo que es correcto hacer, más que en lo que es bueno ser. De esta manera, el objeto de la teoría moral es tanto identificar, como definir el contenido de la obligación en lugar de la naturaleza de la vida buena”{18}.
Esta crítica va dirigida contra la línea de argumentación en la que se encuentra la tradición kantiana y otras formas de naturalismo como el utilitarismo. Taylor piensa que ambas perspectivas morales giran en torno a la pregunta: “¿Qué debo hacer?”, mientras con Kant, el bien sobresaliente es la noción de justicia universal; este lugar preponderante en la filosofía moral utilitarista lo ocupa la idea de la benevolencia universal. Para Taylor, uno de los problemas fundamentales de la ética de Kant reside en su concepción de moralidad, la cual es definida a partir del imperativo categórico, y este a su vez determina el contenido moral a partir de su universalidad y su participación en el reino de los fines. Para el utilitarismo, el problema consiste en que solo se requieren descripciones de acción con el objeto de distinguir cuál de ellas ha de considerarse como obligatoria. Por su parte, el filósofo considera que en los procesos de decisión racional se debe incluir una articulación de las distinciones cualitativas, puesto que dicha articulación significaría exponer de una manera más sustancial y completa el significado de nuestras acciones morales:
La filosofía moral ha sido entendida como la filosofía de la acción obligatoria. El objeto central de la filosofía moral es considerar qué genera las obligaciones que nosotros hemos adoptado. Una teoría moral satisfactoria es generalmente pensada como aquella que define algunos criterios o procedimientos que permiten derivar todas, y únicamente, las cosas que nosotros estamos obligados a hacer. Así, los principales contendientes en estas apuestas son el utilitarismo, y diferentes derivaciones de la teoría de Kant [...]{19}.
Taylor señala así un elemento que afecta tanto el pensamiento moral de Habermas como el de Rawls, el establecimiento de la acción correcta como prioridad de la filosofía moral a partir de la construcción de criterios y procedimientos de elección racional. Para el pensador canadiense tal concepción no es adecuada porque los seres humanos siempre tomamos decisiones y hacemos elecciones de objetos en el mundo, dependiendo de nuestros intereses y de las inquietudes que les atribuyamos. En consecuencia, Taylor cuestiona las distintas formas de naturalismo, que han vendido la idea de la vida corriente como pura opinión, no solo por la influencia que se produjo por las posturas metafísicas modernas, en las cuales se separa el bien del mundo de la vida, sino porque ha existido también un despropósito metodológico, resultado de emplear en las ciencias humanas el método de las ciencias naturales de construir leyes y reglas universales. Por tal circunstancia, esta objeción gravita en torno a la piedra angular del sistema crítico kantiano, las nociones de autonomía y libertad. Para Taylor (1994: 83-83), la concepción moderna de la libertad es entendida como la independencia del sujeto, en el sentido en que la determinación de sus objetivos no puede basarse en ninguna interferencia externa, y donde las ordenes normativas deben originarse en su propia voluntad. Kant y Rawls comparten este acento moderno de afirmar la libertad como autodeterminación racionable que concibe la ley moral, resultante de procesos autolegislativos de la razón práctica.
Para la empresa ontológica de la moral, esta concepción de la libertad moderna ilustrada define al sujeto como un “yo puntual”, o un yo neutro, un ser sin cuerpo, ni memoria, ni autobiografía:
Esto es lo que yo deseo denominar el yo “puntual” o “neutral”; puntual porque “el yo” es definido en abstracción de cualquiera de sus aspectos constitutivos, y por eso, de cualquier identidad en el sentido que [sic] he venido usando el término en la sección previa{20}.
Por tanto, Taylor emplea el término “yo neutro” porque el individuo es definido con independencia de cualquier marco referencial, una noción de sujeto racional desvinculado, fundado en la creencia que se puede obviar el papel determinante del tiempo y del espacio en las decisiones éticas. Es decir, la objeción se dirige en dos sentidos sobre Kant; en primera instancia, porque asume una postura que considera irrelevantes las distinciones cualitativas para establecer una acción moral; y en segundo lugar, porque habilita una distinción entre las acciones realizadas por deber y aquellas que se basan en inclinaciones que son descritas como heterónomas.
Esta posición permite objetar las construcciones morales que separan la concepción del bien de sus contextos vitales, tal y como sucede, por ejemplo, en la ética de Platón, Kant y Rawls. En Platón porque la perfección de la justicia, y en general del bien, se encuentra en el estado supraceleste. En Kant porque su postura metafísica propugna por el ideal del supremo bien como el enlace sistemático y perfecto entre la virtud y la felicidad en el mundo inteligible. Y en Rawls, principalmente, por el significado que tiene la posición original y el velo de ignorancia en su pensamiento como procedimiento restrictivo de los términos de valor.
Los anteriores argumentos preparan el distanciamiento entre la filosofía de Taylor-Ricœur con el pensamiento de Rawls. Este distanciamiento se origina en diversas circunstancias; las dos primeras, ya mencionadas, son el carácter deontológico de la teoría de Rawls, mientras Ricœur y Taylor adoptan un punto de partida que en principio puede denominarse como teleológico, sobre todo por el lugar que ambos le proporcionan tanto a la pregunta por la vida buena, como a la imposibilidad de dejar de lado las explicaciones de carácter ontológico en su pensamiento moral. La segunda circunstancia es que mientras Kant y Rawls crean un conjunto de procedimientos que implican una elección racional con una aspiración de carácter neutral, tanto Taylor como Ricœur sostienen la inaceptabilidad de tal posición, debido a la importancia que ellos le otorgan a los términos de valor y a las distinciones cualitativas.
1.4 Michael Sandel y la objeción sociológica
En esta misma línea de argumentación se encuentran los planteamientos de Michael Sandel (1998: 11), quien en Liberalism and the Limits of Justice sostiene que la pretendida independencia del sujeto como un concepto puro de la razón es una ilusión, en el sentido en que se configura como una mala interpretación de la naturaleza humana, dado que no tiene sentido pensar un sujeto fuera de la sociedad y la experiencia. Sandel (1998: 7-8) reconoce la diferencia entre el sujeto de la razón teórica y el de la razón práctica; sin embargo, para él ambas constituyen formas de un solo argumento trascendental. Por un lado, el sujeto epistémico consiste en una reducción de la noción de sujeto a un simple concepto de identificación, es un simple “yo” que antecede todas las representaciones y los juicios morales: “El sujeto es algo 'allá atrás’ que antecede cualquier experiencia particular; que unifica nuestras percepciones diversas y las sostiene juntas en una sola conciencia”{21}. Por su parte, el sujeto de la razón práctica tiene dos implicaciones: primero, como objeto de la experiencia los individuos están determinados por las leyes de la naturaleza que gobiernan el mundo sensible. La segunda implicación, por contraste, consiste en la proyección del mundo inteligible donde los seres son autónomos, tienen la capacidad de actuar en concordancia con la ley moral y con independencia de las leyes de la naturaleza.
Por esta vía, dice Sandel (1998: 9), la ética deontológica de Kant concibe una noción de sujeto desde los presupuestos del autoconocimiento epistémico y de la posibilidad de la libertad como una facultad independiente de la experiencia, que instauran a su vez, una prioridad de lo correcto sobre el bien. Por tanto, el punto de vista kantiano de la prioridad de la justicia es al mismo tiempo moral y fundacional; en el sentido en que se concibe una sociedad mejor ordenada cuando los principios que la estructuran no presuponen ninguna concepción particular del bien y los individuos son tratados como fines en sí mismos.
Sandel (1998: 9-11) considera que las propuestas liberales de Rawls, Dworkin y Ackerman, defienden este punto de vista, en el cual, el concepto de virtud es independiente de los supuestos psicológicos y teleológicos. Así, para lograr lo anterior, estas teorías contemporáneas emplean una noción de sujeto, perteneciente a cierto tipo de mundo, que conduce a una autoimagen parcial de la identidad. Este argumento lleva, a su vez, a Sandel a esgrimir la objeción sociológica, la cual consiste en señalar que el liberalismo está equivocado porque defiende una concepción de neutralidad cuya existencia es inadmisible. Sandel considera imposible la neutralidad valorativa, porque nosotros, los seres