La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales. Enrique Vásquez H.

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La niñez del Perú en la mira: qué podemos aprender de los programas sociales - Enrique Vásquez H.


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(Sisben), era un índice de pobreza multidimensional con el cual se podían priorizar las intervenciones que impactaban directamente a la primera infancia (González & Durán, 2012, p. 190).

      No cabe duda de que la alternativa de priorizar una o varias localidades específicas en un país, como ocurrió en Bolivia, también puede ser válida. Por ejemplo, el programa Crecer para Vivir Bien solo se implementó en un principio en municipios dentro de los departamentos de Chuquisaca y Potosí, por el alto nivel de pobreza evidente y sus necesidades de salud (Bedregal et al., 2016, p. 16). Cuando las desigualdades son obvias, no hay tiempo de esperar, sobre todo cuando las amplias brechas por condiciones socioeconómicas afectan a todos, y en particular desde esta temprana edad (Guerrero & Demarini, 2016, pp. 192-193). Sin embargo, tampoco se debe ir al extremo de la universalización de intervenciones de algún AEPI, sino que siempre corresponde priorizar a las poblaciones en pobreza o con limitaciones, es decir, las más vulnerables. Asimismo, cabe resaltar que, en el Perú, muchos de los departamentos más vulnerables en la Sierra rural son también aquellos más difíciles de alcanzar. Esto tanto por su lejanía como por diferencias culturales (Boyd & Rentería, 2018).

      Mirando formas particulares de identificar beneficiarios, se halló la óptica de intervenir a los padres o tutores que no podían atender de manera adecuada a sus hijos menores por condiciones laborales o de pobreza. Este enfoque se dio en el Programa de Estancias Infantiles para Apoyar a Madres Trabajadoras en México, en su modalidad de Apoyo a Madres Trabajadoras y Padres Solos (Sedesol, 2017b, p. 1). Sin embargo, el programa se basaba principalmente en transferencias monetarias condicionadas. Por ello, cabe analizar una modalidad vinculada más estrechamente con Cuna Más. Esta es el Impulso a los Servicios de Cuidado y Atención Infantil, que seguía los lineamientos de cualquier AEPI. En este caso, se ponía énfasis en las personas que deseaban encargarse de un centro (Estancia Infantil), ya que se les financiaría la adecuación del lugar y otros gastos necesarios (Sedesol, 2017b, p. 2). Cuando no se empleaba la focalización, como en estas modalidades, se solicitaba a los padres o tutores (primera modalidad) o a las personas interesadas (segunda modalidad) hacer la solicitud a las autoridades, quienes debían comprobar y evaluar que se cumplieran ciertos criterios para poder brindarles el servicio. Nuevamente, para el caso peruano, las diferencias culturales entre las diversas regiones dificultan la expansión del programa. En diversas áreas de la Sierra y la Selva hay un alto grado de dispersión entre los focos de población, así como dificultad de acceso (Betalleluz, Nadramija, & Sanabria, 2016).

      En general, la focalización ha sido un método muy empleado. Asimismo, se optó por abordar a los padres o tutores como mecanismo para generar impactos positivos en los niños, o intervenir a adultos y niños de manera simultánea. Esta última alternativa ha sido la de mayor uso. Cuando la focalización se centraba solo en los padres, se descuidaba que el verdadero objetivo debían ser los niños menores de 3 años (Baker-Henningham & López-Boo, 2013, pp. 32-33). Esto es importante para los servicios de atención rural, en los que hay que considerar que la focalización es geográfica (Araujo et al., 2013, p. 47) y que en algunas oportunidades las distancias viales y culturales impiden la fluidez del programa. Por lo tanto, la focalización (individual o geográfica, según corresponda) puede tomarse en cuenta para ambas modalidades de los programas, dado que otros criterios u indicadores (pobreza, riesgo, trabajo de madres) pueden producir resultados heterogéneos.

      1.2 Modalidades de intervención

      La atención a la primera infancia demanda una intervención diversa y especializada a la vez. Las diferencias en las características de la población generan la necesidad de implementar enfoques variados para atender las vulnerabilidades. Para ello, es importante tener en claro qué tipos de productos y/o servicios son pertinentes para cada grupo de menores (y sus familias), respetando sus lenguas, contextos y culturas particulares. Esto explica que existan diferentes modalidades de intervención, a saber:

      Visitas al hogar, reuniones de grupos de padres, guarderías o salas-cuna con componentes educativos, información sobre el desarrollo infantil integrada a la rutina de visitas de atención a la salud y/o difundida a través de los medios de comunicación. (Baker-Henningham & López-Boo, 2013, p. 35)

      El primer modelo de atención implica establecer centros del programa para niños de una comunidad. En el Perú, se los clasificaba como Servicio de Cuidado Diurno dentro del Programa Cuna Más y estaban enfocados en el ámbito urbano. Los niños menores de 3 años asistían de lunes a viernes de 8 a. m. a 4 p. m. con la finalidad de recibir una atención alimentaria y nutricional y ser monitoreados en actividades conducentes a su crecimiento (Programa Nacional Cuna Más, 2017).

      Los centros infantiles debían contar con características de seguridad y salubridad adecuadas, además de los servicios básicos, tanto en lo que respecta al ambiente como en los materiales que se asignaba a los menores, como en el caso del Perú (Midis, 2013d, p. 3). En lo que respecta a la alimentación y nutrición de los niños, los distintos centros se diferenciaban en cuanto a la variedad que proveían, pero siempre se debían priorizar alimentos con micronutrientes y alimentos fortificados, e incluso agregar desparasitantes (Araujo et al., 2013, p. 55) para asegurar la mayor efectividad posible de la intervención.

      Más importante que el bien público que se entrega al infante es quién se lo brinda: un importante actor o proveedor del servicio es la «madre cuidadora» o, en general, la persona encargada del centro. Asimismo, resalta la importancia de la dimensión de deberes y derechos de los agentes involucrados en la cadena de suministros. Se ha demostrado que, con educadores mejor preparados, la comunicación con los niños es mejor, estos son atendidos de manera más personal, es más fácil resolver problemas entre ellos y, en general, toda la interacción es más enriquecedora (Verdisco & Ñopo, 2012, p. 100). A pesar del énfasis relevante en las madres cuidadoras, en la iniciativa nacional de Cuna Más se las seguía considerando «voluntarias», no obstante la cantidad de responsabilidades que tenían a su cargo, lo que también generaba que la ocupación de los puestos fuera inestable e informal (Sánchez, 2017, pp. 98-99). Sobre esto, la Contraloría señaló que «las actividades para desarrollar las capacidades de las cuidadoras se realizaron de manera poco frecuente y sin una definición clara de las tareas que ellas debían desarrollar ni del perfil de competencias requerido para generar experiencias de aprendizaje en los niños» (Contraloría General de la República, 2015, p. 23). En consecuencia, se podrá hacer mucho, y mejor, si se centra la atención en la profesionalización de las personas cuidadoras a fin de dar un mejor servicio.

      Por otro lado, la segunda forma de atención es cuando el apoyo se dirigía directamente a los hogares o a las familias de los beneficiarios, principalmente de centros poblados de la sierra rural. En el Perú se lo denominaba Servicio de Acompañamiento Familiar y buscaba ofrecer orientaciones en prácticas adecuadas de cuidado, experiencias de aprendizaje entre el niño y el cuidador principal, y monitoreo del crecimiento y el desarrollo de los menores usuarios (Programa Nacional Cuna Más, 2017). A partir de este eje, se brindaron dos servicios clave: las visitas a los hogares y las sesiones de socialización e interaprendizaje. Las visitas eran realizadas por facilitadoras del programa y tenían una frecuencia semanal y una duración de una hora. Mientras tanto, las sesiones de socialización eran realizadas por asistentes técnicos del programa de manera mensual y lograban congregar a entre 10 y 20 familias en un local o espacio de la comunidad (MEF, s. f.).

      Pero ¿cómo se puede mejorar la eficiencia y eficacia del programa? Un estudio realizado por Josephson et al. (2017) propone un enfoque centrado en mejorar las condiciones laborales del personal. Sus propuestas pueden resumirse en dos escenarios. El primero plantea que Cuna Más, en el corto plazo, se enfoque en aliviar la carga laboral del personal que, debido al crecimiento constante del programa, se encuentra sobrecargado. De manera específica, las autoras proponen reducir de 40 a 25 el número de acompañantes técnicos de campo bajo la supervisión de los formadores (o capacitadores), y de 2 a 1 el número de comités de gestión con los que trabaja cada acompañante técnico (Josephson et al., 2017, p. 10). El segundo escenario resalta la importancia de mejorar los incentivos laborales para los colaboradores a fin de volver más competitivo el programa. Algunas propuestas puntuales fueron las siguientes: ofrecer becas a 50 facilitadores sobresalientes para que realicen estudios en educación infantil o afines; incrementar de manera gradual las remuneraciones


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