Un puñado de esperanzas 3. Irene Mendoza

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Un puñado de esperanzas 3 - Irene Mendoza


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menos quería intentar relajarme escuchando música, leyendo o viendo alguna película.

      Devolví la llamada a mi madre, que estaba en Los Ángeles, extrañado y algo ansioso.

      —Hola, mamá, ¿todo va bien? —dije sonriente. Me alegró escuchar la voz de Charlie.

      —Sí, en realidad, sí, pero tenía que avisaros antes de que lleguéis a casa —dijo mi madre.

      —¿Avisarnos? —pregunté alarmado pensando en catástrofes posibles como que se hubiese incendiado o inundado nuestra casa o que los niños estuviesen enfermos.

      —Sí. Charlotte está aquí conmigo, en Los Ángeles.

      —¿Cómo? —exclamé sorprendido.

      —Está bien. Jalissa prefirió que lo supieseis por mí.

      —Pero… tenía exámenes esta semana próxima —dije confuso.

      Frank, a mi lado, me miró extrañada.

      —¿Qué ocurre, Mark? —preguntó.

      —Es mi madre —le dije e hice un gesto para que aguardase.

      —Lo sé, pero ahora eso no es lo principal, Mark —dijo mi madre.

      —¿Cómo que no es lo principal? —exclamé.

      —Charlotte está bien, tranquilo.

      Resoplé intentando mantener la calma.

      —Charlie, pásame a mi hija, por favor.

      —No, ahora no es un buen momento. Estás enfadado.

      —¡No lo estoy! —respondí sorprendido.

      —Me has llamado Charlie —dijo mi madre y supe que estaba sonriendo—. Además, aquí en Los Ángeles aún es pronto y está durmiendo.

      Tomé aire lentamente ante la atenta mirada de Frank para intentar mantener la calma. Frank posó su mano en mi hombro con suavidad y con solo ese gesto logró sosegarme y que mi respuesta fuese más serena.

      —Está bien. Hablamos cuando lleguemos a Nueva York. Nos quedan aún casi seis horas de vuelo. Dile a Charlotte cuando se levante que su madre y yo queremos hablar con ella, por favor —dije antes de colgar.

      Capítulo 6

      Holding On To You

      Ya en Nueva York, hicimos frente a aquella nueva crisis familiar. Nuestra hija mayor se había gastado parte de los ahorros que tenía gracias a la paga de su abuela en un vuelo VIP a Los Ángeles sin acabar el curso escolar.

      No iba a ser la primera ni la última vez que nuestros hijos la liarían, me dije, pero empezaba a tener la sensación de que cada vez serían problemas más complicados de resolver. Y Charlotte solo era la primera. Miré al cielo y puse los ojos en blanco.

      Charlotte hizo una videollamada, pero no quiso hablar conmigo, sino con Frank. Eso me alteró más todavía y me puse a hacer té, lo único que solía ayudarme a mantener la calma en momentos de dificultad.

      Me llegaban pequeños fragmentos de la conversación que mantenían Charlotte y su madre mientras ponía la tetera al fuego y me ocupaba de sacar un par de tazas del aparador de la cocina, pero no lograba captar el significado de nada en concreto. Finalmente, Frank colgó y me acerqué con las tazas de té, impaciente por saber.

      —¿Y bien?

      Frank estaba sentada y me miraba serena.

      —Charlotte quiere quedarse en Los Ángeles y probar suerte como cantante y actriz. No quiere seguir estudiando.

      —¿Se ha vuelto completamente loca? —grité horrorizado—. ¿Y cómo puedes decírmelo así, tan tranquila?

      —Porque no arreglo nada subiéndome por las paredes como tú estás a punto de hacer ahora mismo —respondió Frank.

      —No puede abandonar sus estudios y menos quedarse allí para… para… ¡Joder! —emití un resoplido de furia dejando las tazas de té sobre una superficie estable, antes de que se me cayesen de las manos.

      —Está con Charlie. Estará bien, Mark.

      —¿Actriz? ¿Cantante? —pregunté desesperado.

      Frank levantó una ceja.

      —Tu madre me ha dicho que ella misma la llevará a alguna audición y que cuando vea cómo funciona el asunto se le pasará. Charlie me ha prometido que le quitará la idea de la cabeza.

      —¡Oh, estupendo! —dije elevando los brazos al cielo—. No sabe lo cabezota que puede llegar a ser su nieta.

      —Se hace una idea, créeme.

      —Pero va a perder el curso. Y el año que viene se gradúa.

      —Y lo hará. No te pongas dramático, chéri.

      —¿Dramático? ¡Yo no me pongo dramático!

      —Te pones dramático y sobreactúas. —Miré a Frank asombrado—. Solo necesita un poco de tiempo. Siéntate.

      Iba a añadir algo más, pero decidí callarme y sentarme en el sofá.

      —Qué más. Sé que hay algo más —dije con el ceño fruncido.

      Entonces me lo soltó, sin anestesia.

      —Charlotte estaba saliendo con alguien y han roto.

      —¿Cómo? ¿Tu sabías algo de eso? —exclamé levantándome como si me hubiesen pinchado en el culo.

      —Me lo parecía.

      —¿Y no me dijiste nada? Espera. ¿No estará… embarazada?

      —¡Cómo puedes pensar así de tu hija! No es ninguna descerebrada, ¿sabes?

      —Bueno… lo sé. Sé que es muy inteligente, pero… tú también lo eres y…

      —Cállate que lo vas a empeorar más, Gallagher —dijo Frank furiosa.

      —¿Ahora te enfadas conmigo?

      Frank y yo casi nunca nos enfadábamos, únicamente solíamos hacerlo por culpa de nuestros hijos. Solo ellos lograban eso.

      —¿Y qué esperas? No tienes confianza en ella. Por eso no ha querido hablar contigo. Ha dicho que te enfadarías y te pondrías echo una fiera. Y así ha sido —dijo exasperada—. Charlie dice que le demos una semana para que se tranquilice.

      —¿Y el curso?

      —Ya hablaremos con el colegio. A ver qué podemos hacer.

      —¿Sabes lo que haría yo?

      —Me lo imagino —dijo poniendo los ojos en blanco.

      —Me presentaría allí y la traería de vuelta a casa. Soy su padre y ella es menor de edad —Frank resopló—. Pero está bien. Esperaré. Para que no me llaméis histérico.

      Lo hice. Aguardé pacientemente a que mi hija se tomase su tiempo para divagar y decidir sobre su futuro obviando por completo a sus padres.

      Mientras, Frank y yo visitamos a nuestros otros dos hijos en el campamento de verano al que llevaban años acudiendo y pasamos el día con ellos. Tanto Korey como Valerie, aún obedientes y dóciles, eran totalmente ajenos a las decisiones de su hermana mayor y no le dieron importancia al hecho de que Charlotte se hubiese cruzado el país ella sola y que estuviese viviendo en pleno Hollywood, en la mansión de su abuela.

      Korey era la viva imagen de Frank, de pelo rubio oscuro y ojos del color del caramelo, tranquilo y de buen carácter era un verdadero ratón de biblioteca, y Valerie, una perfecta mezcla de sus dos hermanos, con los ojos rasgados de su hermano y la piel pecosa de su hermana mayor, tenía el pelo liso de Korey, pero caoba como Charlotte, era alegre y muy habladora.

      Yo


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