La muralla rusa. Hèlène Carrere D'Encausse

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La muralla rusa - Hèlène Carrere D'Encausse


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se atascó, chocando en las exigencias territoriales de las dos partes. Por ambos lados se preguntaban sobre la actitud de Rusia si estallaba la guerra. María Teresa creyó prudente informar a la emperatriz rusa de las conversaciones con Francia. Esta comunicación llegó en buen momento, pues Isabel deseaba terminar con el enemigo prusiano. Y buscaba con negociaciones secretas restablecer las relaciones diplomáticas con Versalles. La posición abierta de Rusia contribuyó a acelerar la negociación entre Versalles y Viena, terminando el 1 de marzo de 1756 con la firma de un tratado de neutralidad y defensa mutua. Pero este tratado ocultaba malentendidos. María Teresa quería recuperar Silesia, aun a riesgo de un conflicto generalizado, mientras que Luis XV deseaba sobre todo asegurar la paz. Y para conseguirlo, hacía falta que Francia pudiese contar con Rusia. Con las relaciones diplomáticas interrumpidas desde 1756, Versalles y Petersburgo tenían difícil abrir un diálogo. Es aquí donde intervienen actores de la vida internacional que no pertenecen al registro clásico de la diplomacia y cuyo papel en la difícil relación franco-rusa será considerable en esta época. En esta categoría de actores paralelos de la acción diplomática, el Secreto del Rey[2] ocupa un lugar central. Pero también se encuentran aquí una serie de agentes secretos. El primero de ellos habrá sido un cierto Michel, hijo de un negociante francés instalado en Rusia en el tiempo de Pedro el Grande. Michel nació en Rusia, vivía allí, pero circulaba sin cesar entre Francia y Rusia por sus negocios. Y, en la ocasión, llevaba mensajes o informaciones. En 1753, remitió así al ministro francés un mensaje secreto de la emperatriz, que expresaba su deseo de restablecer relaciones normales entre los dos países. Michel explicó a su interlocutor que la emperatriz estaba apoyada en esta idea por Vorontsov, pero que Bestujev se esforzaba en impedirle ponerla en práctica. Se decidió entonces en Francia aplazar, esperando ver qué tendencia ganaría. Esperar, pero obteniendo informaciones más completas sobre la situación política rusa. Este objetivo condujo a emplear a un nuevo intermediario, o informador, el caballero de Valcroissant, que era agregado de la embajada de Francia en Varsovia. Fue encargado de observar, bajo nombre supuesto, las fuerzas militares de Rusia y averiguar los proyectos de alianza. Su actividad fue notable, pero él fue detenido por espionaje. Interrogado sin miramientos, fue encerrado en la fortaleza de Schlüsselburg y su suerte obligó a Francia a buscar con prudencia un nuevo emisario secreto.

      Las informaciones proporcionadas por Michel y Valcroissant habían despertado el interés de Versalles por Rusia, porque los dos espías insistían en la voluntad rusa de reanudar con Francia. ¿Pero a quién enviar a ese país sin levantar sospechas? El príncipe de Conti encontró al fin en su cortejo un candidato que le pareció apto para este papel tan difícil y peligroso, era el caballero Mackenzie Douglas, un gentilhombre escocés afín a la causa de los Estuardo, que se había exiliado en Francia. La misión confiada a Douglas era considerable. Debía informarse de las disposiciones de la zarina respecto a Francia, pero también del estado de Rusia, sus finanzas, su ejército, de los progresos de la negociación que conducía el caballero Williams, embajador de Inglaterra, que debía llevar a término el tratado de ayudas anglo-ruso, de la actividad rusa en Polonia… La lista de asuntos que el caballero Douglas debía tratar era interminable. A eso se añadía una misión propia del príncipe de Conti, que este le había confiado en secreto: trabajar por su candidatura al trono de Polonia, asegurándole en un primer momento el trono de Curlandia. Conti, que ambicionaba estos honores, deseaba también que el caballero Douglas le recomendase a la emperatriz para el mando del ejército ruso. Esta misión no era conocida, aparte del rey, más que de los iniciados, el príncipe Conti, el ministro de Estado encargado de los Asuntos Exteriores Tercier y Carlos Francisco de Broglie, director de la correspondencia real. La correspondencia debía realizarse en lenguaje codificado y debía tener el aire de no tratar más que del comercio de pieles. Bestujev sería llamado «el lobo negro», Williams «el zorro negro». Douglas había cumplido una primera misión en Rusia, en 1755, cuyo éxito fue relativo porque no consiguió encontrarse con la emperatriz. Su segunda misión, al año siguiente, fue más exitosa, pues, dotado esta vez con una carta de acreditación, representante oficial de Francia, fue recibido por Isabel. Ella, satisfecha de acoger a un enviado oficial del rey, decidió devolverle su cortesía y delegó a Versalles a un diplomático, Bekhteev. Como Douglas, no tenía estatuto definido y fue presentado al rey a título personal. En cuanto a Douglas, recibió pronto un colaborador para secundarle, el caballero d’Éon, que había sido iniciado, antes de su partida, en el Secreto del Rey por el príncipe de Conti. Este pequeño mundo de falsos diplomáticos, enviados sin título, espías, habrá jugado, sin embargo, en un periodo agitado, un papel importante en el acercamiento entre Versalles y Petersburgo. No deja de tener interés notar que el papel de Michel no desapareció con la entrada en escena del caballero Douglas, no cesó en sus desplazamientos entre los dos países, proporcionando siempre a Versalles informaciones.

      Por su parte, Douglas continuó representando a Francia en espera del nombramiento de un embajador. Y debía contribuir a sellar la entente con Rusia. A este respecto, su misión era de las más complicadas. Estaba encargado de impulsar a Rusia a adherirse al Tratado de Versalles, pero este tratado especificaba en una cláusula secreta que los signatarios se comprometían a socorrer al que fuese agredido por Inglaterra o uno de sus aliados. Estando Rusia ligada a Inglaterra por el tratado defensivo del 12 de febrero de 1756, se encontraba ante un serio dilema. Se añadía otro problema referente a Polonia. Si Rusia tuviese que intervenir en el continente, sus tropas deberían atravesar Polonia, y Versalles no podía aceptar eso. ¿Y qué decir de Turquía, que Luis XV quería proteger y que Austria pretendía destruir? Estas distintas cuestiones explican la lentitud de una negociación con Petersburgo que Francia deseaba y de la que al mismo tiempo temía las consecuencias. El caballero Douglas tenía muy difícil elaborar una solución compatible con estas contradicciones.

      En septiembre de 1756, el tiempo de las tergiversaciones había pasado. Una nueva guerra comenzó, que duraría siete años. Federico II tomó la iniciativa, lanzó a sus tropas contra Sajonia y sometió el principado a su autoridad. La red de alianzas puso a todos los soberanos ante sus responsabilidades. María Teresa debía defender a su aliado, el Tratado de Versalles imponía al rey de Francia intervenir y la emperatriz rusa, estando vinculada a Austria por el tratado de 1746, no podía quedar al margen del conflicto. Pero sus tropas, para llegar a Alemania, debían pasar por Varsovia. La guerra tuvo también por consecuencia poner fin a la interminable negociación para la adhesión de Rusia al Tratado de Versalles, que será firmado el 31 de diciembre por Douglas y el embajador de Austria Esterhazy. Esta negociación había sido complicada por la relación franco-turca. Isabel quería estar segura del apoyo de Francia en caso de que Turquía la atacase. El asunto era delicado. Francia había tenido ya que aceptar el paso de las tropas rusas por Polonia. Habiendo sacrificado a este aliado a las exigencias rusas, el rey no quería abandonarle a otro y Douglas recibió la instrucción de incluir en el acuerdo una excepción a favor de Constantinopla. La orden era formal, pero el embajador Esterhazy supo convencer al caballero Douglas de no retrasar la conclusión del acuerdo para arreglar un enfrentamiento hipotético. Y Douglas, aunque hizo incluir en el texto final la excepción exigida por Versalles, la añadió como una cláusula secreta, «secretissime», previendo que, en caso de guerra entre Rusia y la Puerta, Francia aportaría a su aliada un socorro material equivalente a veinticuatro mil hombres. A cambio, Isabel se comprometía a proporcionar la misma contribución a Francia si esta era atacada por Inglaterra, pero esta última hipótesis era poco probable. Cuando Luis XV tuvo conocimiento del acuerdo, se enfadó mucho, desgarró el texto secreto y se negó a ratificar el acuerdo. Pero después de reflexionar, el rey decidió evitar la ruptura y dirigió una carta personal a su «Augusta Hermana», explicándole que el caballero Douglas había sobrepasado sus competencias, que no tenía poder para tomar tales iniciativas y le pedía que anulase la cláusula secreta. Le anunció también que Douglas estaba dimitido y que iba a enviarle un embajador, el marqués de l’Hôpital. La gestión del rey agradó a la emperatriz por el respeto a Rusia que suponía. Ella aceptó olvidar el incidente y la adhesión rusa al Tratado de Versalles se produjo sin referencia al artículo secreto. La emperatriz firmó el 22 de enero de 1757 el tratado que la unía a la emperatriz de Austria. Las dos emperatrices se comprometían cada una a enviar ochenta mil hombres contra Prusia. Austria debía pagar un millón de rublos anuales hasta el fin de la guerra, lo que vendría bien a Rusia, pues su Tesoro estaba seco. Suecia se unió a la alianza el 21 de marzo.


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