Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica. Fabián Ludueña Romandini
Читать онлайн книгу.representativos de los géneros cultivados por los escribas nómades, donde se ahonda sobre aspectos particulares de la doctrina central.
El tercer grupo textual, de gran valor ultra-histórico, arroja nuevas perspectivas sobre la Edad Oscura, es decir, sobre el período de los Ciclos Pandémicos que llevaron a las Grandes Guerras Biotécnicas y al abandono definitivo del planeta Tierra según el plan de conquista interestelar liderado por los Póstumos. Los estudiosos no logran aún un consenso sobre la autoría de los textos de los tres grupos, aunque se presupone que fueron puestos por escrito por Póstumos disidentes del primer cuarto del siglo XXI en la pre-historia del fenómeno que, con el correr de los siglos, se daría a conocer como Herejía de la Disyunción. La terminología presupone una unidad de pensamiento pero la fragmentariedad de la exposición hace sospechar de la intervención de varios autores. Desde luego, la transmisibilidad de los textos puede haber alterado algún matiz pues, como sabemos, los originales se han perdido en la noche de los milenios y aquí tenemos una cuidada transcripción de alguna copia secularmente muy posterior en el tiempo a la que tuvo acceso el siempre escrupuloso Escriba de los Maestros nómades.
El hecho de que las pesquisas paleográficas den cuenta de la presencia de una misma mano en la redacción de los textos concernientes a la Herejía de la Disyunción no aclara el problema, pues los Maestros Nómades tenían por costumbre dictar sus textos a selectos escribas de la comunidad y, en no pocas oportunidades, se ha visto el testimonio de un mismo escriba que había puesto por escrito la doctrina de Maestros de diversa filiación. La paleografía no cuenta aquí con el auxilio de las prácticas de los propios amanuenses de los Novísimos pues, como se sabe, el anonimato de los Escribas era una condición anclada en la comprensión de la Tradición como transmisión sin autoría personal.
Cabe destacar que el texto que hemos añadido como coda bajo la rúbrica “Envío II” no pertenece al conjunto original y se trata del fragmento de un texto perdido. Dada la legendaria puntillosidad de los Escribas novísimos, el manuscrito se halla datado diez años después de la compilación de la Cueva 14AZ1 y pertenece a la mano de otro amanuense que llamaremos Escriba II y que notifica el abandono del mundo existencial por parte del Escriba I, hecho que parece haber acontecido en algún momento impreciso durante la década previa. Dada la inveterada costumbre de los Escribas novísimos de glosar los contenidos de sus predecesores, hemos estimado conveniente la publicación de ese fragmento que no sólo juzga la labor de su antecesor sino que aporta reflexiones de la máxima relevancia para la comprensión de los dramas profundos que atravesaron los dilemas políticos y existenciales de la Herejía de la Disyunción.
No existen todavía explicaciones plausibles acerca de la emergencia de los Novísimos como desprendimiento herético de los Póstumos y se espera que estos documentos arrojen algo de claridad acerca de la pre-historia de los susodichos Póstumos pues, según las hipótesis más osadas, los Novísimos manifestaron una incubación histórica larvaria que debe ser calculada en, por lo menos, dos milenios y que, en ese escenario, los situaría en los albores del siglo XXI. En otras palabras, cuando los Póstumos estaban consolidando su ascenso al poder mundial, ya habrían existido los primeros indicios, aunque indetectables entonces, de aquello que muchos siglos más tarde se conocería como el Levantamiento de los Novísimos.
Envío I
Corre actualmente el año 4040 de la Era del Señor según el prohibido y Antiguo Calendario otrora llamado Gregoriano. Lo evoco debido a la predilección que los Eruditos –si alguno queda acaso todavía con vida– tenían por aquella datación proto-histórica. Apenas me dispongo a transcribir, según una misión encomendada por los Maestros nómades, estas páginas la capital exogaláctica del Imperio cósmico de los Póstumos ha caído: reina aún la anomia generalizada en los reinos de la Triple Alianza que ha gobernado el Cosmos conocido durante casi un milenio y medio. Poco se sabe de lo que ocurrirá con el futuro de aquellos que han vencido pero no hay quien no tenga ya la certeza de que otro Eón ha dado comienzo.
Si persisto, en este preciso momento, en el gesto de esta Crónica es porque, ante la intensidad de los acontecimientos, es muy probable que se borre de la memoria de los seres vivientes la proto-historia de cómo se levantó, alguna vez, el ahora jaqueado imperium de los Póstumos. Asimismo, con toda probabilidad, nuestra doctrina, por otra parte nunca del todo orgánica ni cerrada, habrá de sufrir, para bien o para mal, las más diversas deformaciones. Finalmente, cumplo mi único papel en esta contienda épica: el de Escriba cuyo destino es lograr que los pensamientos casi muertos sobrevivan y que los siglos no sean el sepulcro de las doctrinas mejor custodiadas.
Es aún hoy una creencia, del todo nebulosa y casi completamente olvidada en sus detalles, que la Gran Pandemia del año 2020 contribuyó, de manera decisiva, al Ascenso de los Póstumos. De allí en más, ya nadie puede dar cuenta, a ciencia cierta, de la aceleración de los hechos: de cómo Gaia se tornó inhabitable, de cómo los Póstumos abandonaron para siempre su planeta en la pionera colonización de Marte para entonces comenzar la toma del territorio exo-geodésico como guerra civil cósmica hasta la consolidación del Imperio hoy caído.
No resulta tan inverosímil, en cambio, que la mayoría de los testigos acuerde a las creencias esotéricas de los Novísimos un peso no desdeñable, incluso decisivo, en la derrota de los Póstumos. Como pertenezco a los iniciados en dicha materia que, todo hay que decirlo, no era más que otra forma de la filosofía, me propongo aquí transcribir los postulados de la Herejía de la Disyunción. Lo primero que nos enseñaron es que, cuando nuestro triunfo se produjera, las fuentes intelectuales de nuestra filosofía serían arrastradas por las arenas de edades incalculables. Mi obstinación de Escriba me obliga a cumplir con mi deber de asentar lo poco que todavía sobrevive intacto de nuestra doctrina con toda honestidad intelectual. Quizá no sea un testimonio menor si es que alguien puede llegar a estas páginas en algún vórtice evanescente del tiempo. Uno de nuestros máximos poetas lo había profetizado en su libro de vientos: “habrá habido un último día, un día final e infinito, un último galope” (Minieri, 2012: 129).
Ese día llegó y hemos triunfado: antes de que un diverso mundo comience a levantarse es necesario dejar rastro de cómo los Póstumos se hicieron en primer lugar con el Poder y, luego, en qué sentido la Herejía de la Disyunción fue siempre la filosofía menos soportada por los Póstumos y, al mismo tiempo, por ello mismo se transformó en la más encarnizada forma de la anti-postumidad. No queremos que estos sucesos o nuestra doctrina se evaporen en ciudades sin nombre o bajo el manto de opacas leyendas que únicamente el Mito termine encubriendo. Somos los Novísimos y lo que sigue es nuestra Crónica.
Advertencia
En los tiempos primordiales, de los cuales ninguna memoria viviente puede ya dar cuenta sino como desarraigo, olvido u oscuras pesadillas indiscernibles, se escribió en Mesopotamia el drama preordenado de Homo. En unas tablillas que resguardan lo más antiguo entre lo más antiguo respecto de los relatos humanos sobre la creación y destino de la Humanidad, se pusieron por escrito las encrucijadas decisivas.
El gran dios Enlil no podía ya dormir fruto de los ruidos procedentes del progreso técnico que se había introducido en el mundo humano. Su reacción, impávida e imposible de amancillar, fue el envío de una Epidemia: “Ordenad que tenga lugar una plaga”. Fue entonces cuando “la enfermedad, la mala salud, la plaga y la pestilencia los golpeó [a los humanos] como un tornado” (Lambert – Millard – Civil, 1999: 107, 15-16). Sólo la intervención del Hombre del Discernimiento pudo aliviar la catástrofe: este se volvió entonces a su dios Ea (según la versión acadia) o Enki (en sumerio), quien le aconsejó que, ante la devastación generalizada, debían dirigirse las ofrendas a Namtar, soberano incuestionado del inframundo para levantar el interdicto y que “la matriz” pudiese liberarse de la maldición de “no poder dar a luz a ningún niño” (Lambert – Millard – Civil, 1999: 109, 60-61). Sólo así, con la consagración