Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica. Fabián Ludueña Romandini
Читать онлайн книгу.pertenecen a lo Inmemorial del acosmos donde la noción de origen carece de sentido porque no existe, en la estructura del Ser, ni el tiempo ni el espacio. En cambio, todos los dis-versos materiales tienen su aparición como expresión de la fractualidad como materia o universos perceptibles aunque no estén formados de un substratum material en la acepción del término que signifique necesariamente una percepción sensible.
40. La pluralidad de mundos y su dinámica para-ontológica así como el abismo de la Disyunción en el Ser pertenecen como objetos de estudio a la filosofía primera. La naturaleza de nuestro universo en particular puede ser también objeto, en cambio, no sólo de la filosofía sino de la ciencia física (y saberes aliados) con sus respectivas hipótesis regionales.
41. Una vez la fractualidad expresada en la materia o en las formas pensantes del acosmos, del que la noción de Noûs separado puede ser un ejemplo, no existe jerarquía entre materia y supra-materia pues la expresión no es génesis sino desdoblamiento del Ser en exceso de sí mismo. Un advenimiento en el propio núcleo disyunto del Ser que expande su expresión sin necesidad de crear algo distinto de sí mismo pues todos los posibles son, al mismo tiempo, actuales eternos en el Ser (incluido el nihil). Por eso, sostener que la materia es creada es simplemente una figura de discurso para dar cuenta de nuestras posibilidades de percibir un mundo actualizado particular. Desde el punto de vista del acomos, sólo existe desvelamiento u ocultación de la perennidad del Ser. La disyunción permite, justamente, la dinámica de esa expresividad. Esta última no es equivalente a la metafísica de la presencia pues la para-ontología de la expresión se distancia decididamente de la mostración óntico-ontológica clásica.
42. El Amor no puede existir en el acosmos sino como muerte mundana y trans-mundaneidad de expresión debido a que, entre dos seres parlantes (o más), la función amorosa es de carácter biyectivo (o pluriyectivo), vale decir, se cumplen las reglas de la inyectividad y la sobreyectividad en un plano para-ontológico. Así, cuando un ser parlante busca la identidad con el Otro sólo puede encontrar la diferencia. Salvo que la diferencia es disyuntiva y el lazo confluye en la disolución de las subjetividades que se encuentran en la afluencia de una muerte en un mundo específico.
43. La voluptuosidad según los términos definidos previamente (Ludueña Romandini, 2018: 148-151) resulta el único modo de espectralizar la finitud en incorporal que, aunque inalcanzable per se, es pasible de experiencia ultra-sensible.
44. De esta manera, las únicas dos constantes que existen en la pluralidad de mundos que constituyen la expresión de los fractos son el Amor y la Inmortalidad. La primera constante tiende al polo de la disolución en un mundo específico. La segunda constante actúa como una suerte de razonamiento diagonal de Cantor poniendo en evidencia una multiplicación de mundos con diferentes tipos de infinitos que tienden a una cadena que no puede ser cerrada y se basa en un creciente poder aumentativo de expresividad. Sin la primera constante, no se conocería la finitud. Sin la segunda, no podría accederse a la finitud de la finitud.
45. En el dis-verso no existe, desde el punto de vista para-ontológico, un ente simpliciter, es decir, sin cualificación. La disyunción califica todo cuento existe y, por tanto, lo pone en lazo circunstancial con los fractos que lo determinan. La determinación es siempre contingente y no oclusiva siendo así el límite para-metafísico del nihilismo que recorre el dis-verso apoyándose en las capacidades de disolución de Omega. De allí que el proyecto póstumo presente una deficiencia estructural que pone al descubierto una inconsistencia para-ontológico-política que, tarde o temprano, hará falaz la ambición de los sectarios del Anti-Número.
46. Por la misma razón, el secundum quid adquiere en el dis-verso una pregnancia decisiva porque nada puede existir si no es bajo este modo. Todo ente es a partir de los fractos que lo determinan, secundum quid. De allí que no existen esencias y son precisamente las antes llamadas funciones secundarias las que pueden tornarse determinantes según el punto de vista que se adopte. Y la noción misma de punto de vista puede tornarse una ilusión en un contexto semejante. De allí que el recurrir al concepto de principium individuationis no consiste en aferrarse postliminio a una noción desterrada sino que, al contrario, se trata de conferirle un nuevo sentido al único modo de convergencia posible en un punto del dis-verso que se define por las miríadas de rasgos secundarios que nunca pueden articular una esencia, o una vida aferrable, o una biografía, o un eterno retorno o tan siquiera un Nachleben que asegure una identidad que ya no esté rasgada hacia el camino de su desfiguración para-ontológica.
47. El trascendentalismo inmanente que la teoría de los fractos configura en el Ser no admite la necesariedad (pero sí la contingencia) de los tres grandes principios metafísicos: no contradicción, razón suficiente y antropismo tal y como ha sido oportunamente estudiado para la pluralidad de los mundos posibles (Ludueña Romandini, 2020: 41). Un fracto admite que, su campo, A y no-A puedan tener lugar (esta es, precisamente, la ilogicidad del espectro); ningún elemento se fundamenta en un fracto como sustrato sino que se alberga en él como insistente y, finalmente, nada en la estructura de los fractos se orienta, a priori, a los fines de la justificación metafísica del ánthropos.
48. Una idea, un demon, un espectro son entidades que guardan un parentesco de familia aunque puedan distinguirse teóricamente entre sí. Un espectro es la archi-huella acosante de la disyunción, un demon es la potencia efluxiva de los fractos en el momento de su expresión y una idea es la materialización del ánimo pensante que es capacidad de todo fracto. Las ideas pueden eventualmente agruparse en diversos Noûs de diferentes mundos posibles pero estos últimos no son más que conjuntos contingentes asociados por la circunstancia de un universo particular. Las ideas, en cuanto tales, surgen y se disgregan en una dinámica permanente que resulta propia del campo de los fractos.
49. La corporalidad que tiene lugar como fenómeno, por ejemplo, de la condición de los seres parlantes del universo posible donde se encuentra Gaia, es la inmaterialización expresiva de un fracto según la forma de un empirismo provisorio. El cuerpo es empírico en cuanto marcado por la Letra que es signo de la estructura fractual y por tanto, al mismo tiempo, Lenguaje post-locucionario. No obstante, ningún empirismo performado por un archi-signo fractual puede constituirse como totalidad corporal a menos que haga suyo que no es sino un agregado de spiritelli.
50. El Lógos es el depósito de las huellas de los signos que indican siempre la posibilidad de atisbar la disyunción originaria de todo cuerpo en su relación con los fractos. La Voz es la in-harmonía anárquica como expresión de la disyunción sobre la cual la armonía crea el velo, siempre rasgado, del Ser-Uno. El Lógos, cuando comprende su carácter post-locucionario, accede al punto donde, más allá de la lingüística, surge la confrontación con la Disyunción que nunca puede decirse en lo dicho pero que se enuncia en la distorsión permanente del sentido y en los intersticios ilógicos de los lenguajes tanto naturales como formales.
51. Un principium individuationis es una intersección acósmica y nunca un amalgama cerrado de la Unicidad. Se trata de la expresión de los fractos provenientes del dis-verso: su propiedad exo-corporal hace que las ideas no circulen en su interior sino que se deslicen en su superficie. Su intensidad intra-corporal, en cambio, permite que los démones y los espectros acosen su conciencia para desviarla de cualquier auto-reflexividad y precipitarla en el abismo de Psique que no es sino el nombre de la vida disyunta.
El principium individuationis es, justamente, una suerte de sensorium donde reverberan las potencias del acosmos en una convergencia contingente de démones, espectros, ideas y materias: todo ello forma un cuerpo y permite, por ejemplo, la existencia del ser hablante que, mediante la influxión, es demarcado por los fractos que conforman al Ser. Los agregados que forman los cuerpos, por su parte, no implican jerarquías sino elementos de un conjunto abierto, contingente y efímero.
52. La pale-ontología que no deja de ser una forma de crítica histórica de la metafísica junto con otras metodologías diferentes como, por ejemplo, la deconstrucción, la genealogía o la arqueología deben tomar todos los recaudos para no devenir un viaducto que las convierta en una suerte de agnoiología acerca de los problemas de la filosofía primera. No hay que olvidar la admonición: “la historia de la filosofía es la negación de la filosofía” (Cioran, 1973: 177). Por tanto, las críticas de la metafísica son entendidas aquí como prolegómenos