Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica. Fabián Ludueña Romandini

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Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica - Fabián Ludueña Romandini


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El concepto de disyunción aquí analizado no responde a la forma del silogismo disyuntivo en el cual la premisa mayor es una disyunción y la menor una proposición categórica donde se enuncia que una de las alternantes excluye a la otra (Cohen – Nagel, 1993: 101-102). Por tanto, las disyunción post-metafísica no se ampara en las condiciones de validez del silogismo tal y como lo estableció la lógica sino que, precisamente, es en la ilogicidad donde descansa su consistencia lógica. Esto señala que la fractología puede ser sensible, bajo determinados aspectos, a la lógica y sus postulados pero, considerada como conjunto, los desborda y se resitúa más allá de los mismos o, dicho de modo más propio, hace de la ilogicidad una nueva demanda de rigurosidad para toda lógica futura que pretenda dar cuenta del fenómeno de los fractos.

      11. La disyunción tal y como aquí se propone, no puede ser una forma de “disyunción inclusiva”, vale decir, no estamos ante un ejemplo de síntesis de membra disjuncta en la univocidad del ser (Deleuze, 1969: 210). El postulado de la univocidad plural del ser es rechazado por la diyuntología pero, más decididamente aun, el concepto de relación resulta aquí inoperante pues los fractos no se relacionan de modo inmanente donde cada ser implica a todos los seres. Entre los fractos puede haber convergencia inter-temporal o lazo transicional pero la síntesis es una propiedad ajena a su estructura para-ontológica.

      12. La tesis de la pluralidad de los mundos se integra, de modo constitutivo, a la teoría de los fractos. No existe mundo posible que no esté determinado por fractos específicos pues la fractualidad es la condición de posibilidad de la expresión del Ser como multi-dis-versalidad.

      13. Los fractos son las dimensiones del Ser que permiten establecer la distinción entre el continuo y el discontinuo en interacción dinámica. No hay razón para otorgar al discontinuo ninguna preeminencia óntico-ontológica pues a cada uno le corresponde su región sinecológica propia. Particularmente, el ámbito de lo Invisible corresponde al continuo en su expresión matemática demostrativa. Pero, desde el punto de vista para-metafísico, tanto el continuo como el discontinuo están atravesados por la disyunción que, a la vez, los acerca y los atraviesa haciendo imposible la presa de uno sobre el otro. Quien busque ignorar la preexistencia disyuntiva corre el albur de ahogar la experiencia fractual del Ser para los vivientes.

      14. Un fracto es una estructura que condiciona de manera trascendental al Ser pero que no tiene otra forma de manifestación que en la inmanencia de los agrupamientos que produce en los dis-versos múltiples que conforman todo cuando existe o subsiste. En ese sentido, son morfo-segmentos que actúan como dimensiones que agrupan elementos sensibles, suprasensibles, subsistentes o insistentes. Un universo es la suma divergente de sus morfo-segmentos disyuntos que convergen de manera temporal estableciendo supra-formaciones que se agregan y desagregan según los ritmos propios de la inharmonia mundi.

      15. Cuando un morfo-segmento adquiere un concentración particular de sus propiedades se obtiene un principium individuationis que constituye, por ejemplo, la vida de un ser hablante destinada a dispersarse bajo las formas características de la inmortalidad en un pluriverso disyunto. Todo cuanto llamamos una biografía no es más que la ilusión proyectada por una haecceitas que hace de los elementos exógenos y heterogéneos de un morfo-segmento las propiedades transitorias de la individualidad. Así toda identidad subjetiva es imposible, salvo como acto performático après coup, pues su estructura disyunta se presenta como determinante de su filogenia con respecto a un fracto expresado en su segmentariedad.

      16. Los elementos segmentarios de un fracto no son específicos a este último pues su contorno nunca es cerrado ni autárquico. Al contrario, todo fracto es una suerte de polyptoton para-metafísico donde un mismo elemento puede tomar expresión en distintos fractos simultáneamente. Por esa razón, lo aparentemente más singular de un viviente puede ser un elemento compartido, al unísono, con otro singular en un fracto diferente. La convergencia de los fractos no impide que la disyunción determine su separación constitutiva y su comunicación se realiza como dehiscencia y, por tanto, sin conciencia de la objetividad de la trans-mundaneidad. Un fracto nunca puede pretenderse un universo en escala microcósmica porque, en rigor de verdad, la fractualidad impide que exista, en términos técnicos, un universo sino que siempre nos hallamos frente a un dis-verso imposible de suturar.

      17. Los fractos implican la inmortalidad terminative, vale decir, la fractualidad como estructura trascendental no conoce la finitud. La finitud no es más que la disgregación transfinita de los dis-versos que pueden desaparecer de lo perceptible o imaginable pero, como intensidades formales de los fractos, se despotencian en un átopos metafísico que no conoce ni el espacio ni el tiempo.

      18. El régimen para-ontológico de los fractos adopta su expresión más clara bajo la forma de la inhaerentia. Otrora identificada por los medievales como la modalidad más propia del accidente, ahora es necesario radicalizar el alcance para desprender al concepto de su relación con la sustancia. Al constituirse como una para-metafísica no sustancialista, la disyuntología identifica que los fractos realizan al Ser como inhesión sin sustrato: su adherencia se propone, por tanto, cual forma sutilísima que se da en un vacío ontológico.

      19. Se puede sostener, en esta nueva acepción del concepto, que el esse de los fractos es inesse y que, en consecuencia, nos hallamos ante la presencia de una para-ontología inhaesiva. El Ser en cuanto tal se realiza como inhesión sin arché y los fractos expresan su adhesión de superficie como auto-constitución disyunta que impide la aparición del Uno sustancial.

      20. Por eso mismo, los fractos encuentran su apoyo en el carácter in-fundado del Ser y se posicionan como la proposición sin fundamento de todo cuanto existe o subsiste en el dis-verso plural. Nos hallamos, de este modo, ante una innitentia sin subiectum o, lo que viene a ser lo mismo, los fractos disyuntos, sin poder apoyarse unos en otros, subsisten en el Ser como proyecciones autosustentadas en su propia precariedad para-ontológica. Y aunque no existe conjunción ni unión, los fractos pueden transitoriamente hacer lazo entre ellos cuando, por ejemplo, una línea onto-isócrona replica los ecos de eventos o entes simultáneos entre fractos diferentes que es una manera técnica de denominar la propiedad de la transmundaneidad.

      21. Con todo, si bien se había postulado que la razón podía ser sujeto de inhesión respecto de los entes inexistentes (Suárez, Disputationes metaphysicae, LIV, I, 5), la disyuntología sostiene, al contrario, que la conciencia y sus derivados conceptuales son el escenario de una auténtica incisio del Ser que, al manifestarse en la acosidad, hace de toda psyché un lugar que, más allá del continuo y del discontinuo, jamás puede constituirse como filigrana de Unidad puesto que, originariamente, es dis-morfa. En ese sentido, los fractos son una inhesión de superficie mientras que el principio de individuación aparece como una incisión del Ser en la singularidad, dejando así la marca perenne y la archi-huella pale-ontológica de la disyunción de la que el lenguaje testimonia a cada paso tanto en su desagregación glosolálica como en su deslizamiento perpetuo hacia la ilogicidad del sin-sentido.

      22. De esta manera, la existencia de un fracto y sus elementos no encuentran su esencia en sí mismos sino en la disyunción que, desafiando cualquier carácter sustancial, puede hacer que esta esencia sin sustrato exista en distintos fractos a la vez por efecto de enlace gracias a un principio de convergencia, que en la disyuntología se denomina de individuación. Es lo que ocurre, precisamente, con la psyché que existe como sumatoria potencialmente asintótica de entidades cuya existencia sólo se verifica por la performatividad que les otorga su agrupamiento psíquico.

      23. Siguiendo el mismo paralelismo, un fracto no es un sustrato del que sea admisible una predicación puesto que si los elementos de un fracto existen in dicto en uno de ellos, pueden hacerlo in re en otro. Así puede ocurrir con los casos de los entes inexistentes en un mundo, subsistentes en otro, pero reales en un tercero. Sólo los contactos disyuntos entre los fractos, gracias al principio de individuación, pueden concentrar en una convergencia transitoria lo que originariamente no son más que fragmentaciones expresivas de un Ser des-totalizado.

      24. De esto se sigue que la diferencia ontológica misma entre ser y ente se vuelva del todo inconducente puesto que, aunque el Ser tiene una función trascendental, no puede posicionarse sino como inhesión de sí mismo o como incisión de todo principio de individuación. Al Ser se lo capta como incisión y, al mismo


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