Tras La Caída . L. G. Castillo

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Tras La Caída  - L. G. Castillo


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      Bajó la bebida antes de girarse hacia ella. Sus labios estaban húmedos mientras hablaba. —Ojalá pudiera hacer algo para arreglar eso.

      —Oh, Lash. No es tu culpa que mi padre se haya ido o que yo esté aquí. Tan solo necesito recordarme a mí misma que estando aquí puedo cuidar mejor de mi familia.

      —Eh, Naomi. —Se limpió la humedad de los labios con el dorso de la mano—. Hay algo que necesito contarte sobre eso.

      —¿Qué pasa?

      Se lamió los labios nerviosamente y abrió la boca, a punto de decir algo, pero volvió a cerrarla.

      —¿Lash? —A ella le entró pánico. Algo iba mal. ¿Por qué estaba actuando de una forma tan extraña?

      Él sacudió la cabeza y luego la miró con una sonrisa que no terminaba de ser creíble. —Tienes toda la razón. Juntos podemos cuidar de Welita y de los demás. ¿Sabes qué? Podríamos ir a echarles un vistazo por la mañana.

      —¡Eso me encantaría! —Ella sonrió y entonces, de repente, frunció el ceño—. No, espera. No creo que debamos hacerlo. Gabrielle me dijo muy claramente que me mantuviese alejada del puente durante un tiempo.

      —Ah, no le importará. Seremos muy rápidos.

      Ella tenía una lucha interna entre querer seguir las órdenes de Gabrielle y ver a Welita. Estaba deseando contarle lo de su ceremonia con Lash. Esa era la cosa más cercana a Welita que hizo desde que estaba allí—Tal vez debería ir yo sola.

      —Quiero ir contigo.

      —No quiero que te metas en problemas. ¡Tú solo vuelve!

      —¿Vas a dejar de preocuparte? Estaré bien. Además, a mí no me han dicho que me mantenga alejado del puente —sonrió—. Me encantaría verlos. Pronto ellos también serán mi familia.

      Ella lo rodeó con sus brazos. —Lash, me has hecho la mujer más feliz del mundo. Te amo.

      Él se echó hacia atrás, buscando su mirada. —¿Pase lo que pase?

      Ella parpadeó con sorpresa. —Por supuesto. ¿Por qué haces una pregunta tan tonta como...

      Ella dio un respingo al escuchar un repentino golpe en la puerta. —¿Quién será? Los únicos que vienen por aquí son Uri y Rachel. —Naomi se colocó bien la bata y caminó sin hacer ruido hacia la puerta.

      Él le agarró la mano. —No.

      Ella se rió. —¿Qué pasa contigo hoy? Estás muy nervioso.

      —Iré yo —dijo.

      Ella negó con la cabeza mientras él se metía los pantalones vaqueros frenéticamente. —Actúas como si viviésemos en medio del barrio más peligroso de Houston.

      Él corrió hacia la puerta de entrada y la abrió. Su mandíbula se tensó y las manos se le cerraron formando puños.

      —¡Hermano! —gritó Jeremy entrando y dándole una palmada en la espalda al pasar junto a él—. ¿He llegado demasiado tarde para el bingo?

      4

      Un torrente de emociones recorrió a Lash al ver a Jeremy entrar en la habitación. Respiró profundamente, recordándose a sí mismo que se trataba de su hermano y mejor amigo de toda la vida.

      Un recuerdo se había estado reproduciendo una y otra vez en su cabeza, incluso después de que Jeremy se fuera de "descanso" y Lash se mudara con Naomi a su casa en la montaña. Era el recuerdo de Jeremy dándole el anillo de boda al padre de Naomi, un símbolo de los viejos tiempos, cuando el primogénito de la familia mostraba sus intenciones de matrimonio directamente al padre de la chica. Raphael no le había negado que eso era un recuerdo.

      ¿Y Jeremy? Él no tenía nada que decir; la mirada de su rostro lo decía todo. Lash recordó la expresión de su cara la primera vez que puso los ojos en Naomi. No podía sacárselo de la cabeza. Ahora él estaba allí, actuando como si nada hubiese cambiado.

      Incluso aunque Naomi le había insistido en que todos sus recuerdos eran sobre él, no podía evitar preguntarse si en el pasado, un pasado que ella no podía recordar, había amado a Jeremy. ¿Cambiaría eso ahora que Jeremy había vuelto y podría conocerle mejor? Parecía que todo el mundo le quería, incluso Gabrielle.

      No. Tenía que creer que Naomi le sería fiel, pasase lo que pasase.

      Justo cuando estaba a punto de hablar, Raphael atravesó la puerta flotando con una sonrisa que desapareció al ver la expresión en el rostro de Lash.

      —¿Venimos en mal momento?

      «Se podría decir que sí», pensó Lash. Sus ojos siguieron a Jeremy mientras el ángel de pelo dorado caminaba hacia la única persona que quería mantener solamente para él. Cuando Naomi le sonrió, luchó contra el instinto de agarrarla y llevársela lo más lejos posible de su hermano.

      —Claro que no —le dijo Naomi y después se giró hacia Jeremy—. Venga, muéstramelas.

      Jeremy empalideció y una expresión de extrañeza apareció en su rostro. —Eh, ¿Que te muestre qué?

      —Las botas. Rachel dijo que tenías unas —dijo mirando hacia abajo expectante.

      Jeremy dejó escapar un suspiro y su perpetua sonrisa volvió. —¡Faltaría más! —Saco un pie—. No me digas que estas botas no son la leche.

      Ella se echó a reír. —Está claro que has hecho algunos cambios mientras has estado ausente. Echo de menos tus trajes, aunque me encanta la chupa de cuero. ¿Por eso has desaparecido durante tanto tiempo? ¿Te has ido de compras?

      —¿Por qué? ¿Me has echado de menos? —Jeremy le guiñó.

      Lash dio un paso al frente. No le gustaba hacia dónde iba todo esto... en absoluto.

      Raphael se puso inmediatamente delante de Lash, bloqueándole el paso. —Todos te hemos echado de menos, Jeremiel —dijo.

      —Te fuiste tan rápido al día siguiente de que tú y Lash... —Naomi se mordió el labio y miró nerviosamente a Lash—. Bueno, esperaba que hablarais de ello.

      —Es por eso que estamos aquí —dijo Raphael—. Me han dado permiso para revelaros cierta información sobre nuestro pasado. ¿Nos sentamos?

      Cuando se reunieron en el salón, Lash colocó con decisión la mano de Naomi sobre la suya. Miró a Jeremy, que se había sentado frente a ellos junto a Raphael. Había algo raro en él. Aunque estaba sonriendo, no parecía feliz. Esa chispa especial que atraía a todo el mundo había desaparecido. En todos los años que llevaba conociéndole, Jeremy nunca había estado como ahora. Siempre había sido al revés; él era el taciturno y Jeremy el que estaba a su lado, distrayéndole de sus preocupaciones. Lash luchó contra el deseo de consolar a su viejo amigo y el de estar enfadado con él.

      Vio cómo los ojos de Jeremy se centraron en la mano de Naomi cuando esta tomó la suya, y después rápidamente los apartó cuando lo cogió mirando.

      «Es más fácil estar enfadado», pensó.

      —Antes de que Jeremiel dejara su —Raphael miró a Jeremy y se aclaró la garganta— larga asignación, compartí con él la información que previamente había compartido contigo, Lahash.

      —¡Hermano! —Jeremy tendió un puño hacia él, sonriendo—. No me dejes colgado, tío.

      Lash sintió que Naomi le golpeaba en las costillas. ¿Cómo podía tener un codo tan puntiagudo?

      Suspiró y estiró el brazo para chocarle el puño.

      Naomi sonrió. —Eso explicaría por qué vosotros dos fuisteis tan amigos durante tantos años.

      —Fuimos —farfulló Lash entre dientes.

      Jeremy frunció el ceño


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