Tras La Caída . L. G. Castillo

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Tras La Caída  - L. G. Castillo


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el cuello, saboreándola —. Te amo.

      Su corazón se llenó de amor por él. Jamás se cansaba de escuchar esas palabras.

      —Eres mía. Para siempre —le susurró.

      Una sensación perturbadora la invadió al escuchar la expresión "para siempre", que resonó en su cabeza. Entonces se le vino a la mente la imagen del afligido rostro de Rachel.

      —Espera, Lash —dijo sentándose en la cama—. Es que estaba pensando en algo.

      —Limpiaré todo el lío de la cocina después. —Él le dio un tirón de la espalda y en medio de los besos dijo—: Menos pensar y más hacer.

      Ella se volvió a sentar de nuevo. Algo no encajaba. Pero, ¿qué? Nunca antes había tenido esta extraña sensación. ¿Por qué ahora? —Algo va mal.

      Él gruñó y se puso bocarriba. —¿Qué podría ir mal? Estamos solos; estamos juntos.

      —No es eso.

      —¿Qué es entonces?

      —¿Deberíamos estar juntos?

      Él se levantó de golpe pareciendo aterrorizado. —¿Tienes dudas sobre nosotros?

      —¡No, no! En absoluto. —Inmediatamente ella se sintió culpable por hacerle pensar eso—. No es eso a lo que me refiero. Tú eres el único para mí. No podría estar sin ti. —Ella se inclinó y le besó intensamente.

      Él suspiró aliviado. —¿Qué pasa entonces?

      —Solo me refería a que si deberíamos hacer, ya sabes, esto. —Naomi señaló su desnudo, su glorioso cuerpo desnudo.

      Él dio un tirón de ella y acarició su cuello con la nariz. —Mmm...Sin duda.

      Naomi se estremeció cuando le acarició los senos. Volvió a caer sobre la cama. Sí, esto estaba bien. Se sentía muy bien. ¿En qué estaría pensando?

      Le acarició el pecho. Él se sintió estupendamente.

      —Dios, Naomi. Te quiero muchísimo.

      ¡Dios!

      —Espera, Lash —jadeó, tratando de recuperar el aliento. Lentamente, los recuerdos de las largas tardes en las clases de catecismo y los sermones de Welita sobre la castidad resurgieron—. Lo que quería decir es ¿deberíamos estar juntos así sin estar casados?

      Él se echó hacia atrás y la miró atónito. —¿Casados?

      Ella se mordió el labio inferior, sin estar segura de cómo abordar el tema. No es que fuera una puritana ni nada por el estilo. Lash no era el primero con el que estaba. El pensamiento de tener sexo antes del matrimonio nunca antes le había importado pese a los sermones de Welita y su padre sobre permanecer casta. Pero ahora las cosas eran distintas. Era un arcángel. ¿No se suponía que tenía que ser un modelo a seguir o algo así?

      —Bueno, no sé si los ángeles se casan o tienen algún tipo de unión formal. Me refiero a que no sé si cosas como el matrimonio significan aquí lo mismo que en la Tierra.

      Sus labios dibujaron una sonrisa. —Así es. Varias parejas de ángeles hacen votos de compromiso, Uri y Rachel, por ejemplo. —Le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Es eso lo que quieres?

      Ella le miró fijamente a los ojos. —Sí. Quiero unirme a ti, para siempre.

      Él tomo su rostro entre sus manos. Sus ojos estaban llenos de tanto amor que a ella le costaba respirar. —No hay nada que desee más que unirme a ti. Hablaré con Michael mañana y haré los arreglos necesarios. —Después se inclinó y la besó.

      Lentamente, Naomi sintió cómo volvía a caer sobre la cama y cómo él le acariciaba la parte interna de sus muslos.

      Gimió y el sentimiento de culpabilidad reapareció nuevamente. —Lash, tal vez deberíamos esperar hasta que se haga oficial.

      Él gruñó y se volvió a poner bocarriba. —Me estás matando, Naomi.

      —Lo siento. Es solo que, bueno, tal vez sería mejor si hiciéramos esto de forma correcta.

      —¿Por qué ahora? Hemos estado haciendo esto sin parar desde que llegaste aquí. —Se levantó y le lanzó una intensa mirada—. Y si mal no recuerdo, tu fuerte entusiasmo era una de las razones por las que construí nuestro hogar a este lado de la montaña, lejos de oídos y miradas indiscretas. Creo que hasta podrías haberle reventado los tímpanos a Gabrielle, basándome en las miradas asesinas que me ha estado echando últimamente.

      Ella se quedó con la boca abierta y su cara empezó a sonrojarse. Además de tener una mejor vista y fuerza, los ángeles también tenían un oído amplificado. La mayoría de las veces, eso era algo positivo. Pero cuando vives en distritos colindantes y quieres privacidad, no lo es tanto.

      —Yo... Tú... Bueno... —Se sintió muy avergonzada.

      Él se rió entre dientes y le dio un beso en la punta de la nariz. —Estás muy linda cuando te pones nerviosa.

      —¡Argh! —Se levantó de la cama y se puso una bata—. Lo digo en serio.

      Él se apoyó contra el cabecero de la cama, con los brazos detrás de la cabeza. —Dime: ¿cuál es el verdadero problema?

      Ella se sentó en el borde de la cama. Él podía leerla como si fuera un libro abierto. —Es por lo que dijo Rachel sobre ella y Uri. No quiero que eso nos ocurra a nosotros.

      Sus ojos se volvieron serios y extendió el brazo para acariciar su mejilla. —No nos pasará. Estoy aquí, contigo. No me voy a ir a ninguna parte.

      —¿Pero y si nos metemos en problemas por tener sexo prematrimonial? No quiero correr ningún riesgo.

      —Naomi, eso no va a pasar.

      —Me sentiría mucho mejor si lo hiciéramos oficial. —Ella se inclinó y le besó con suavidad.

      Él la miró y negó con la cabeza, riéndose. —Si de verdad eso va a hacer que te sientas mejor...

      —Sí, lo hará. —Ella sonrió—. Cuéntame cómo es la ceremonia.

      —Bueno, no es muy diferente de las que probablemente estés acostumbrada a ver. Michael oficia una ceremonia vinculante, y los novios hacen sus votos de compromiso el uno al otro frente a los testigos.

      ¿Has estado alguna vez en una?

      —Uri y Rachel tuvieron su ceremonia hace tiempo. Fue en 1987 o 1988. No estoy seguro. Lo que tengo claro es que fue en los 80. Él llevaba ese extraño peinado que llevaba el miembro de la banda Flock of Seagulls que estaba tan de moda entonces.

      Ella se echó a reír al imaginarse a Uri peinado como si llevara un par de alas en la cabeza que combinarían con las de su espalda. Ese estilo causó furor en la década de los 80. El amor de su padre por la música alternativa y las bandas de new wave hicieron que estuviera expuesta a una amplia gama de moda y peinados. —Sí, definitivamente me lo puedo imaginar haciéndolo.

      La risa de Naomi se acalló, volviéndose seria otra vez mientras pensaba en la ceremonia. Nunca se había imaginado casada o prometida a alguien, no hasta que conoció a Lash. Sabía que era algo que a Welita le encantaría ver. Y su padre, a él le habría encantado caminar a su lado cogido a su brazo. Las lágrimas le pincharon los ojos al pensar que su familia no estaría allí para verlo.

      —Pensaba que eras feliz con todo esto. —dijo él con voz suave.

      Ella levantó la mirada hacia él y forzó una sonrisa. —Lo soy. Me estoy comprometiendo contigo. —Ella besó sus labios suavemente.

      —Se honesta. No queremos empezar nuestro “para siempre” con secretos, ¿verdad?

      Ella suspiró. —Es solo que a veces echo de menos a mi familia. No estarán aquí para verlo. Y mi padre, nunca llegaré a experimentar esto con él.

      Ella


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