Tras La Caída . L. G. Castillo

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Tras La Caída  - L. G. Castillo


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      —Ajá —Lash la miró escépticamente durante un momento y después volvió su atención a Uri—. Entonces, ¿qué hiciste?

      —¿No lo sabes? —preguntó Naomi, sorprendida. Calculó desde cuándo Rachel y Lash eran buenos amigos; a estas alturas, ya habrían hablado de ello.

      —Lash sabe que me mataron y que después regresé. Nunca he contado a nadie por qué —dijo Uri, pareciendo acalorado. Miró a Rachel nervioso antes de continuar—. Ya ves, antes era una persona muy diferente. En el 1400 a.c. fui a la ciudad de Ai con Raphael y Luci...

      —Oh, ellos no quieren escuchar cosas aburridas. —Rachel saltó de su regazo. Rebuscó en el montón de cartones de bingo que había en el centro de la mesa y miró de cerca cada uno, evitando el contacto visual mientras hablaba—. Uri fue capturado por Lucifer y Saleos. Y debido a, eh, circunstancias especiales, los arcángeles decidieron, esto... dejarle —se hundió en su asiento y tragó saliva— morir.

      —Eso es cruel. —Naomi no podía imaginar qué habría hecho tan malo para que él y Rachel mereciesen sufrir de esa manera. Observó a Rachel cuidadosamente y vio cómo se avergonzaba bajo su escrutinio. Había algo que no le estaba contando. Además de Lash, Rachel se había convertido en una de sus mejores amigas; era como una hermana a la que le contaba todo... al menos hasta ahora.

      —La ciudad de Ai —dijo Lash—. Eso me resulta familiar. ¿Dónde habré escuchado eso antes?

      La risita forzada de Rachel cogió por sorpresa a Naomi. —Mira esta carta, Naomi. La Muerte —leyó, y seguidamente le dio la carta con el dibujo de un esqueleto con una guadaña—. No se parece en nada a Jeremy. No lleva sus botas nuevas de piel de cocodrilo. ¿Verdad, Uri?

      Uri frunció el ceño, confundido, y luego, como si hubiera pillado lo que Rachel había dicho, respondió: —Sí, sus botas. Muy bonitas.

      Naomi vio a Lash ponerse rígido y dejar de hacer muecas cuando escuchó el nombre de Jeremy. Este desapareció al día siguiente de haberse reunido con Lash. Escuchó hablar sobre la pelea que Lash tuvo con él y se sintió fatal por ello. Le preguntó a Raphael por Jeremy, con la esperanza de poder hacer algo para ayudar a unir a los dos mejores amigos. Raphael tan solo negó con la cabeza con tristeza y dijo que Gabrielle le había mandado una asignación larga y que no sabía cuándo regresaría.

      —Entonces, Jeremy ha vuelto. — Lash continuó barajando las cartas, con la voz tensa.

      Rachel miró fijamente a Lash y después a Naomi, cuyos ojos estaban llenos pena. Entonces se giró hacia Lash con lo que parecía ser una sonrisa forzada. —Le vi esta mañana. Tal vez tú, Jeremy y Uri podríais retomar vuestras partidas de póquer.

      Lash tensó la mandíbula. Estaba mirando fijamente a las cartas mientras sus pulgares se movían rápidamente por ellas. Golpeó la baraja contra la mesa e hizo muecas sin decir ni una palabra.

      El ambiente de la habitación se enrareció al evitar contestar la pregunta.

      —Es una idea estupenda —dijo Naomi, forzando la voz para sonar alegre. Miró a Rachel y a Uri, al darse cuenta de las miradas de complicidad que tenían el uno con el otro, y suspiró. Más secretos. ¿Qué es lo que pasaba en este lugar con los secretos? Ella no estaba acostumbrada a que la gente le ocultara cosas, especialmente después de que Lash le revelara que era un serafín y de que Raphael le contara que ella era el séptimo arcángel.

      Lash incluso le había hablado sobre su conversación con Raphael y le había contado que Rebecca, el ángel de la guarda de su abuela, era su madre y Raphael su padre. Y cuando le contó que Jeremy era su hermano mayor, pensó que los secretos ya se habrían acabado... pero al parecer no era así. ¡Qué frustrante! Con razón Lash estaba malhumorado cuando lo conoció. No podía culparlo por ello.

      —Explícamelo otra vez: ¿por qué tenemos que utilizar judías? —preguntó Lash mientras cogía un puñado.

      Obviamente, estaba intentando cambiar de tema. Ella suspiró. Tal vez era mejor seguir jugando al bingo mexicano.

      —No es necesario que utilicemos las judías. Las fichas de bingo también sirven. A Welita le gustaba usar las judías. —Sintió una punzada en el pecho que le resultaba familiar; la misma que sentía cada vez que pensaba en su abuela y su primo, Chuy.

      Cuando Naomi llegó por primera vez al Cielo, estuvo observándolos durante los descansos de su entrenamiento. Pero cada vez que lo hacía, se le hacía más y más difícil separarse del puente del arroyo, la única ventana que tenía hacia su mundo. Gabrielle se había percatado de su incapacidad para concentrarse tras sus visitas y le ordenó que evitara ir al puente hasta haber completado su formación.

      Al principio, se quedó impactada porque Gabrielle le estaba pidiendo básicamente que se olvidara de su familia. Lash, por supuesto, estaba enfadado y se ofreció para ir a hablar con Michael y decirle que ella estaba trabajando muy duro y que ver a su familia le ayudaba a superar su transición al Cielo. Tras haberse calmado, ella se dio cuenta de que Gabrielle tenía razón. Su nueva vida y su nueva familia estaba aquí con él y la mejor forma de adaptarse era centrarse en su nuevo papel de arcángel.

      —Naomi. —Lash le tocó el hombro con suavidad—. ¿Estás bien?

      —Sí, solo estaba pensando en Welita. La echo de menos a ella y a Chuy.

      —Yo también los echo de menos... y a Bear —dijo Lash, refiriéndose a la chihuahua de su abuela—. Pequeña bola de pelo loca.

      Naomi se preguntaba qué estarían haciendo en ese momento. Quería saber si allí también era de noche, como en el Cielo. ¿En qué huso horario estaba el Cielo?

      Chuy y su mejor amigo, Lalo, probablemente estarían sentados a la mesa en ese momento, tras haber terminado de trabajar. Chuy estaría con su segundo plato y Lalo con el tercero. Lalo era como un miembro más de la familia, incluso llamaba a su abuela "Welita" en lugar de por su nombre, Anita.

      De hecho, Naomi podía visualizar en su mente a Lalo cogiendo a hurtadillas los trozos de pollo que Welita guardaba para Bear mientras que ella estaba ocupada limpiando la cocina.

      Rachel bostezó ruidosamente al levantarse, arrastrando la silla por el suelo. —Estoy reventada. Venga, Uri. Vámonos a casa. ¿Por qué no jugamos en nuestra casa mañana?

      —No tenéis por qué iros —dijo Naomi.

      Rachel se acercó a ella y le dio un abrazo. —Ya lo sé. Lash y tú deberíais pasar algún rato a solas. Has estado trabajando mucho últimamente. Además, Uri dice que tiene una sorpresa especial para mí esta noche.

      —Cada noche es especial contigo. —Uri la arropó con sus brazos y movió las alas.

      —¡Uri! —chilló Rachel—. ¿Qué estás haciendo? Yo también tengo alas, ¿sabes?

      Uri caminó alrededor de la mesa en dirección al salón, donde había una pared cubierta de ventanales desde los que se veía el valle. Todas las ventanas estaban abiertas, dejando entrar una brisa fresca.

      —Lash, has sido listo al mudarte fuera de la comunidad a tu propia casa. —Caminó hacia el filo de la ventana central y miró hacia abajo—. Las vistas desde aquí son magníficas, pero, ¿por qué tan lejos de todos?

      Por más que a Naomi le gustara vivir con Lash, su habitación se les había quedado pequeña. Lash inmediatamente enmendó la situación construyendo una pequeña casa en la cumbre de una montaña que sobrevolaba los distritos de los ángeles. Lo más importante era que ella podía ver el puente desde su casa, un recuerdo de que Welita estaba a tan solo unos minutos de allí. A ella le encantaba. Pero, en el fondo, se preguntaba si habría otra razón por la que él quería vivir lejos de todos, o tal vez, lejos de alguien en particular.

      Lash envolvió con sus brazos a Naomi y la besó en el cuello. —Oh, digamos que queremos un poco de privacidad. —Su cálido aliento chocó contra su oreja mientras le susurraba—. Y también espacio para las actividades extracurriculares.


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