Tras La Caída . L. G. Castillo

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Tras La Caída  - L. G. Castillo


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de las luces en la cumbre más alta.

      Cerró los ojos durante un momento, esperando a que pasase el dolor. El hecho de haber estado fuera las últimas semanas no le había dejado ver que aún seguía ahí, en lo más profundo de su corazón. Tenía que agradecérselo a Gabrielle. ¿Cómo sabía lo que estaba sintiendo cuando ni él era capaz de entenderse a sí mismo?

      Pensó que alejarse de Lash y Naomi le ayudaría a tener una mejor perspectiva sobre lo que estaba sintiendo. Pero cuando regresó y se quedó a solas en la habitación vacía de Lash, se cuestionó por quién estaba sufriendo su corazón: por Lash o por Naomi.

      Se pasó las manos por la cara con frustración. Se había dejado mucho desde que se fue, casi como si se estuviera castigando a sí mismo. Ni siquiera se molestó en afeitarse. Tampoco se molestó en vestirse con sus trajes favoritos. En lugar de eso, se ponía cualquier cosa que encontraba, como pantalones de pinzas negros y camisetas. Incluso su pelo, que siempre lucía perfecto, estaba diferente, con los mechones del flequillo desaliñados cayéndole sobre los ojos y el resto tan largo que le llegaba hasta la clavícula. El único lujo que se permitió fue la chupa de cuero negra que le combinaba con sus nuevas botas de piel de cocodrilo.

      Levantó la mirada hacia el cielo, que se estaba oscureciendo, intentando localizar el momento en el que todo cambió. ¿En qué momento dejó de ser un amigo leal para convertirse en alguien en quien no se podía confiar? ¿Podía culpar a Lash por no tener fe en él cuando ni él sabía si podía confiar en sí mismo con respecto a Naomi?

      Jeremy se alejó de la barandilla y caminó por el puente mientras sus brillantes botas negras crujían sobre la madera. «Yo solo estaba haciendo mi trabajo. Eso es todo».

      Vigilar a Lash y asegurarse de que llevaba a Naomi a Shiprock, eso era lo que le habían dicho que hiciera, y eso fue lo que hizo. Siguió las órdenes a la perfección. Así que, ¿y qué si se había pasado a verlos un poco más de lo que le habían pedido? No había nada malo en ello. Y puede que hubiera sentido un poco de celos... No, preocupación. Sí eso era; estaba preocupado cuando vio la obvia atracción entre ellos dos. Tenía que advertir a Lash que la dejara. Pensaba que arruinaría su oportunidad de regresar a casa.

      Jeremy se quedó paralizado al recordar las palabras que le dijo a Lash.

      «Ella no es para ti».

      ¿Por qué le había dicho eso?

      «Tú sabes por qué», susurró una voz en su cabeza.

      Dio un golpe en la barandilla con la mano. Sabía perfectamente por qué. Deseaba poder olvidarlo todo y volver a empezar con Lash y Naomi. Pero no podía.

      Mientras batallaba contra los recuerdos que tenía de ella, agarró la barandilla tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos. Antes le había resultado más fácil, cuando tan solo debía concentrarse en completar una misión. Pero ahora, luchaba por alejar de su mente lo que sintió la primera vez que la vio: ese cabello largo y oscuro cayendo hacia adelante, sobre su hermoso rostro, mientras rodeaba a Deborah. Fue como si la luz golpeara su pecho y reanimara un corazón que no sabía que había estado sin vida. Fue solo cuando Lash apareció, obviamente amenazado por la forma en la que él la miraba, cuando se retiró y se centró en la tarea que le habían encomendado. Desde entonces, había estado apartando los sentimientos que habían surgido en él; unos sentimientos que no tenía ni idea de dónde venían hasta que Raphael le contó que era su hijo y que hacía mucho tiempo estuvo prometido a Naomi.

      —¿Estás listo?

      Jeremy se dio media vuelta al escuchar la voz. —Gabrielle. Pensaba que estaba solo.

      Ella se acercó desde la sombra. Una brisa sopló haciendo que las suaves ondas rubias se movieran alrededor de su serio semblante. —Has estado aislado durante unas semanas. ¿Estás preparado para tu nueva tarea?

      Jeremy se quedó sorprendido por su tono. ¿Había soñado que tan solo unas semanas atrás había sido Gabrielle quien le sugirió que se fuera para alejarse de todo lo que había ocurrido entre él y Lash? Le pareció un gesto muy amable y paciente por su parte.

      Él miró atrás, hacia la montaña, y se preguntó si Lash todavía estaría furioso con él y, por mucho que intentó no hacerlo, también pensó en Naomi. —¿No podrías dárselo a Lash? Él es más adecuado que yo.

      —Michael insistió en que esta asignación fuera supervisada por ti. Además, tú tienes tu propia asignación en la Tierra. —Su voz era firme mientras le miraba cuidadosamente. Ella debió haber visto algo en su cara porque su expresión se suavizó. Le miró de la misma forma en que lo hizo después de su pelea con Lash. —¿Acaso el tiempo que has pasado fuera no te ha ayudado a prepararte?

      —Gabrielle, ¿no puedes hacer una excepción? Siempre he cumplido con mi deber y nunca te he cuestionado ni a ti, ni a Michael, por ninguna de las asignaciones que me habéis dado... ni siquiera cuando me pedisteis que atacara a mi mejor amigo.

      —Es por tu leal servicio durante todos estos años, por lo que has ascendido y te has convertido en arcángel —señaló ella—. Sabes que esta posición requiere una mayor responsabilidad. Si Lash hubiera sido tan obediente como tú... Bueno, eso ya no importa. Él es un caso perdido.

      —¿Por qué le odias?

      Gabrielle arqueó una ceja. —Solamente estoy diciendo la verdad. ¿Acaso su comportamiento en el pasado no es una prueba de ello?

      Jeremy negó con la cabeza. No podía entender el resentimiento que ella sentía hacia él. Pensaba que algún día finalmente le demostraría a Lash que podía llegar a ser un poco más indulgente con él. Pero con su vuelta tan solo volvió a encontrar que seguía exactamente igual que antes de que se fuera.

      —Si estás preocupado por Lash, te aseguro que no habrá ningún problema. Yo me encargaré de ello…

      —¿Preocupado? Se podría decir que sí. Cuando averigüe que soy a quien van a poner de pareja junto al amor de su vida en su primera asignación, el Infierno...

      Ella prestó atención a la elección de sus palabras.

      —Eh... lo que quiero decir es que... —Se aclaró la garganta— ya sabes, él no es precisamente el más razonable de los ángeles. Y tenemos cosas pendientes desde nuestra pelea.

      —Te sugerí que te tomaras unos días libres para darte a ti, y espero que también a Lash, un tiempo para reflexionar en todo lo sucedido. —Gabrielle miró hacia la montaña y después a Jeremy—. Y tal vez así lleguéis a resolver los sentimientos que os están... agobiando.

      Jeremy tragó saliva con nerviosismo por su indirecta. —No estoy seguro de lo que quieres decir.

      El tono de su voz era suave y en voz baja le dijo: —¿Te has dado cuenta de que tienes fama de ser un gran jugador de póquer? Tus habilidades te podrían ser de gran utilidad en esta situación, ¿no crees?

      Él frunció el ceño. —No te entiendo.

      Gabrielle suspiró. —Aunque aborrezco el juego, estoy muy capacitada para mantener lo que se suele llamar una cara de póquer. Incluso diría que soy bastante buena en ello.

      Su cara cambió como si se quitara una máscara y su semblante serio por el que era famosa, cambió al de una mujer cariñosa y vulnerable. —Tienes sentimientos por la chica. Estaba claro cuando te quedaste junto a su cama esperando a que despertase. De hecho, lo llevabas escrito en la cara la primera vez que la viste cuando te asignaron a Deborah y a Nathan.

      —¿En serio viste eso?

      —Sí. —dijo con voz suave.

      —¿Por qué? ¿Por qué me has estado vigilando?

      —Porque ya sabía lo que sentías por ella desde hacía mucho tiempo, cuando se iba a convertir en tu esposa. Y sé que ese tipo de sentimientos no desaparecen, incluso cuando los recuerdos son suprimidos.

      Él dio un paso adelante y la agarró por el brazo. —¿Qué es lo que sabes? Dímelo.


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