Antijudaísmo, antisemitismo y judeofobia. Nicolás Kwiatkowski

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Antijudaísmo, antisemitismo y judeofobia - Nicolás Kwiatkowski


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ley nos da algunas, aunque esquivas, pistas. El Código Teodosiano prohíbe explícitamente el incendio o usurpación de sinagogas. No es posible, sin embargo, discernir si se trataba de acciones espontaneas o dirigidas por las elites locales. Porque es obvio que un obispo no puede ir, solo, a quemar una casa de culto judía. Pero tampoco hay que descartar que la población haya tenido la iniciativa. En este sentido las narraciones sobre ocupación o quema de sinagogas dan indicios en ambas direcciones. En ocasiones los obispos son presentados como quienes impulsaban las acciones violentas; en otras aparecen como quienes intentan evitar el desborde popular (Laham Cohen, 2019b). El Código Teodosiano busca siempre, en efecto, evitar el desmadre porque las autoridades eran conscientes de que las muchedumbres enardecidas podían comenzar por la sinagoga y seguir por la casa del gobernador.

      Los cánones conciliares, como mencionamos antes, parecen denotar que una parte importante de la población no tenía problema alguno en interactuar con los judíos. Prohíben, en tal sentido, comidas en común, matrimonios mixtos, celebraciones conjuntas, recepción de regalos, etc. Como si intentaran contener la fluidez del contacto entre individuos que podían identificarse como diferentes pero que no veían en esa diferencia una barrera insuperable. No debemos, sin embargo, exagerar la mirada optimista. Es decir, la interacción parece haberse verificado, pero ello no indica que el filojudaísmo haya sido la norma.

      Continuando con los cánones, vale recuperar una norma escrita hacia 583 que ha sido interpretada de muy diversos modos:

      Que a los judíos, desde la cena del Señor hasta el primer día de Pascua, según el edicto del rey Childeberto de bendita memoria, se les niegue el permiso para deambular por las plazas y por el foro casi como motivo de insulto y que muestren reverencia a todos los sacerdotes y clérigos del Señor y no se permitan tomar sitio ante los sacerdotes, excepto que les sea ordenado. Quien por alguna razón se permitiera hacer esto, sea detenido por los jueces del lugar según su condición personal121.

      ¿Por qué se prohibía a los judíos deambular por las calles durante la Pascua cristiana? Se han dado tres respuestas, las tres aceptables: 1) para eliminar visualmente a los judíos, al menos durante unos días, y así poner de relieve la superioridad cristiana; 2) para evitar los desórdenes públicos, documentados también en otras fuentes, en el marco de una semana en la cual, desde los púlpitos, se insistía, una y otra vez, en la responsabilidad judía en torno a la muerte de Jesús; 3) porque los propios judíos llevaban a cabo acciones violentas en la Pascua cristiana122, tal como se observa en algunos (si bien escasísimos) documentos123.

      Insisto en que las tres me parecen verosímiles, si bien la última es de más difícil comprobación porque es posible que las fuentes cristianas hayan inventado una excusa para justificar ataques posteriores. Sin embargo, no ofrezco una respuesta categórica, aunque tiendo a pensar que la segunda razón es la más probable dado que las autoridades eclesiásticas no deseaban que se generaran tumultos que pudieran alterar el delicado equilibrio social, económico y religioso que había, en este caso, en la Galia del siglo VI. Pero el canon, más allá del debate, vuelve a poner delante de nuestros ojos la dificultad de discernir cómo actuaba la población general frente al discurso antijudío.

      Es que tenemos las diatribas de Crisóstomo contra los judíos –para seguir con un personaje que ya hemos mentado– pero no sabemos si la gente, luego de su memorable ciclo de homilías, cambió su actitud. Ni siquiera lo aclara el propio Crisóstomo. Y aunque lo aclarara, dado que es un discurso fuertemente performativo, no deberíamos fiarnos automáticamente de sus palabras.

      Para resumir y no extendernos más, las evidencias que poseemos de leyes, crónicas y epístolas ponen de manifiesto, desde mi perspectiva, comportamientos similares a los que observamos hoy en día frente a las minorías. Excepto en situaciones extremas como la Alemania nazi124, no hay un comportamiento popular uniforme frente a los judíos. En la Antigüedad Tardía parece primar una coexistencia relativamente pacífica, salpicada por actos violentos, muchos de ellos –aunque no todos– dirigidos por las elites religiosas. En cuanto a la microviolencia o a la violencia de baja intensidad, no aparecen en el registro y es probable que, de haber existido, nunca sepamos de ella.

      Quiero cerrar este capítulo exponiendo algunas de las respuestas judías a tales violencias. El problema, aquí también, es la falta de fuentes. De toda la Antigüedad Tardía, excepto el registro epigráfico, no han sobrevivido textos producidos por judíos más allá de la Tierra de Israel y Mesopotamia125. La literatura rabínica de tales regiones apenas nombra al cristianismo. No permite, entonces, ni siquiera observar cómo se daba la interacción con las incipientes comunidades cristianas en Palestina.

      Dependemos, nuevamente, de fuentes de origen cristiano. Las que, una vez más, debemos tratar con cuidado porque no desean informar sino, más bien, polemizar. Un ejemplo interesante es una ley del 408 e.c. recopilada en el Código Teodosiano:

      Los gobernadores de provincia prohibieron a los judíos incendiar a Amán en una de sus festividades solemnes, en recuerdo de su antiguo castigo y de quemar una suerte de simulacro de la Santa Cruz, en un espíritu sacrílego que tiene por fin burlar la fe cristiana. Que ellos conserven sus ritos sin despreciar a la fe cristiana. No hay dudas de que perderán la autorización acordada si no se abstienen de lo que fue prohibido126.

      No hay forma de corroborar si los judíos efectivamente construían, en Purim, una efigie de Amán y la quemaban. Menos, de saber si lo hacían con los brazos en cruz, para burlar a Cristo. Es raro, por otra parte, creer que los legisladores pudieron haber, con el libro de Ester en la mano, inventado la práctica solo con el fin de atacar a los judíos cuando el Código Teodosiano es una compilación bastante concreta que no tiende, al menos en el caso judío, a calumniar. Yo creo que es verosímil que algunos de los judíos hayan respondido, desde lo simbólico, a la violencia cristiana. No hay forma de comprobarlo pero me parece, insisto, verosímil127. El derrotero de la propia fiesta de Purim va en la misma dirección128.

      Lo que sí sabemos es que respondieron en el papel. Crearon parodias sobre la vida y muerte de Jesús. Lo imaginaron en el infierno; lo construyeron como un ser pedestre y falible. Lo parodiaron. Probablemente lo hicieron no solo como un reflejo de venganza sino, y sobre todo, para intentar evitar la sangría de individuos hacia el cristianismo producida por las limitaciones legales que imponía el carácter judío sobre una persona y, obviamente, por la influencia que irradiaba la religión mayoritaria129.

      No es fácil saber si hubo violencia explícita. Es cierto que algunas fuentes hablan de destrucciones de iglesias por parte de judíos cuando Juliano asumió el poder y relegó al cristianismo130. No obstante en general se las desestima –con razón– por su carácter abiertamente polémico y la falta de otras pruebas que avalen tales afirmaciones. Más verosímil es una norma del Código Teodosiano que prohíbe a los judíos atacar a quienes, de sus comunidades, se convirtieran al cristianismo (C.Th. XVI, 8.1). Hemos visto, también, otras fuentes que hablan de tensiones entre los judíos que abandonaban su religión y los que permanecían en ella131. Es posible, también, que donde las comunidades eran fuertes haya habido respuestas violentas por parte de los judíos, tal como parece adivinarse en la Alejandría del siglo V132.

      Vale recordar, sin embargo, que tales respuestas judías fueron, en términos reales, de una magnitud absolutamente menor que la violencia cristiana. Lo fueron no por una cuestión de superioridad moral sino por una clara diferencia de poder. Los cristianos detentaban el poder y eran, avanzada la Antigüedad Tardía, mayoría. La conjunción de poder estatal y potencia demográfica resultaba en un gran desequilibrio que se plasmaba en un empeoramiento de la situación de los judíos o, cuanto menos, en un alto grado de vulnerabilidad.

      A modo de conclusión

      El antijudaísmo cristiano fue una innovación. No lo fue porque estableciera un discurso contra los judíos. Diversos autores gentiles ya habían atacado a los judíos en sus textos. Pero el antijudaísmo cristiano de la Antigüedad Tardía fue un elemento central de la propia teología cristiana. Quedó atado a su mensaje y por ello fue tan profuso. El cristianismo necesitó atacar a los judíos bíblicos para explicarse a sí mismo. Fue la necesaria ruptura con la religión matriz la que impulsó el discurso. No fue un camino inexorable, pero fue el que adoptaron las


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