Antijudaísmo, antisemitismo y judeofobia. Nicolás Kwiatkowski

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Antijudaísmo, antisemitismo y judeofobia - Nicolás Kwiatkowski


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es, ciertamente, una innovación cristiana ya que, como veremos, no se verificaba en los escritores grecorromanos precristianos. Frente a tal realidad, en este capítulo propongo la siguiente hoja de ruta: 1. Presentar los aspectos centrales del discurso y la praxis antijudía del cristianismo temprano; 2. Explorar las posibles explicaciones de estas conductas; 3. Mensurar el impacto del discurso antijudío, tanto en los enunciatarios de este como en la población general.

      El antijudaísmo cristiano tardoantiguo

      Quienes consideran que siempre existió odio hacia los judíos remarcan las referencias contra los judíos registradas en autores grecorromanos como Apión, Cicerón, Tácito, etc. Recuerdan, también, acciones violentas contra los judíos perpetradas por politeístas en Roma, Alejandría, Antioquía, Jerusalén, etc. Tales discursos y eventos son, sin dudas, innegables. El problema es el modo en el que se los presenta: aglutinados y fuera de contexto. Se genera, así, la sensación de un odio omnipresente y una violencia continua. Pero cuando vemos las referencias antijudías en el contexto de la producción de cada autor o cuando ponderamos los actos de violencia en el largo plazo y, sobre todo, en comparación con otros colectivos, la perspectiva cambia.

      Es cierto que Cicerón refiere negativamente a los judíos en dos ocasiones; pero también es cierto que el mismo Cicerón ha legado a la humanidad decenas de textos y que, relativamente, las menciones a judíos en su producción son ínfimas81. Más aún, el autor destinó líneas a atacar a los sirios y galos –solo para dar dos ejemplos– y, sin embargo, se habla de antisemitismo pagano en Cicerón y no de antisirianismo pagano o galofobia. Bien decía Guideon Bohak:

      …dar un nombre especial a un fenómeno implica su singularidad en su propio contexto, pero no hay nada en las actitudes de los escritores “paganos” hacia los judíos que haya sido cualitativamente diferente de sus actitudes hacia, cuanto menos, otra nación. Para los siglos XIX y XX la diferencia cualitativa entre el antisemitismo y otros prejuicios étnicos (y raciales) es fácilmente demostrable; para el primer siglo, no82.

      También es cierto que en Alejandría hubo una violenta reacción antijudía en el 38 e.c., como lo explica Paola Druille en este mismo libro. Pero hay otras dos certezas que no se suelen mencionar. La primera es que los judíos, antes de tal estallido, llevaban más de trecientos años instalados allí sin sufrir ataques de esa índole. La segunda es que los judíos eran decenas de miles y muchas veces eran ellos quienes se mostraban hostiles frente a griegos o egipcios. Es decir, en la Alejandría de Filón había discursos contra los judíos (Apión es ejemplo de ello) y había también actos de violencia contra estos. Pero tales actos se registraban también frente a otras minorías. Podríamos hablar, en todo caso, de xenofobia alejandrina pero no de antisemitismo. En esta línea, Collins fue claro:

      Los judíos de Alejandría no eran más diferentes de sus vecinos que los judíos de Asia Menor, así como no eran más diferentes de los alejandrinos de la etapa romana que de los antecesores ptolemaicos. En última instancia, las causas del conflicto deben ser buscadas en las circunstancias sociales e históricas específicas, tal como hemos visto para el caso de Alejandría bajo gobierno romano. Hablar de antisemitismo como si fuera una especie de virus ahistórico es el anverso de la tendencia auténticamente antisemita de encontrar la causa del conflicto en el carácter judío o semítico. Es también fallar en apreciar el carácter contingente de la historia83.

      Obviamente que estas breves líneas no pueden cerrar el debate en torno a lo que aún sigue siendo catalogado por ciertos/as especialistas como antisemitismo pagano, pero basten para sentar nuestra posición en torno a que para la mayoría de los autores y gran parte de la población general, en tiempos anteriores al cristianismo, el judaísmo no era un aspecto central. Insisto en que si tomamos la totalidad de los escritos grecorromanos precristanos el judaísmo es una cuestión imperceptible.

      Precisamente esto último es lo que cambió con el arribo del cristianismo. Lo digo ahora aunque volveré muchas veces sobre lo mismo: el antijudaísmo cristiano, más allá de que podamos debatir sus motivaciones, puede existir sin que el contexto socio-religioso lo impulse. En otras palabras, Cicerón atacó a los judíos en el marco de su defensa del gobernador Lucio Valerio Flacco, quien había sido acusado, precisamente, por los judíos. Ciertos habitantes de Alejandría atacaban a los judíos de su ciudad porque los veían como extranjeros con privilegios. Pero con la llegada del cristianismo, algunos obispos –sin contacto ni problemas con los judíos– escribieron líneas y líneas contra estos. Porque la particularidad del antijudaísmo cristiano temprano es que, más allá de que en ocasiones pueda exacerbarse o morigerarse de acuerdo al contexto inmediato, es capaz de existir prescindiendo de él. Valen aquí las precisas palabras de Gavin Langmuir:

      El cristianismo, en contraste, creció desde el judaísmo en medio de un conflicto con los judíos no-cristianos y tal trauma de nacimiento fue consagrado en la revelación cristiana y fue central a su teología. La aceptación cristiana de las escrituras judías y la reivindicación cristiana de ser el verdadero Israel significa que, para los cristianos, los judíos fueron un elemento central del plan divino. La continuada existencia del judaísmo luego de Jesús fue la corporeización física de la duda acerca de la validez del cristianismo. A diferencia del antijudaísmo pagano, el antijudaísmo cristiano fue un elemento central y esencial en el sistema de creencias cristiano. La elaboración de la doctrina antijudía, las polémicas y el esfuerzo para probar que el cristianismo fue anticipado en el Antiguo Testamento sería una gran empresa teológica durante siglos84.

      El antijudaísmo cristiano puede sobrevivir y perpetuarse sin judíos. Porque su referente principal no es el judío de carne y hueso que habita Roma o Jerusalén sino el judío hermenéutico que vive en la Biblia y sirve como un modelo para denotar aquello que no debe hacerse. Vive en la Biblia y debe, año tras año, ser explicado. Porque el plan divino incluía a los judíos y estos decidieron, en la lógica cristiana, dar la espalda a Dios. Responde, entonces, a una necesidad teológica cristiana endógena. Veamos, antes de continuar con el debate en torno a las motivaciones, cómo se compone este antijudaísmo cristiano temprano.

      Tópicos

      Voy a centrarme, primero, en las referencias discursivas tardoantiguas de los judíos. Se componen, principalmente, de tópicos repetidos una y otra vez: los judíos como ciegos espirituales, duros de corazón, carnales, malvados, deicidas, perseguidores, lánguidos, infieles, revoltosos, etc. Estas acusaciones que, como se ve, no forman un conjunto orgánico ni coherente, no solo aparecen en tratados específicamente destinados a atacar a los judíos, sino también –y sobre todo– distribuidas en gran parte de los textos cristianos tardoantiguos que llegaron hasta nuestro presente. Es decir que cuando hablamos de literatura adversus Iudaeos (contra judíos)85 no nos referimos solamente, por ejemplo, al tratado de Tertuliano contra los judíos sino también a los ataques a los judíos contenidos en los sermones de Cesáreo de Arlés destinados a los más variados temas. Es que una de las principales características de los tópicos adversus Iudaeos es que emergen por doquier y sin razones aparentes. El obispo puede estar hablando del color del mar e, intempestivamente, hacer una referencia a la “oscuridad de los judíos”. Es que en general el judío hermenéutico aparece en medio de disquisiciones referidas a otros temas. Perdóneseme el anacronismo pero compárese con los comentarios de lectores de diarios digitales que vinculan, con toda naturalidad, notas neutras sobre el sistema solar con la situación política del país.

      En general, los tópicos cristianos antijudíos del período siguen una lógica y se asocian a tres temporalidades: antes de Jesús, durante su vida y luego de su muerte. En torno al tiempo anterior al nacimiento del mesías cristiano, existen ciertas disonancias. Algunos autores, como Agustín, ponderaban el respeto judío por la Ley, mientras otros, como Crisóstomo, consideraban que los judíos la violaban continuamente y que, cuando la cumplían, lo hacían no por amor sino por temor. Existía, allí, una tensión: no se podía impugnar plenamente el pasado judío (excepto adoptando posturas como las de Marción86) sin poner en jaque la propia continuidad cristiana. Las referencias a los judíos anteriores al nacimiento de Jesús son las únicas, entonces, cuya virulencia es moderada. Todos los tópicos asociados al tiempo de vida de Jesús y al periodo posterior son monocordemente agresivos87. A los judíos se les endilga, por una parte, no haber podido comprender que Jesús


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