La transición española. Eduardo Valencia Hernán
Читать онлайн книгу.href="#ulink_3769a831-085d-51e6-8c68-4b556d2e8133">20. Filósofo y político catalán, (1878-1943).
21. Presidente de la República Francesa en 1932 y 1939. Se retiró con la llegada al poder del general Henri-Philippe Petain (presidente del gobierno colaboracionista de Vichy 1940-44).
22. BENET, Josep, Desfeta i redreçament de Catalunya, op. cit., pp. 33-46.
23. MOLAS, Isidro y CULLA, Joan B., Partits polítics de Catalunya. Segle XX, Barcelona, Enciclopedia Catalana, 2000, pp. 76-77.
24. MARTÍ GÓMEZ, José, Joan Reventós, Barcelona, Planeta, 1980, p. 67
25. Poeta catalán representante del Noucentisme. Formó parte del gobierno de la Generalitat en el exilio (1945-47).
26. MOLAS, Isidro, op. cit., pp. 77-78.
27. Presidente del Parlamento de Cataluña (1984-88).
28. Dirigente carlista en la II República Española.
29. Maurici Serrahima y Pau Romeva i Ferrer eran militantes de la UDC.
30. La Confederación de Fuerzas Monárquicas fue una supuesta coalición de monárquicos que bajo la iniciativa de Gil Robles intentaron contactar en 1947 con la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas y con Indalecio Prieto después. Ver MOLAS, Isidro, op. cit., p. 46.
31. Dirigente derechista de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en la II República y ministro en el gabinete de Alejandro Lerroux.
32. Borbón y Battenberg, Juan. Conde de Barcelona y heredero al trono de España (1913-93).
1.3. Cataluña. Cultura, lengua y enseñanza bajo el franquismo
El 5 de abril de 1938, mientras las tropas franquistas ocupaban Lérida, el Gobierno nacional de Burgos abolió el Estatuto de Autonomía de Cataluña —en mala hora concedido por la República— según la exposición de motivos por una ley dictada por el general Franco. Esta norma borró cualquier indicio de nacionalidad y rastro de autonomía en Cataluña y además obligaba a los ciudadanos de Cataluña a someterse a las normas de las autoridades del orden público y eclesiástico. Veamos algunos ejemplos donde se refuerza esta afirmación. El 10 de agosto de 1938, el delegado de Orden Público de Lérida dispuso, entre otros asuntos:
«Respecto al uso del dialecto catalán, hay que atenerse estrictamente a las órdenes de la superioridad; pero quiero dirigirme a todos los españoles de esta provincia para decirles que los momentos actuales exigen que todos demos pruebas de un ferviente españolismo y entusiasmo por la Causa. Estos sentimientos es necesario evidenciarlos y exteriorizarlos; y, lógicamente, se da una prueba de ello no hablándolo en público (por lo menos).»33
El 27 de enero de 1939 el jefe de Servicios de Ocupación de Barcelona y subsecretario de Orden Público, general Eliseo Álvarez Arenas, la máxima autoridad gubernativa, dictó este bando:
«Persuadido de que Cataluña siente a España y la unidad española pese a la maldad de algunos y a los errores de muchos, el Caudillo Franco formula la promesa solemne de respetar en ella todo lo auténtico e íntimo de su ser y de su autarquía moral que no aliente pretensiones separatistas ni implique ataque a aquella sacrosanta unidad. Estad seguros, catalanes, de que vuestro lenguaje en el uso privado y familiar no será perseguido (...).»34
En el ámbito religioso, siguiendo la misma línea, el vicario general de la Diócesis de Barcelona distribuyó la siguiente orden el día después de la ocupación:
«Accediendo gustosamente a las indicaciones que nos han sido hechas por las dignísimas autoridades de esta provincia, rogamos a los Reverendos Rectores de iglesias, en la seguridad de que nuestro ruego será devotamente atendido, que en los actos de culto público que se celebren en sus respectivos templos no se use otra lengua vernácula que la lengua española.»35
Un testigo directo de la ocupación de Cataluña, Dionisio Ridruejo, jefe de Propaganda de Falange Española, comentó así la situación:
«La llegada de las tropas nacionales a Barcelona —puedo hablar de ello porque constituyó mi primera decepción, mi primera crisis de esperanza frente a la acción en la que participaba— fue, para empezar, una apoteosis. Pero, inmediatamente después, una brutalidad (…). Durante años fueron prohibidas todas las manifestaciones escritas y las oralmente públicas en idioma regional. Los institutos de cultura cerrados, la enseñanza del idioma proscrita, los rótulos comerciales traducidos y las ciudades y los pueblos llenos de impertinentes recomendaciones: “Hablad en español”, “Hablad en el idioma del imperio”, etc. El cuadro de las autoridades políticas y de los funcionarios, incluidos los nuestros, fue sistemáticamente forastero (...). En el orden económico se hizo todo lo posible para beneficiar el resto de España, con la extensión de la industrialización, pero se procuró extremar el criterio en sentido negativo, a disfavor de las regiones culpables, para darles a entender que se las castigaba frenando ya su notable desarrollo. He tenido noticias de innumerables expedientes de iniciativa catalana y capital catalán para la instalación de industrias nuevas, resueltas con la fórmula de “autorizadas fuera de Cataluña”. En fin, los periódicos de Barcelona y Bilbao —todos ellos en lengua castellana— se encargaron durante años de españolizar las correspondientes regiones.»36
Esta situación represiva en todo lo referente a las libertades de expresión y libre pensamiento continuó en niveles extremos hasta el año 1945, momento en que los acontecimientos externos, desfavorables al régimen, obligaron a este a cambiar de táctica, suavizando la presión sobre su enemigo interno, sobre todo después de haberse consumado la victoria aliada. No obstante, pese al férreo control efectuado por la dictadura, cabe decir que en el ámbito universitario la lucha antifranquista había comenzado nada más terminar la Guerra Civil aunque con una efectividad casi nula, pues el franquismo aplicaba en la universidad lo mismo que a otros estamentos sociales —los esquemas totalitarios— que consistían en una fuerte depuración de catedráticos y profesores de ideología contraria al régimen, desarbolando los claustros de profesores y sustituyendo, mediante las llamadas «oposiciones patrióticas», personal afecto al nuevo sistema implantado. Otro aspecto en la política represora franquista fue la implantación, mediante la Ley de Ordenación Universitaria de 1945, de un nuevo ideario histórico basado en el pasado imperial de España coartando la independencia y la crítica que siempre se había instalado en los ámbitos universitarios, desapareciendo estos factores de repente y convirtiéndose la Universidad en un mero aparato del Estado politizado bajo la ideología de los vencedores. Incluso los rectores tenían que pertenecer al partido único, la Falange Española de las JONS (FE de las JONS), y los accesos a las cátedras pasaban por la adhesión a los Principios Fundamentales del Estado y la obligatoriedad de pertenecer al Sindicato Universitario Español.
Aun así, y en medio de un ambiente desolador, el Front Universitari de Catalunya (FUC)37 fue creado en la clandestinidad en 1942 en la Universidad de Barcelona (UB) y llegó a publicar la revista Orientacions. Esta organización catalanista y democrática se formó a partir de una estructura celular fuertemente clandestina que se mantuvo hasta el año 1949. En toda su existencia se realizaron dos congresos: el primero en Montserrat en 1943 y el segundo en Poblet en 1945. Entre sus componentes destacó Josep Benet, que fue su