#Manifestante. Álvaro Acevedo
Читать онлайн книгу.del gobierno y poder universitario politiza e influye en la movilización estudiantil. Hasta los años cincuenta del siglo pasado la relación de los estudiantes con los partidos políticos tradicionales tampoco es óbice para que se reivindique la autonomía universitaria y se proponga un gobierno de los estudiantes y los profesores, actores esenciales de la vida universitaria. La convicción que existe en el fondo de estas pretensiones consiste en asumirse como una especie de vanguardia intelectual que está llamada a organizar y determinar libremente los destinos de las instituciones universitarias.
Luego del giro hacia la nueva izquierda de los principales líderes estudiantiles, el estudiantado asume la necesidad de incidir en el gobierno de las universidades y hace de esta reivindicación una causa de primera línea. Ciertamente, la lucha de los estudiantes por ser mayoría en los Consejos Superiores –junto con los profesores– demanda esfuerzo y requiere organización, no solo para sostener la propuesta en escenarios propiamente estudiantiles sino para diferenciar posiciones respecto a las iniciativas de reforma provenientes de las autoridades universitarias y del propio Ministerio de Educación. La lucha por el cogobierno universitario revela un aspecto poco conocido del movimiento estudiantil de principios de los años setenta: el hecho de que el estudiantado coincida con ciertas autoridades universitarias en la defensa de la autonomía y en la pertinencia de modificar las estructuras de poder en las universidades. Aunque se sabe que no existe consenso entre los estudiantes por la causa del cogobierno debido al lugar que los diferentes grupos políticos le otorgan a la universidad en el proceso de cambio social, lo relevante reside en constatar que su adopción en algunas universidades, pese a su corta duración, es quizás el triunfo más importante de la movilización estudiantil en los años setenta del siglo pasado58.
En el caso de la Universidad Nacional, la principal institución de educación superior de Colombia, la victoria del cogobierno es fugaz59. La reforma orgánica no es aprobada ni reconocida por el Estado. En otros escenarios como la Universidad de Antioquia o la Universidad Industrial de Santander60, en los que también se crean experiencias efímeras de cogobierno en los años setenta del siglo pasado, las acciones emprendidas por los consejos de mayoría estudiantil y profesoral igualmente son fugaces. Así pues, los estudiantes y profesores no pueden ejercer el poder y gobierno pleno universitario que tanto anhelan. Pese a ello, esta causa articula permanentemente lo gremial y lo político en las filas estudiantiles, aunque la partida la gana finalmente el radicalismo de izquierda que antepone como prioritaria la lucha y, en algunos casos, envía jóvenes a los grupos guerrilleros emergentes en Colombia. Por su parte, las autoridades políticas y universitarias, en un contexto de anticomunismo y desconfianza con la movilización popular, cierran las vías para acometer reformas en la estructura de poder de las universidades, imponiendo los llamados “rectores policía”61. A pesar de los limitados alcances, en Colombia hay tres experiencias de cogobierno universitario en los años setenta; un triunfo que se rememora hasta el día de hoy cuando todavía se reivindica la unión de los “estamentos universitarios” para la lucha, evocación que se remonta al Antiguo Régimen y en el que las autoridades universitarias no son elegidas en procesos democráticos.
El triunfo del movimiento estudiantil colombiano frente al Estado en los años setenta –así sea efímero– está cargado de expectativas ante las oportunidades de transformación que se abren para las movilizaciones del siglo XXI. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos por mantener la unidad, hoy las diferencias entre las organizaciones estudiantiles impiden concretar el sueño del movimiento estudiantil de tener una universidad pública, gratuita y de calidad. Pese a ello, existen remembranzas a las antiguas formas de movilización. No se puede afirmar que el movimiento estudiantil contemporáneo se construye desde cero. De hecho, las nuevas representaciones de movilización en forma de enjambre, sirven como plataforma para la proyección de líderes y la construcción de una masa indignada que tiene puntos en común pero también divergentes62. Esta dinámica es la principal distinción de los nuevos movimientos sociales, pues construyen desde la diferencia y se proyectan a partir del diálogo.
§ El movimiento estudiantil y las relaciones de género
En términos generales, el género se entiende como “un elemento constitutivo de las relaciones sociales, es una construcción social que supone un conjunto de acuerdos tácitos o explícitos elaborados por una comunidad determinada en un momento histórico determinado”63. Por tal motivo, el interés de las ciencias sociales en caracterizar las relaciones entre hombres y mujeres de manera integral y de identificar las implicaciones políticas, sociales, culturales, económicas y psicológicas, se conoce como Enfoque o Perspectiva de Género, entendida por Irene López64 como una alternativa analítica que incorpora una nueva manera de interpretar los fenómenos sociales que se derivan de las relaciones entre hombres y mujeres.
Los movimientos sociales en general están muy ligados con las tendencias de izquierda. En ellas predomina un pensamiento más liberal que reivindica la lucha de las minorías y tienden a estar vinculadas en la búsqueda por la igualdad y la transformación social. Por ende, se caracterizan por tener una visión más amplia de la participación en procura de la democracia. Es así como el movimiento estudiantil se identifica por su fuerte voluntad transformadora frente a las acciones hegemónicas. Sin embargo, pese a su voluntad, se reproducen prácticas discriminatorias:
La definición de los movimientos sociales y su imaginario social hacen suponer que en estos grupos existe más conciencia y trabajo anti patriarcal que en la sociedad en general, pero, pese a esta voluntad, en los movimientos sociales se reproducen dinámicas discriminatorias. Esta serie de discriminaciones se dan desde el principio, es decir, desde que se escoge el movimiento o grupo donde se va a participar. El trabajo político de las mujeres, como ya se ha mencionado, en su mayoría se aleja de la política formal o del desarrollo de teorías políticas y se acerca más a campañas o a organizaciones específicas65.
Ante esta situación, algunos autores aluden al concepto de estructura profunda del movimiento social para analizar a partir de la descripción de las capas ocultas dentro de un movimiento66, los procesos inconscientes o incluso conscientes pero ocultos, en los que se dan por sentados algunos estereotipos de género.
En lo que se refiere al movimiento estudiantil colombiano, a pesar de que se han dado avances para reconocer una historia en la que prevalecen elementos de su contexto social y político, además de los ejes centrales de lucha, la categoría género no ha sido estudiada en esta expresión de la acción social colectiva. Tradicionalmente la incorporación del enfoque de género al estudio de los movimientos sociales y de la acción colectiva se enmarca en los movimientos sociales de mujeres o feministas. Se carece entonces de estudios que brinden orientaciones frente a las relaciones de poder que se gestan en el interior del movimiento estudiantil. Por tal razón, el análisis de género en el movimiento social estudiantil constituye un tema importante a estudiar.
El rol de la mujer y del hombre en el movimiento estudiantil permite entrever las prácticas y relaciones desiguales de poder en una sociedad en la que coexisten el sexismo, la violencia, la exclusión y el machismo. En cuanto a la división del trabajo, la investigación desarrollada por Eva Alfama67, titulada Género y movimientos sociales, afirma que en este círculo político se reproduce la división sexual del trabajo porque las mujeres se centran en mayor medida, en las cuestiones técnicas, logísticas y organizativas llegando a liderar los ámbitos que corresponden al espacio privado, pues lo visible, público, exterior, representativo y decisorio es una cuestión masculinizada.
La masculinización o feminización de las actividades se da como efecto de una construcción histórica del rol de género que es reproducida en el proceso de socialización de cada ser humano. Por ejemplo, las actividades que requieren el desarrollo de ciertas habilidades comunicativas de manera oral y escrita, que por su naturaleza se relacionan con el manejo de público, son potenciadas en los hombres. En la movilización estudiantil la situación no es diferente, pues “la cara invisible del movimiento, la organización interna, lo ‘privado’, es llevada en mayor grado por mujeres, mientras que la cara visible, la acción y enunciación política, es protagonizada por hombres”68.
Pese a este rol en el que se ha ubicado a las mujeres, existe un grupo reducido