Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú. Alejandra Acevedo
Читать онлайн книгу.Espacio. Vanguardia y urbanismo en el Perú del siglo XX. Huancayo: Colegio de Arquitectos del Perú.
LA VIVIENDA COLECTIVA Y EL MOVIMIENTO MODERNO
EL CASO DE LIMA
Introducción
La historia de la arquitectura ha reconocido en el Movimiento Moderno una producción variada de edificios. Diversas tipologías funcionales están presentes a lo largo del siglo XX como parte de una etapa histórica que soñaba transformar la realidad, atendiendo demandas sociales de la población y mejorando el entorno construido. Esta transformación se ve reflejada en ejemplos emblemáticos como fábricas, estaciones de tren, mercados, hospitales, locales educativos, aeropuertos, laboratorios, cines y, como nunca antes se había dado a gran escala, en la vivienda colectiva. El presente texto aborda la producción arquitectónica vinculada a este tema, desde sus orígenes hasta su llegada al Perú. El reto de diseñar para dar cobijo a nuevos sectores sociales fue tomando distintos nombres en el proceso, con diversos tamaños: barrios obreros, unidades vecinales, agrupamientos, residenciales y conjuntos habitacionales.
Al final del texto nos parece imprescindible una reflexión sobre lo que se logró décadas atrás en relación con este tema y lo que actualmente se realiza en Lima y otras ciudades del Perú.
Vivienda colectiva
La vivienda colectiva fue tema de gran interés y preocupación en la arquitectura del Movimiento Moderno durante el siglo pasado. Un arquitecto influyente, décadas atrás, pasaba por haber enfrentado el desafío proyectual de diseñar viviendas de bajo costo.
Ser arquitecto moderno en Europa durante la década de 1920 era dedicarse a la vivienda social. Ejemplos notables de esos años encontramos en Alemania y Holanda, así como en Inglaterra y Francia, donde se desarrollaron al respecto obras importantes. Esa preocupación se extendió rápidamente a otros países europeos y luego a otros lugares del mundo, incluyendo el Perú.
Podríamos decir que la vivienda colectiva, social y económica es asunto de arquitectos recién a partir del siglo XX. Como gremio comenzó a prestar atención a un tema de diseño que durante siglos no consideró. Es decir, desde entonces, existe una inquietud como ciuda-
danos de no solo hacer obras públicas, edificios singulares, grandes residencias o casas temporales, sino también multifamiliares. En este tema de la vivienda colectiva encontramos la que se denomina vivienda “social”, aunque en el fondo todas lo son. Cuando se utiliza dicho adjetivo es para hacer referencia a ciertos límites en el costo del resultado final. Está claro que la vivienda económica sigue siendo un tema crucial y un reto por atender, en sociedades que aspiran a cierta justicia.
El tema del multifamiliar enfrenta y entrena al arquitecto a economizar esfuerzos y aumentar posibilidades dentro y fuera del lote, considerando aspectos vinculados al espacio interior de los departamentos, el resultado del conjunto y la relación del edificio con la ciudad.
En la arquitectura del Movimiento Moderno es posible ver una correspondencia directa entre las formas y las ideas que parten de una causa: la modernidad como proyecto, como ideal, como experiencia, como forma de pensar. Tiempo de “compromisos”, de una arquitectura que quería seguirle los pasos a la sociedad en su conjunto.
Nuevos ambientes dentro de las casas, nuevos accesorios, nuevos hábitos de limpieza marcan la historia privada y pública de la humanidad. Ellos son el reflejo de conceptos que siempre ha buscado la modernidad: bienestar, progreso, higiene, eficiencia, finalmente felicidad. Una época en que los arquitectos no tenían necesariamente poder, sino algo acaso más importante: autoridad. Hoy, la arquitectura ligada al espectáculo prefiere otro tipo de edificios.
Así como la arquitectura y las tipologías de vivienda son indesligables, la relación entre esta y la ciudad también lo es. Es decir, uno puede tomar el pulso de la arquitectura y el urbanismo a través de la vivienda, que es la que origina y teje la ciudad. Más allá de edificios singulares, la vivienda es una de las mejores maneras de registrar el devenir de una sociedad. Una historia de la arquitectura debe ser, en buena cuenta, una historia de la vivienda. Es extraño que edificios espectaculares cobren tanta y exclusiva trascendencia o que la ciudad termine subordinándose a ellos.
Los grandes conjuntos habitacionales del Movimiento Moderno fueron criticados a partir de las décadas de 1960 y 1970. Eran parte de un debate en el que nuevas formas de entender la arquitectura y la ciudad cobraban importancia: nos referimos a la postmodernidad. Es verdad, algunos conjuntos, en su escala exagerada o en la cantidad desmesurada de departamentos, trajeron problemas de habitabilidad, hacinamiento y, en algunos casos, violencia.
El lado más oscuro de la arquitectura moderna se vuelve sinónimo de estilo internacional, poco amable y mal ubicado. En esos casos, los espacios se tornan impersonales, no ayudan a crear identidad, los volúmenes son demasiado grandes, los módulos se repiten hasta el hartazgo y el aburrimiento. Ese grupo de proyectos ya fue criticado en su momento, no hace falta insistir más. Algunos, incluso, tuvieron que demolerse.
Pero no todos eran así. Sería injusto colocar la totalidad de estas experiencias en un mismo nivel. Hay matices y excepciones en lo que concierne al tema de la vivienda colectiva, construida entonces y ahora. Veamos, de manera muy breve, lo ocurrido en Lima.
Lima
Lima fue siempre una ciudad baja y poco densa, ciudad de barro, como la vio Héctor Velarde hasta las primeras décadas del siglo XX, de azoteas oscuras, que escupía luces desde abajo, de los patios y las teatinas. Ciudad subterránea en el desierto, mágica y oscura. Las casas alineadas a la calle se convirtieron en una de las primeras versiones de vivienda económica. La otra es el callejón.
Así mismo, en la década de 1920 aparecen en Lima lo que se denominó barriadas, nuevos asentamientos populares en Chorrillos y Callao. Otras, muy pronto, en lugares céntricos como el Cerro San Cristóbal. Esta historia paralela, que recién empezaba, constituye la alternativa habitacional para un porcentaje creciente de la población: una vivienda precaria entre medianeras, pero de mayor amplitud si la comparamos con los tugurios de la ciudad.
Mientras, estratos bajos tradicionales siguieron ocupando durante décadas los callejones. Esta tipología se agrandó, con mayores áreas libres comunes, convirtiéndose en quintas.
Rafael Marquina, en la década de 1930, encargado por la Beneficencia Pública de Lima, intenta mejorar las condiciones del callejón. Pero es cierto, también, que las Casas de Obreros, con apenas una o dos habitaciones, guardan demasiada semejanza con lo que pretende mejorar, sin lograr un cambio en la situación.
Los Barrios Obreros, varios diseñados por Alfredo Dammert durante el gobierno de Benavides, tienen que ver con un cierto intento de modernidad, no del todo adecuado. Son viviendas generosas, unifamiliares, de dos pisos, que asombran hoy por ese cierto exceso espacial. En realidad eran tan pocas que no ayudaban mucho a resolver el déficit de viviendas.
Hasta que llega en esta historia un punto de inflexión: la Unidad Vecinal N.° 3, cuando Fernando Belaunde es diputado, en el gobierno de Bustamante y Rivero. La UV3, obra de la Corporación Nacional de la Vivienda, era la alternativa de una vida que en el ámbito privado no podía ser holgada, pero sí digna y sana. Las áreas abiertas del conjunto son enormes, el intento de hacer una ciudad dentro de la ciudad, con todos los servicios resueltos: una isla de felicidad para más de mil familias.
Poco después, en el gobierno de Odría, vinieron los agrupamientos y las nuevas unidades vecinales. Dos modelos de solución para un mismo problema. En la década de 1950, los proyectos de vivienda colectiva seguían siendo desarrollados por la Corporación Nacional de la Vivienda, dentro de la cual cumplió un papel destacado Santiago Agurto Calvo.
Los agrupamientos son volúmenes medianos compactos, que en total alcanzan las cien familias. Son bloques de tres pisos, que generan espacios