La cafeína del liderazgo en un mundo "light". Félix Velasco Álvaro

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La cafeína del liderazgo en un mundo


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específicamente las competencias

      Los distintos directivos que administran la empresa se rigen por el principio jerárquico de autoridad, de tal forma que cada uno de ellos está bajo el control y la supervisión de un superior, y cada trabajador es responsable ante su mando directo. Todavía son muchas las empresas que mantienen este sistema y numerosos los consultores que se empeñan en aplicarlo como si de una panacea se tratase.

      A veces todo lo que necesitamos saber es que alguien cree en nosotros.

      Hoy en día el liderazgo también puede despuntar, florecer y desarrollarse mediante relaciones afectivas de cooperación, pues todos nosotros somos emocionales. Es lógico que mantengamos un trato con las personas de nuestro alrededor y que se genere un cierto nivel de influencia entre ellas. Cada vez adquiere más importancia el que los individuos creen sus propios mapas de relaciones personales y profesionales, los incrementen y cuiden como uno de sus patrimonios más valiosos. Recordemos del refranero español aquel aforismo que dice «dime con quién andas y te diré quién eres». Ciertamente podríamos señalar muchos matices, pero no por eso deja de ser menos cierto.

      Uno de los elementos que forman parte del perfil del líder es su capacidad para establecer y desarrollar relaciones con otras personas.

      Carlos Slim Helú, el hispano más rico del mundo, es hijo de un cristiano maronita que emigró del Líbano a México para abrir una tienda textil. Quedó huérfano muy joven. Hizo algo de dinero hasta que, en la década de los ochenta, en una crisis que paralizó a México con fuga de capitales, realizó inversiones para hacerse con varias empresas; el poder político le entregó la telefónica Telmex que se convirtió en la primera piedra de su imperio, fruto de sus buenos contactos políticos.

      Parece existir una correlación muy estrecha entre la capacidad de establecer una red amplia y efectiva de relaciones, la generación de nuevas oportunidades de negocio, la excelencia en la dirección de personas y la fidelización de los clientes. La experiencia demuestra que la habilidad para desarrollar contactos no es una capacidad innata, genética, sino más bien resultado del ejercicio y del aprendizaje, algo adquirido con la práctica. Existen muchos factores que estimulan el desarrollo de esta habilidad: el haber residido en el extranjero durante largas temporadas, formar parte de familias numerosas o entornos familiares amplios, manejar varios idiomas; la movilidad laboral o el acceso a la formación continua a lo largo de la carrera profesional son circunstancias que propician una mejor disposición a crear contactos efectivos.

      No hay un método único para tener a nuestro público interesado en aquello que decimos. En general, si el orador está seguro de sí mismo y domina el tema que trata estará dispuesto a transmitir con entusiasmo lo que quiere comunicar, llegando, a veces de forma inconsciente, al uso de una serie de recursos que hacen que el público salga convencido. Y es que una exposición no debe ser únicamente entrega de información, sino que tiene que ser un acto de comunicación. No es suficiente con tener el contenido bien elaborado, sino que hay que tener una actitud que favorezca el contacto constante con el público. Aunque solo hable el orador, el público también comunica; si el orador no se da cuenta de los mensajes que los espectadores transmiten a través de la mirada, la expresión del rostro, la manera de sentarse o la atención que prestan, no podrá adaptarse a sus necesidades, con lo cual es muy difícil que su intervención tenga éxito.

      Hay un momento, en todo liderazgo que podamos considerar como tal, en el cual el líder debe obtener resultados, que debe concretarse en algo tangible. No se puede dirigir por el mero hecho de dirigir. Debe haber un destino, un propósito, algo por lo que los demás deseen unirse a una persona. Ese individuo es el que ha sido capaz de generar una visión cargada de expectativas; por eso otros aspiran a colaborar con él, para lograr esa misma meta y los objetivos que conlleva. Es entonces cuando se comienzan a vislumbrar los resultados del liderazgo.

      Un buen líder se distingue de los demás cuando empieza a desarrollar a las personas que le rodean, permite y estimula su crecimiento individual y profesional y las eleva del lugar donde están a un nivel superior. Tiene confianza en sí mismo y no teme que otra persona pueda desplegar mejores habilidades que las suyas; incluso procura que así sea porque quiere rodearse de los mejores.

      «Si aceptamos a la gente tal como son puede que les hagamos peores; pero si los tratamos como si fueran lo que deberían ser, les ayudamos a convertirse en lo que son capaces de ser».

      Goethe

      Cualquiera puede ejercer su poder sobre las demás personas, pero un líder hace surgir poder en los demás. Cualquiera puede mandar a otro, pero un líder capacita a otros para que puedan cumplir con su labor. En un liderazgo auténtico hay un crecimiento en los que le rodean, lo que significa que hay un progreso en el líder también. No desarrolla únicamente meros seguidores, sino que genera más líderes superiores a sí mismo.

      «La gente me ve todavía como un dibujante de dibujos animados, cuando para lo único que levanto el lápiz es para firmar un contrato o un autógrafo. No soy ningún artista brillante en ninguno de los sentidos, ni siquiera un gran animador. Siempre he contratado a dibujantes con más talento que yo».

      Walt Disney

      El nivel más alto de liderazgo que una persona puede tener se da cuando otros lo siguen tan solo por ser quien es. Ha sido probado, la gente ha visto su integridad, él ha admitido sus errores, ha creado relaciones, cumple su palabra, los momentos difíciles han sido su crisol, su compromiso es cierto, sus acciones responsables, asume compromisos, utiliza con frecuencia el «vamos» y el «nosotros»... y ahora lo siguen porque genera confianza y admiración.

      Este es el liderazgo que vamos a plantear, un liderazgo que puede ser aprendido apoyándose en unas técnicas y en un esfuerzo personal; ese liderazgo que es influencia positiva y esperanzada en los demás. Con el término liderazgo ponemos énfasis en la filosofía y en las políticas empresariales que se implementan para generar una dinámica tal que permite crear el mayor valor añadido posible.

      «Una buena salud mental significa simplemente: que pueda llevarse bien consigo mismo; que pueda llevarse bien con los demás; que pueda llevarse bien con las circunstancias».

      B. W. Bauler

      Puede ocurrir que tengamos todo el respaldo académico, todos los títulos y experiencia sobrada para emprender la labor de dirección o ejecución de una tarea. Pero hay una credencial que únicamente la confiere la vida cuando, no solo sabemos afrontar las cosas que van mal, sino hacer que las cosas vayan bien, material y moralmente. Ni en Harvard, ni en Cambridge, ni en Oxford pueden enseñar al líder todo lo que necesita para tener éxito. La organización precisa alimentarse permanentemente de nuevos conceptos y modelos creativos de negocio, mientras que el mundo académico forzosamente está obligado a basar sus enseñanzas en el pasado o en un futuro muy cercano. Esto, en un mundo que vive sumido en el cambo constante y brutalmente acelerado, es cada vez menos necesario.

      Al igual que Bill Gates, Steve Jobs nunca se graduó de la universidad. El gran genio de Apple solo cursó seis meses en el Reed College, una escuela liberal de artes en Oregón, de la cual se retiró porque era demasiado cara para sus padres de clase media. Muchos años después recordó que esa decisión le permitió tomar clases de caligrafía, algo clave para los primeros Mac.

      Cuando un gerente o un directivo asume ciertos comportamientos aprendidos en un libro o en una escuela de negocios


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