La Odisea. Homer

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La Odisea - Homer


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les sea odioso hasta tal grado á los bienaventurados dioses; sino que siempre quedará alguien que posea la casa de elevada techumbre y los extensos y fértiles campos.»

      758 Así le dijo y calmóle el llanto, consiguiendo que sus ojos dejaran de llorar. Lavóse Penélope, envolvió su cuerpo en vestidos puros, subió con las esclavas á lo alto de la casa, puso las molas en un cestillo, y oró de este modo á la diosa Minerva:

      762 «¡Óyeme, hija de Júpiter que lleva la égida; indómita deidad! Si alguna vez el ingenioso Ulises quemó en tu honor, dentro del palacio, pingües muslos de buey ó de oveja; acuérdate de los mismos, sálvame el hijo amado y aparta á los perversos y ensoberbecidos pretendientes.»

      767 En acabando de hablar dió un grito; y la diosa escuchó la plegaria. Los pretendientes movían alboroto en la obscura sala, y uno de los soberbios jóvenes dijo de esta guisa:

      770 «La reina, á quien tantos pretenden, debe de aparejar el casamiento é ignora que su hijo ya tiene la muerte preparada.»

      772 Así habló; pero no sabían lo que dentro pasaba. Y Antínoo arengóles diciendo:

      774 «¡Desgraciados! Absteneos todos de pronunciar frases insolentes; no sea que alguno vaya á contarlas á Penélope. Mas, ea, levantémonos y pongamos en obra, silenciosamente, el proyecto que á todos nos place.»

      778 Dicho esto, escogió los veinte hombres más esforzados y fuése con ellos á la orilla del mar, donde estaba la velera nao. Ante todo echaron la negra embarcación al mar profundo, después le pusieron el mástil y las velas, luego aparejaron los remos con correas de cuero, haciéndolo como era debido, desplegaron más tarde las blancas velas y sus bravos servidores trajéronles las armas. Anclaron la nave, después de llevarla adentro del mar; saltaron en tierra y se pusieron á comer, aguardando que viniese la tarde.

      787 Mientras tanto, la prudente Penélope yacía en el piso superior y estaba en ayunas, sin haber comido ni bebido, pensando siempre en si su irreprochable hijo escaparía de la muerte ó lo harían sucumbir los orgullosos pretendientes. Y cuantas cosas piensa un león al verse cercado por multitud de hombres que forman á su alrededor insidioso círculo, otras tantas revolvía Penélope en su mente cuando le sobrevino dulce sueño. Durmió recostada, y todos sus miembros se relajaron.

      795 Entonces Minerva, la de los brillantes ojos, ordenó otra cosa. Hizo un fantasma parecido á una mujer, á Iftima, hija del magnánimo Icario, con la cual estaba casado Eumelo, que tenía su casa en Feras; y enviólo á la morada del divinal Ulises, para poner fin de algún modo al llanto y á los gemidos de Penélope, que se lamentaba sollozando. Entró, pues, deslizándose por la correa del cerrojo, se le puso sobre la cabeza y díjole estas palabras:

      804 «¿Duermes, Penélope, con el corazón afligido? Los dioses, que viven felizmente, no te permiten llorar ni angustiarte; pues tu hijo aún ha de volver, que en nada pecó contra las deidades.»

      808 Respondióle la prudente Penélope desde las puertas del sueño, donde estaba muy suavemente dormida: «¡Hermana! ¿Á qué has venido? Hasta ahora no solías frecuentar el palacio, porque se halla muy lejos de tu morada. ¡Mandas que cese mi aflicción y los muchos pesares que me conturban la mente y el ánimo! Anteriormente perdí un egregio esposo que tenía el ánimo de un león y descollaba sobre los dánaos en toda clase de excelencias, varón ilustre cuya fama se difundía por la Hélade y en medio de Argos; y ahora mi hijo amado se fué en cóncavo bajel, niño aún, inexperto en el trabajo y en el habla. Por éste me lamento todavía más que por aquél; por éste tiemblo, y temo que padezca algún mal en el país de aquellos adonde fué, ó en el ponto. Que son muchos los enemigos que están maquinando contra él, deseosos de matarle antes de que llegue á su patria tierra.»

      824 El obscuro fantasma le respondió diciendo: «Cobra ánimo y no sientas en tu pecho excesivo temor. Tu hijo va acompañado por quien desearan muchos hombres que á ellos les protegiese como puede hacerlo, por Palas Minerva, que se compadece de ti y me envía á participarte estas cosas.»

      830 Entonces hablóle de esta manera la prudente Penélope: «Pues si eres diosa y has oído la voz de una deidad, ea, dime si aquél desgraciado vive aún y goza de la lumbre del sol, ó ha muerto y se halla en la morada de Plutón.»

      835 El obscuro fantasma le contestó diciendo: «No te revelaré claramente si vive ó ha muerto, porque es malo hablar de cosas vanas.»

      838 Cuando esto hubo dicho, fuése por la cerradura de la puerta como un soplo de viento. Despertóse la hija de Icario y se le alegró el corazón porque había tenido tan claro ensueño en la obscuridad de la noche.

      842 Ya los pretendientes se habían embarcado y navegaban por la líquida llanura, maquinando en su pecho una muerte cruel para Telémaco. Hay en el mar una isla pedregosa, en medio de Ítaca y de la áspera Same—Ásteris—que no es extensa, pero tiene puertos de doble entrada, excelentes para que fondeen los navíos: allí los aqueos se pusieron en emboscada para aguardar á Telémaco.

Ilustración de cabeza de capítulo

      Mercurio, enviado por Júpiter, manda á Calipso que deje partir á Ulises

       Índice

      LA BALSA DE ULISES

      1 La Aurora se levantaba del lecho, dejando al ilustre Titón, para llevar la luz á los inmortales y á los mortales, cuando los dioses se reunieron en junta, sin que faltara Júpiter altitonante cuyo poder es grandísimo. Y Minerva, trayendo á la memoria los muchos infortunios de Ulises, los refirió á las deidades; interesándose por el héroe, que se hallaba entonces en el palacio de la ninfa:

      7 «¡Padre Júpiter, bienaventurados y sempiternos dioses! Ningún rey, que empuñe cetro, sea benigno, ni blando, ni suave, ni emplee el entendimiento en cosas justas; antes, por el contrario, obre siempre con crueldad y lleve al cabo acciones nefandas; ya que nadie se acuerda del divino Ulises, entre los ciudadanos sobre los cuales reinaba con la suavidad de un padre. Hállase en una isla atormentado por fuertes pesares: en el palacio de la ninfa Calipso, que le detiene por fuerza; y no le es posible llegar á su patria porque le faltan naves provistas de remos y compañeros que le conduzcan por el ancho dorso del mar. Y ahora quieren matarle el hijo amado así que torne á su casa, pues ha ido á la sagrada Pilos y á la divina Lacedemonia en busca de noticias de su padre.»

      21 Respondióle Júpiter, que amontona las nubes: «¡Hija mía! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los dientes! ¿No formaste tú misma ese proyecto: que Ulises, al tornar á su tierra, se vengaría de aquéllos? Pues acompaña con discreción á Telémaco, ya que puedes hacerlo, á fin de que se restituya incólume á su patria y los pretendientes que están en la nave tengan que volverse.»

      28 Dijo; y, dirigiéndose á Mercurio, su hijo amado, hablóle de esta suerte: «¡Mercurio! Ya que en lo demás eres tú el mensajero, ve á decir á la ninfa de hermosas trenzas nuestra firme resolución—que Ulises torne á su patria—para que el héroe emprenda el regreso sin ir acompañado ni por los dioses ni por los mortales hombres: navegando en una balsa hecha con gran número de ataduras, llegará en veinte días y padeciendo trabajos á la fértil Esqueria, á la tierra de los feacios, que por su linaje son cercanos á los dioses; y ellos le honrarán cordialmente, como á una deidad, y le enviarán en un bajel á su patria tierra, después de regalarle bronce, oro en abundancia, vestidos, y tantas cosas como jamás sacara de Troya si llegase indemne y habiendo obtenido la parte de botín que le correspondiese. Dispuesto está por el hado que Ulises vea á sus amigos y llegue á su casa de alto techo y á su patria.»

      43 Así habló. El mensajero Argicida no fué desobediente: al punto ató á sus pies los áureos divinos talares, que le llevaban sobre el mar y sobre la tierra inmensa con la rapidez del viento, y tomó la vara con la cual adormece los ojos de los


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