Orden fálico. Juan Vicente Aliaga

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Orden fálico -  Juan Vicente Aliaga


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macho[27]: el líder fascista no podía ser visto en público en actividades que le pudieran desvirilizar o ahembrar como la práctica del baile; aparecía, en cambio, siempre erguido, recio, montando a caballo, volando, conduciendo una moto. Esta imagen confeccionada, esta mascarada de virilidad, iba ligada a un substrato sexual. Si se ahonda en las directivas que se daban a la prensa italiana sobre la imagen de Mussolini, se puede comprobar que la capacidad varonil iba vinculada a la vida sexual intensa, al carácter de mujeriego permanentemente joven (se rapó el pelo para no parecer viejo).

      La importancia capital de Marinetti, y su influjo, no puede soslayarse, a pesar de que se pueda tropezar en sus discursos y alegatos con planteamientos equívocos e incluso incoherentes. De ahí que no convenga confundir las andanadas contrarias al matrimonio, que pueden dar a entender su rechazo al sometimiento a las reglas y convenciones sociales, con una visión igualitaria entre los sexos. Para Marinetti el afeminamiento, la contaminación de lo femenino, es siempre perniciosa pues desviriliza y marchita al macho. La sociedad que admiran Marinetti y, al menos hasta 1915, los demás futuristas, sus adláteres, requiere músculos de acero.

      Se colige de facto de esta descripción la división laboral de tareas en función del sexo. Es un claro aviso contra la hibridez y la ósmosis entre los rasgos femeninos y los masculinos que en el pensamiento ortodoxo del autor siempre han de mantenerse separados. Otro ejemplo de la homofobia del autor italiano lo encontramos en Al di là del comunismo (1921):

      Queda claro que entre los denominados hombres normales, aunque pertenezcan a un orbe ideológico detestado por Marinetti, se incluye él mismo, cuya agresiva virilidad resulta fórmula indispensable para declarar nuevas guerras y lidiar la lucha contra la homosexualidad y el lesbianismo.

      La homofobia recalcitrante de Marinetti se basa en la creencia de que existe un periodo en la vida de los jóvenes en que se fraguan lazos de camaradería que se tuercen. Una confraternización que se intensifica en los deportes atléticos y que puede acarrear relaciones homoeróticas dada la ausencia de mujeres. A partir de los treinta años, la edad del orden y del trabajo, resulta imprescindible regresar a la heterosexualidad hegemónica, de lo contrario se corre el riesgo de ser estigmatizado socialmente con frases del tipo il falso uomo, la mezza donna.

      Frente a tanto peligro de amaneramiento, según Marinetti, sólo los pechos desnudos de una mujer pueden reconducir al varón a la enaltecida hombría y también a la patria. ¿Extraña combinación? No tanto si se piensa en el trasfondo militarista de los adalides de la virilidad sin mácula.


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